Conocí a Rodrigo Blanco Calderón en París, hace unos años, de la mano de su editor en francés, el también venezolano Gustavo Guerrero, que me había hablado de un manuscrito de un joven de su país verdaderamente excepcional. Guerrero es un entusiasta de la literatura, además de un lector empedernido que busca siempre separar la paja del trigo y, a veces, encuentra una pepita de oro en el pajar. Este era el caso con The Night, una novela atrevida en la estructura, finísima y elegante en su prosa narrativa, con personajes muy claros y contundentes. Los actores de la novela, que leí nada más ser editada en español por Pilar Reyes en Alfaguara, son fabulosos aunque reales psicópatas de una sociedad sumida en una psicopatía colectiva, en una sociedad sumergida en su propia locura colectiva, aquella historia reciente venezolana que convirtió en noche a Caracas y la dejó sin luz de vida hasta el momento no presente.
Cuando visité Caracas por última vez, hace ahora un par de años, lo hice por razones literarias, como casi todos los viajes que acometo en estos tiempos tan raros como recios. Fui a la ciudad de la noche en la que se había transformado Caracas (¡Caracas sin tráfico, Caracas sin "carros"!, un valle asfaltado en cuyas calles y avenidas soplaba la nada del silencio por la noche. De ella, en la novela de Blanco Calderón, de la noche de Caracas en plena locura chavista, surgen los monstruos que habitan el mundo de la vida real y la realidad ficción al de una novela que quedará además como testimonio del inútil frenesí de la tiranía que sufre Caracas y toda Venezuela en esta época criminal. Sin embargo, la novela de Blanco Calderón no es una plática moral deshecha en llano por la leche derramada, también inútilmente, sino un barrido fílmico que, transmitido a la palabra, y palabra sobre palabra, convence al lector de que tiene en sus manos una obra por lo menos excepcional en el mundo actual de la novela de lengua española.
No sé todavía si The Night va a quedar en el futuro mediato como un retrato de la Venezuela que ahora sufre el desgarro inédito de cuatro millones de exiliados, sean políticos o económicos. No sé lo que pasará con la novela en estos tiempos inmediatos, una vez que ha ganado la III Bienal de Novela Vargas Llosa en Guadalajara, México, donde tuvo lugar la reunión a la que asistieron y en la que actuaron siete escritoras y editoras (se ha mentido y se sigue mintiendo con la inexistencia de escritoras en la Bienal) y trece escritores, aunque fueron invitados muchos y muchas más que no pudieron o no quisieron asistir finalmente al encuentro. Lo que sí sé es que de esa Bienal queda, sobre la niebla de los embustes exteriores, una gran satisfacción moral y literaria porque hemos premiado The Night, una novela, como ya he dicho, extraordinaria.
Un cínico que va de bondadoso y racional sugiere, en uno de sus panfletos con ínfulas de escritor irreprochable, que en la Bienal miramos mucho para los amigos y que esa condición es suficiente para lo que nosotros entendemos cómo calidad literaria. Este chico no lee: que lea The Night y aprenda, no sólo a perder un premio literario del que abomina después de haberse presentado ya un par de veces, sino a escribir una novela mejor que todas las suyas. El rencor del perdedor "bonito", del escritor que cree que escribir un alegato a partir de una mentira flagrante y contra un premio que sus novelas han perdido, forma parte de su ética personal no es más que un cínico disfrazado de hipocresía y doblez.
Volvamos a The Night. La novela es la primera que escribe y publica Rodrigo Blanco y abre un camino para el entendimiento de lo que sucede en Caracas y en Venezuela. Sucede que, tras la llegada de Chávez, el panorama informativo y "opinativo" se llenó de venezolanólogos, tipos que alguna vez anduvieron los bares de Macuto esperando el enlace del avión que los llevará a su destino y que resultan ser unos entendidos en los males y los bienes del país. He estado veinticinco veces en Venezuela, a veces me confunden con venezolano (y me honra), he pateado Caracas en su mejor momento saudí, he amanecido en esa ciudad de mi alma desayunando un pabellón criollo en el Tamanaco; he dado conferencias, viajado por el país, conocido a muchos y muchas venezolanos... Y no conozco tan bien como se dice ese país. Y ahí iba: The Night me ha ayudado a comprender gran parte del laberinto que sufre Venezuela en la actualidad. Si les interesa Venezuela; si les interesa la literatura; si a ustedes les gusta leer novelas de calidad literaria, conozcan o no al autor -un tipo afable, educado y empático-, lean The Night. Es una recomendación que les hago encarecidamente. A ver si, de verdad, tengo razón o no.