Harry Potter es más que un fenómeno de masas. Con más de 600 millones de copias, es la serie literaria más vendida de la historia y el artefacto cultural que marcó definitivamente a la generación millenial. De la prodigiosa imaginación de Rowling surgió una adaptación cinematográfica que contó con los servicios de la realeza actoral británica. También decenas de videojuegos, cínicos intentos todos de hacer caja con el uso de la licencia, sin esfuerzo ni razón de ser.
A pesar de todo, el potencial siempre ha estado ahí. Tras más de seis años de desarrollo y un equipo comprometido de cientos de artistas, Warner Bros ha sido capaz de explotarlo con una propuesta jugable tan expansiva que por momentos resulta difícil de creer. Nuestro protagonista irrumpe en la escuela directamente como un estudiante de quinto curso. Tras la pertinente ceremonia con el Sombrero Seleccionador en la que elegimos casa, el mundo se abre ante nosotros.
Explorar Hogwarts es una auténtica delicia. Un fantástico laberinto de torres y galerías repleto de secretos donde siempre sucede algo interesante en segundo plano, ya sean los cuadros en movimiento, fantasmas practicando esgrima o estudiantes recibiendo cartas vociferadoras. El nivel de detalle es apabullante. No hay cortapisas artificiales, sino que cada estancia es completamente transitable. Un verdadero parque temático virtual que nos permite sumergirnos de lleno en los escenarios de la ficción literaria como un personaje más.
Sin embargo, el juego va más allá. Hogsmeade, el pueblo cercano, está recreado en su totalidad, con sus tiendas y bares característicos. Y luego el lago, el Bosque Prohibido y una extensión enorme de bucólico paisaje escocés, con castillos en ruinas, ajetreadas minas, panteones olvidados y pintorescas aldeas explorables a vuelo de escoba o, más adelante, de hipogrifo.
Contamos con un arsenal de más de veinte hechizos para resolver los numerosos puzles y para combinar en un sistema de combate un tanto caótico, pero espectacular y letal. En la Sala de Menesteres podremos preparar pociones, cultivar plantas y criar bestias fantásticas en viveros especiales. Ciertas partes del diseño no dejan de ser convencionales, pero el esfuerzo que el estudio ha realizado para transmitir la ilusión de ser un aprendiz de mago es ingente.
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El juego, ambientado a finales del XIX, gira en torno a una rebelión de duendes y la conexión que nuestro personaje mantiene con la Magia Antigua, lo que nos lleva a explorar los recuerdos de un grupo de profesores de siglos atrás. Aunque mantiene un aura de misterio, no termina de capitalizar el interés inicial y apuesta por una resolución convencional.
Mucho más logradas están las subtramas de nuestros amigos, especialmente la de Sebastian Sallow, un estudiante de Slytherin al que la aflicción de su hermana gemela le lleva a buscar una solución en las Artes Oscuras. Es una historia tenebrosa, muy romántica en su concepción de héroe trágico.
Un juego de rol elevado por la desbordante imaginación de una autora que supo ganarse a toda una generación antes de que la condujeran al martirio de las guerras culturales.