Las Tierras Intermedias están dominadas por el esplendor del Árbol Áureo, un faro colosal que ilumina el cielo y constata la intervención de la divinidad en los asuntos humanos. Es un país agitado por fuerzas inconmensurables, con una mitología viva, que deambula por sus territorios; la tumba de imperios, escenario de grandes batallas y el campo de operaciones de conciliábulos de toda índole que mantienen una guerra soterrada, invisible pero letal y con el ojo puesto en el poder supremo. Es también un mundo que alterna atmósferas.
Su mundo conjuga la sublimación romántica con las estampas de Pieter Brueghel el Viejo y El Bosco
Por un lado, la sublimación romántica de Liurnia de los Lagos, una fantasía extraída de la mente de Ludwig II de Baviera donde la Academia de Raya Lucaria ejerce de apoteosis del castillo de Neushwanstein. Por otro, las estampas infernales de Caelid, que beben de la imaginería de Pieter Brueghel el Viejo y El Bosco; un paraje dominado por insectos gigantes, carcomido por avisperos y que supura una peste escarlata que desgaja la carne de los soldados.
Es un mundo que clama por ser explorado, repleto de peligros y que se aferra a sus secretos con ahínco, solo abierto a compartirlos tras vencerlo en combate singular.
Mundo abierto
Elden Ring es la culminación de las ideas que Hidetaka Miyazaki ha ido depurando en los últimos quince años en un formato de mundo abierto. Fiel a sus prerrogativas creativas, sigue yendo a contracorriente de toda la industria, presentando un espacio de juego que se vanagloria en su opacidad. Aquí no hay ninguna de las ayudas o comodidades que pueblan otros títulos del género, tampoco un aluvión de información o instrucciones precisas. Miyazaki redescubre el espíritu de aventura que parecía ya proscrito en aras de la accesibilidad de una industria obsesionada con llegar al mayor número de personas posible. Incentiva nuestra curiosidad de manera orgánica, dibujando el contorno de imponentes castillos en el horizonte o bocetos emborronados en un mapa que vamos pergeñando con retazos.
Es una obra exigente, en ocasiones impenetrable, pero generosa con las opciones que plantea, admitiendo todo tipo de estilos de juego y una estimulante funcionalidad multijugador que permite la comunicación asíncrona con otros a través de mensajes que ofrecen pistas o revelan caminos, lo que impregna de cierta camaradería anónima lo que en esencia es una odisea personal.
Dos autores
La misma opacidad que afecta al espacio de juego se inmiscuye en la narrativa, que renuncia a los mecanismos expositivos en favor de una inmersión naturalista. Se perciben las pinceladas de Martin en los enrevesados linajes de los semidioses y en el destino trágico de personajes como el general Radahn, llevado a la locura por la peste de Malenia y condenado a vagar por las dunas del desierto, pero la sensibilidad weird de Miyazaki subyace en cada elemento, haciéndose más patente una vez el jugador penetra en los niveles inferiores de la ficción. La fachada medieval da paso a una extrañeza exquisita donde unos dedos gigantes comulgan con la divinidad.
La creatividad desbordante del estudio es lo que hace que el juego mantenga nuestro interés a pesar de una vastedad que raya en lo absurdo y que requiere más de un centenar de horas para asimilarlo. Cuanto más descendemos por la madriguera del conejo, mejor comprendemos las dimensiones de las Tierras Intermedias, los poderes que la moldean y el verdadero carácter de las docenas de personajes que las recorren, cada uno con su misión y sus lealtades particulares.
Elden Ring ha tomado por asalto la industria del videojuego con 12 millones de copias vendidas en sus primeras dos semanas. Son unos números de infarto que se vuelven más espectaculares al saber que desecha todos los supuestos estudios de mercado, focus groups y valoraciones de consultores o de ejecutivos. Es una enmienda a la totalidad sobre la concepción del juego de mundo abierto como una serie de tareas que realizar, con mapas repletos de iconos y unas convenciones que han obliterado el espíritu de aventura para instalar un cálculo cínico de infusiones de dopamina de corto recorrido. Es una vuelta a las raíces, a un tiempo pretérito donde los creadores marcaban el rumbo y enarbolaban experiencias contemplativas que se apoyaban en nuestra imaginación para ensanchar los límites de los horizontes digitales. Merece sentar cátedra.