Enrique Serna. Foto:  Secretaría de Cultura

Enrique Serna. Foto: Secretaría de Cultura

A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Vender silencio

'El vendedor de silencio', de Enrique Serna, es una novela casi perfecta que relata la vida de un periodista corrupto, siempre en connivencia con el poder

1 julio, 2020 13:37

Enrique Serna, novelista mexicano, acaba de ganar en su país el premio Xavier Villaurrutia con El vendedor de silencio, su última novela publicada. Me llevé una alegría al conocer la noticia porque había leído, en plena pandemia, el libro de Serna y me asombró la capacidad del escritor, por otro lado muy conocida, para escribir una novela casi perfecta. El vendedor de silencio es la historia de México en tiempos de los sexenios presidenciales de Ávila Camacho y Miguel Alemán, cuando México formaba parte de los países de cabecera del mundo, un país completo en vías de desarrollo que parecía salir a flote gracias al orden constitucional, a un proceso acelerado de la economía y a que contaba hasta con una máscara de justicia social incipiente.

La novela relata la vida increíble de Carlos Denegri, el periodista máximo de la época, un hombre que vendía silencio y lo cobraba con creces, un periodista corrupto, siempre en connivencia con el poder político y económico, un crápula moral e intransigente, vanidoso hasta la enfermedad. Vamos, un dechado de virtudes que señala al periodismo mexicano como uno de los poderes corruptos del sistema. Denegri era a veces, durante temporadas, el urdidor de mentiras y el silenciador de verdades: todo según sus intereses. Un hombre que incluso tiraba por tierra el mantra periodístico según el cual "perro no come carne de perro". Para él, la vida era una batalla continua por el poder personal, por la influencia en todos los campos del poder. En realidad, su vocación era la de un activista que todo lo compraba y lo vendía, que chantajeaba a todo aquel que él creía que era necesario hacerlo, derrumbaba criterios, tiraba por tierra prestigios, o elevaba a a algunos mediocres y delincuentes a los cielos de la virtud. Todo lo que dicen que el periodismo no es y no debe ser: la prueba de todo lo contrario es Denegri. En política interior, en política exterior, en las costumbres del país, entre las mujeres, las suyas y las de los demás.

Con ser muy interesante la descripción de la personalidad esquizofrénica y paranoica de Denegri, lo mejor es la manera de contar el México de aquella época que, sin embargo, no ha mejorado ni para el periodismo mexicano ni para México entero. El atrezzo es necesario tanto en una novela como en un relato corto, así como en cualquier película. Sin atrezzo bien dibujado no hay credibilidad para la novela que se está leyendo. Eso y la brillantez de Serna para contarnos una historia que puede sernos tan cercana como lejana, deja en el lector un buen gusto por la novela tras acabar de leerla. Vale la pena que la editorial Alfaguara, que la publicó en México, la traiga a España para que los lectores españoles conozcan mejor a uno de los más brillantes novelistas del México actual, cuya pujanza literaria está ya fuera de dudas. Conocí personalmente a Serna en la última convocatoria de la FIL de Guadalajara. Había escuchado parabienes de su novela a los novelistas mexicanos más dispares, que me lo señalaban como un escritor tan necesario como gratificante de leer. Tenían razón.

A pesar del asunto y el tiempo que narra El vendedor de silencio, la novela no resulta una diatriba moralista, de esas que tantos escritores de hoy, con su alma limpia y recién confesados, son capaces de perpetrar en cualquier parte del mundo y luego se pasan la vida haciendo mal al prójimo más cercano y a todo aquel que se le ponga por delante. "Perro no come carne perro" es una mentira que repiten todos aquellos periodistas embusteros que se pasan la vida pisando a sus compañeros, distribuyendo silencio cuando había que aplaudir, aplastando a los de abajo y sometiéndose vergonzosamente a los que mandan. Claro, tienen su ideología, que es en este caso la conveniencia personal, trabajar para él mismo en exclusiva y sin perder tiempo alguno, masacrar al "enemigo" en una guerra que inician siempre, o con silencios o con ataques que ellos creen y pronostican de muerte. En mi etapa periodística, en la prensa, en la radio y en la televisión, los he conocido a montones. Eran mentecatos con corbata, sin ninguna ética y sin ninguna estética. Un día me llamó uno y me dijo que teníamos que hablar con "el director". Les pregunté por qué. "Para recibir instrucciones", me dijo. ¡En la radio todo lo que decían eran instrucciones del director de la emisora! Era un escándalo a la intemperie, pero a él, a ellos, todo eso les importaba muy poco.

Algunos de ellos sobreviven hoy, en la vejez repetitiva, en tertulias que no escucho y en artículos los que no leo. De vez en cuando los veo, enfermos de vejez y como si fueran pimpollos inocentes, hablando y hablando disparates que son pura jerga política, "instrucciones" de los jefes que realmente los mantienen y les pagan. Asco puro. Cuando leí El vendedor de silencio caí en la cuenta de que yo había vivido entre los personajes corruptos que aparecían en las páginas de la novela de Serna. En todas partes cuecen habas, pero parafraseando a César Moro, en cierto periodismo corrupto y vendedor de mentiras sólo cuecen habas.

El Cultural

Nela Arias-Misson, la pintora que no quiso vender su obra

Anterior
Foto: Jesús Chacón

Antonio Banderas y María Casado presentarán los Goya

Siguiente