Venezuela tiene, desde hace ya décadas, sus venas abiertas. La corrupción generalizada de la vida venezolana, comenzando por las instituciones de la república, han traído estos lodos que amenazan la vida de un pueblo bravo y entero. Para ver lo que digo, lean, entre otros libros, el gran ensayo de Beatriz Lecumberri, La revolución sentimental; El chavismo como problema, del históricamente grande Teodoro Petkoff; The night, de Rodrigo Blanco Calderón; de Alberto Barrera Tyszka: Patria o muerte y Chávez sin uniforme, y Los maletines, de Juan Carlos Méndez Guedes. Venas abiertas, digo, siguiendo el título del ensayo que acabo de terminar de leer hace unas horas: Venezuela. Biografía de un suicidio, un breve pero profundo y denso ensayo de Juan Carlos Chirinos, uno de los escritores venezolanos que conozco, el más venezolano y el más escritor de todos los escritores venezolanos que he leído. Incluyo a mis amigos, ya fallecidos, Salvador Garmendia, Adriano González León, Guillermo Morón y el poeta Caupolicán Ovalles.
Chirinos entra en su ensayo (editado por La huerta grande), después del prólogo de otro grande, Nelson Rivera, como un ciudadano de la Revolución francesa: a saco, sin dejar títere con cabeza, sin desdecirse de su naturaleza de origen y de su trascendencia social. Chirinos se proclama con este texto como un gran intérprete de lo que sucede en la actualidad en su país, esa revuelta constante contra el poder de Maduro, el chavismo, los militares sumisos y comprados por ese mismo poder. Hace un melancólico recorrido histórico, explicando lo que se pudo haber evitado, todo esto, con educación, respeto y firmeza de la República de Venezuela; en lugar de caer en la sordidez absoluta de un país asombrosamente rico en recursos naturales donde las élites daban el ejemplo claro: robar todo lo que se pueda es lo más inteligente del mundo.
El resultado es este deplorable suicidio de un país que gastó en robar todo lo que tuvo y lo que tendrá; un país entregado durante años al delirio del desbarajuste y el gasto por el gasto; el gasto exagerado, la conchupancia irremediable, la corrupción definitiva de la democracia. El error de la Cuarta República: corromper a todo el mundo. El más grave error del chavismo, con y sin Chavéz: después de la corrupción, y con la bandera de la supuesta justicia, seguir corrompiendo a todo el mundo y robarse "ellos" los reales del país como si siempre hubieran sido suyos. Es decir: antes la corrupción era de los ricos, ahora la corrupción era de todos. El ejemplo del chavismo, sacado de las más sórdidas sentinas del castrismo decadente llegó a Venezuela de la mano de un carismático jefe que, además, tenía, para mucha gente, una bis cómica digna de ser tenida en cuenta. Cosa que perpetúa Maduro en su estólido analfabetismo, en su incapacidad vulgar para hacer cualquier cosa bien (ahí está su bochornosa biografía) y su histriónica manera de vestirse, camino de parecerse a otro tirano de postín: el coronel libio Gadafi.
Chirinos no da soluciones, ni ese es el objetivo de sus ensayo, escrito en una prosa de corazón, bella, venezolana en el mejor sentido, llena de frases que no voy a repetir de antemano (el libro saldrá a la calle a partir de mediados del próximo septiembre, léanlo con la mente y con el corazón); una prosa musical llena de dignidad ética y estética, una especie de escritura que cabalga sobre la gran sabana histórica de Venezuela para llegar aquí, a este laberinto de ahora donde el conflicto lleva desde hace años, como digo, con las venas abiertas. Si este es el resultado de lo que Galeano expresó en su ya desmadejado Las venas abiertas de América Latina; si lo que se quiere es este final, donde el pueblo se somete al tirano y a sus poderes castristoides; si ese es el destino de un pueblo como el venezolano, sepan que también en el ensayo de Chirinos hay una esperanza: el pueblo venezolano no se rinde, el venezolano aguanta cuando le aprietan, pero -y está en su historia- sobrevive a sus macabros dictadores, resucita en su grito de libertad, y también en su "mea culpa", en esa autocrítica que hoy se hace, un poco tarde, pero segura.
Me ha emocionado mucho leer Venezuela. Biografía de un suicidio. Tengo a Venezuela entre los afectos más profundos de mi alma. Y esos afectos, que se enteren los que no lo sepan todavía (o quienes no lo aceptan), son para mí intocables, profundos e invariables. Chirinos es un escritor que, lo quieran o no, llamará la atención de los lectores de lengua española: auguro que más temprano que tarde. Es muy culto: sabe historia, sabe música, sabe matemáticas, sabe mucha, muchísima literatura; sabe de tragos y de la vida. Vive en España desde hace veinte años y algunos de sus más cercanos amigos lo tenemos por el Cónsul intelectual del exilio venezolano en España. Aunque él no es un exiliado, lo es de corazón; aunque vive en España, Venezuela lo habita hasta más allá de la profundidad de su memoria y su escritura. En fin, es uno de los nuestros. Enhorabuena por ese ensayo sobre su país; enhorabuena por su humanidad, su sentido de la ética y su responsabilidad estética.