Es habitual escuchar que Julio González (Barcelona, 1876 - Arcueil, Francia, 1942) creció en una familia de orfebres pero lo cierto es que en su familia eran artesanos del hierro. Su abuelo tenía una metalistería en la Barcelona del siglo XX, un momento histórico y social en el que los oficios alcanzaron su cumbre máxima.
Con este y otros equívocos se ha jugado de manera intencionada durante años y alejar algunos mitos que han acompañado a la figura de Julio González es precisamente el objetivo del IVAM con Ser artista, una muestra comisariada por Juan José Lahuerta que ofrece una nueva lectura de su trayectoria a través de los fondos del museo, que es depositario de su legado.
Las más de 250 piezas entre esculturas, manuscritos, cartas, documentos y fotografías que se podrán ver no se han organizado “cronológicamente, ni por etapas consecutivas, ni según las distintas artes (dibujante, pintor, escultor, orfebre), ni según estilos (un González supuestamente noucentista o supuestamente abstracto)”, advierte el comisario.
Tras la muerte de su padre, Julio González y su hermano Joan deciden vender la empresa familiar para instalarse en París y "seguir su vocación"
El objetivo de la exposición ha sido proponer “una visión continua de su trabajo a través de unos temas que, provenientes de la academia, atraviesan toda su obra, sea cual sea la técnica, sea cual sea la etapa, sea cual sea su estilo”.
Tras la muerte del padre de Julio Gonzlález, este y su hermano Joan deciden vender el negocio para apostar toda su fortuna a una sola carta: ser artistas. En 1899, como recuerda Lahuerta, se instalan en París para “seguir una vocación".
En aquella época del “arte por el arte” o de la “religión del arte” -todas esas utopías redentoristas derivadas del romanticismo y de la bohemia-, la vocación era entendida en términos casi sacerdotales, como la persecución de un ideal al servicio del cual todo sacrificio era poco”, dice Lahuerta.
Ya instalado en la capital francesa, Julio González entiende que ser artista tiene que ver con la pintura y durante años “intenta cumplir con esta específica vocación, presentando sus obras, a veces muy esforzadas, a las exposiciones y los salones que tienen lugar en París, sin conseguir ningún tipo de reconocimiento especial”.
Sin embargo, la escultura siempre estuvo presente y durante esta época realiza pequeñas esculturas, repujados, máscaras y joyas que comercializaba entre su círculo de amigos y clientes, a través de algunos marchantes y galerías.
Hasta que a finales de la década de los años veinte decide emprender su trayectoria escultórica. “Serán sus materiales y sus técnicas, y no la pintura tal como la había practicado, lo que formará todo su repositorio de nuevos descubrimientos”, arguye Lahuerta.
'Ser artista' propone una visión continua del trabajo de González a través de una serie de temas que atraviesan toda su obra
Ser artista, la exposición que ahora inaugura el IVAM, decíamos, propone una visión continua de su trabajo a través de una serie de temas que atraviesan toda su obra.
El desnudo femenino es, sin duda, el más importante de todos, “la base del aprendizaje en las academias y motivo esencial de la pintura y de la escultura decimonónica”.
González representa a la mujer echada, sentada, dormida, peinándose o ante el espejo, variación propia que “culmina en Mujer ante el espejo, una de sus mejores obras”, recuerda Lahuerta.
También se recogen sus autorretratos, en ocasiones de rasgos duros que conducen hacia las máscaras, los bustos y cabezas que nunca abandona y que le llevan hacia la reducción de la cabeza y de la cabeza al rostro, la metamorfosis o la maternidad, quizá el motivo más representado en su trayectoria y que “concluye en la magnífica Montserrat del Pabellón de la República española de 1937, una de sus esculturas más extraordinarias”.
La muestra, que ocupa cinco salas del IVAM, se divide en estos grandes temas y se nutre de dibujos, pinturas, joyas y esculturas además de manuscritos, cartas, documentos y fotografías que “no solo contextualizan su obra sino que forman parte esencial de ella”, sostiene Lahuerta.
En este sentido, se podrán ver tarjetas postales que envió a su familia y amigos (entre ellos Picasso), que “contienen una interpretación muy concreta del mundo y del arte”.
Se trata de postales de arte, de aviones y otras que muestran las destrucciones de la primera guerra mundial. A través de ellas, Lahuerta siente que “la obra de Julio González se mostrará en una nueva articulación, más compleja, más radical”.
La premisa de la exposición es ahuyentar algunos de los mitos que han acompañado su vida y su obra. Para Juan José Lahuerta la trayectoria de González “se ha explicado como una larga búsqueda, una especie de “noche oscura” que culmina súbitamente, en un momento determinado, con una visión a través de la cual descubre su auténtico destino como escultor en hierro e inaugura toda una rama esencial ya no sólo de la escultura sino del arte de vanguardia”.
La premisa de la exposición es ahuyentar algunos de los mitos que han acompañado la vida y obra de Julio González
También se le ha presentado como un artista que nunca “abandona su origen más o menos artesano y de situación poco menos que marginal, trabajando en silencio en sus obras, casi desconocido para todos, esperando un reconocimiento que sólo iba a hacerle justicia después de su muerte”. No obstante, a partir de los años 50 González “es recuperado como el gran artista que había sido”.
Todos estos equívocos “intencionados” se erigen “desde los tópicos con los que la propia historia se inventó ya en su momento porque es muy consolador hablar del artista incomprendido o del genio, puesto que nos dice lo que ya sabemos o lo que queremos oír y nos propone una visión del pasado y, por consiguiente, también del presente, en la que todo está en su sitio, sin conflictos”.
Esta es la razón que ha llevado al IVAM a plantear una visión crítica en la que González no “juega el papel que la historia de las vanguardias le ha otorgado sino que se presenta con todas sus luces y sombras, en la complejidad de unos contextos cambiantes, en las contradicciones de unos proyectos no siempre resueltos felizmente”.
En definitiva, esta exposición que estará abierta al público desde el 28 de octubre hasta el 15 de octubre de 2023, trata de presentar, como asegura Lahuerta, a “un González que se rebela contra la tradición artesana de su familia, que hace de eso una de las líneas de fuerza y, también, una de las contradicciones irresolubles de toda su vida y obra, y que, perfecta y conscientemente anclado en su época, vive el tiempo de las vanguardias como uno de sus mayores protagonistas”.