Rodrigo Blanco Calderon

Rodrigo Blanco Calderon

A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Deben saber

La III Bienal Vargas Llosa se celebró en paz y perfección, mientras desde fuera llegaban los disparos

12 junio, 2019 19:14

En la III Bienal Vargas Llosa, que tuvo lugar en Guadalajara hace escasamente unos días, en una de las sesiones de trabajo abogué en público por la necesidad del exilio voluntario de los escritores (y escritoras, para que no se enfade nadie) como mecanismo de aprendizaje sentimental y vital. Fuera del útero materno, de la comodidad extraña del terruño, de la identidad cotidiana, del conocimiento y reconocimiento del terreno doméstico y familiar, el escritor se convierte en un errante descubridor del mundo y siente, libremente, cómo ese mismo mundo se le mete dentro del alma, y del conocimiento, y él (o ella) va dejando atrás el pelo de la dehesa. Ese viaje necesario, a mi entender al menos, prepara al escritor (o escritora) para la batalla que ha de llevar a cabo a lo largo de toda su vida, hasta adquirir la piel de elefante (o cocodrilo) que es obligatoria para la resistencia en la lucha por la vocación. Claro que hay excepciones: Lezama Lima, apenas se movió de su casa, La Habana; Faulkner se bebió todo el whisky del mundo sin salir de su ciudad del sur, y terminó por inventar un mundo increíble que todavía nadie ha superado; Kafka cambió de casa más de quince veces en un mismo barrio de Praga (su padre lo obligaba a ir con él de pequeño) y no salió de allí en toda su vida. Hay muchas excepciones, pero yo me decanté por esa estancia en otra tierra que el escritor debe asumir como parte de su aprendizaje. Por lo demás, la III Bienal Vargas Llosa, conducida por la gente de la Fundación de la Universidad de Guadalajara y por la misma Cátedra Vargas Llosa, se celebró en paz y perfección, mientras desde fuera llegaban los disparos sobre los pianistas, provocados por un documento que criticaba la ausencia de escritoras en la reunión.

Bueno, hablemos de eso un poco más. El texto de ese documento, que causó asombro y hasta cierta repugnancia moral en la Bienal (sobre todo en las escritoras invitadas a los paneles), está lleno de inexactitudes que yo atribuyo a la mala fe de las redactoras. Deben saber, y ya lo saben (escritoras y escritores), que a esa Bienal asistieron como ponentes invitadas siete escritoras o editoras, y no tres como dicen las redactoras del texto crítico. Deben saber, y ya lo saben (escritores y escritoras) que se invitó a 15 escritoras y editoras, pero ocho de ellas (y ellos) no quisieron o no pudieron asistir por distintas razones, algunas de las cuales no conozco. Deben saber, y ya lo saben, que el jurado, en principio, estaba compuesto por dos escritoras y tres escritores, pero que una de esas escritores, Milagros del Corral, me escribió diciendo que no podía ser jurado en una situación personal muy complicada; deben saber, si nos lo saben, que traté de incluir a otra mujer en el jurado: llamé a dos escritores que me hicieron saber su imposibilidad de asistir como miembro del jurado a la III Bienal. Entonces, deben saberlo, escogimos a un escritor.

Deben saber, además, (escritoras y escritores) que la Bienal invitó a más de ocho escritores y escritoras de las que firmaron ese texto lleno de inexactitudes y mala fe; algunas nos dijeron que vendrían y, después, inesperadamente, dieron de baja su presencia en la Bienal. Deben saber que en el protocolo de la Bienal, y de todos los actos de la Cátedra Vargas Llosa, no sólo no hay ningún documento o actitud machista (en el sentido de marginar a las escritoras a favor de los escritores), sino que, a lo largo de los ocho años de trabajos que llevamos vivos, han estado en los actos de la Cátedra Vargas Llosa más de doscientas escritores y escritoras. ¿Cuántas escritoras? Más de noventa, incluida alguna de las redactoras del texto crítico que ha sido abrazado, apenas sin leerlo, por la mayoría de los firmantes. Deben saber que, personalmente y a lo largo de toda mi vida, he sido tildado de todo, desde agente de la CIA (noticia en origen habanera) hasta secuestrador de niños (por parte de un gañán, Gustavo Domínguez, que no se refinó ni un tanto así durante su estancia en el cogollito de la edición española y que se dedicó a rumorear entre mis amigos y los suyos que yo quería secuestrar a su hija de dos años, ¡el calzonazos!); desde proxeneta a homosexual, desde mujeriego a impotente. Y más. Deben saber que nunca fui tildado de machista y no me he visto nunca como tal. Desprecio al machista y sus costumbres patriarcales, soy un librepensador abierto a cualquier pensamiento y cambio. Deben saber, señoras y señores, que han pinchado en hueso, con las mentiras y desafueros de ese documento. Bueno, al fin y al cabo, han colaborado al éxito público y publicitario de la Bienal, y aunque hay gente que dice que no hay bien que por mal no venga, en esta ocasión sigo el refrán, no hay mal que por bien no vino.

PS. Dos noticias me llegan de Estados Unidos, una mala y una buena. Una, la mala, de Manhattan, un poco exagerada. Un rumor muy extendido me dice que el MoMA va a cerrar sus puertas durante un tiempo para retirar de sus estancias obras de artistas hombres y cambiarlas por obras de mujeres artistas. ¿Hasta la paridad?

La otra es muy buena: el Booker Prize ha sido concedido a la obra de una escritora. Había cinco finalistas: cuatro escritoras y un escritor, mi amigo Juan Gabriel Vásquez. Ni al más machista de los escritores del mundo, que los hay y muchos, se le ha ocurrido dudar, delatando una inmoralidad profesional digna del analfabetismo, de los miembros del jurado del Booker, sean escritoras o escritores, ni de la novela premiada por los miembros (o miembras...) del jurado. Deben saber que ese error de inmoralidad grave es el cometido por las redactoras del documento crítico contra la III Bienal Vargas Llosa, cuya vida y resentimiento guarde Dios por muchos años.

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