"En todas partes cuecen habas, pero en el Perú sólo se cuecen habas". Es una frase del poeta surrealista César Moro (el profesor Fontana de La ciudad y los perros) y se refiere a la esfera social, a la política y, en general, al mundo y a la vida en el Perú, incluida su historia. Termino de leer Sin anestesia (Planeta, Lima, 2021), de Pedro Cateriano , una crónica sin ficción de la política peruana de los diez últimos años. Si tuviera que adjudicar un adjetivo a esta lectura lo reduciría a uno terrible: espeluznante. El lector cree, en algunos momentos de Sin anestesia, estar ante una obra de ficción, de política-ficción tenebrosa, donde los presidentes de la República y todos o casi todos los partidos políticos son gánsteres de una escala sideral en la corrupción y en el execrable modus operandi de tratar la política. Desde Fujimori hasta PPK, Pedro Pablo Kusinski, que da nombre con sus iniciales al último fraude político que ganó las elecciones en el Perú.
En todo este mundo donde sólo se cuecen habas, es difícil encontrar un hombre justo en la política: un tipo que se la juega por dejar la huella personal de su ética incólume en esa misma vida política, una guerra de gánsteres contra gánsteres donde la buena voluntad y el diálogo son procedimientos inexistentes desde hace largo tiempo. Pedro Cateriano escribe Sin anestesia y le da ese título a su memoria política con toda razón: ¿cómo se puede soportar esa 'operación vital' en la que él ha estado metido de hoz y coz, éticamente limpio, sin ninguna anestesia? Se comprende con facilidad que Cateriano fuera enemigo de todos los sinvergüenzas corruptos que han llevado al traste al Perú en los últimos diez años, una década atroz en la que el país de Pizarro sigue metido en penurias. Obsérvese que, en este momento, cuatro de los últimos cinco presidentes constitucionales del Perú están bajo arresto o pendientes de juicio; están bajo la lupa de otros juicios muchas fujimoristas, empezando por la propia hija del dictador, Keiko Fujimori, y otros tantos aprietistas, seguidores de Alan García, que se suicidó hace un año causando la sorpresa de la vida política en el Perú y en toda América.
Cateriano ha querido, con esfuerzo y sin anestesia, dejar constancia de su paso pasional y al mismo tiempo reflexivo por la política del Perú, en la más alta de las élites: Viceministro de Justicia, Ministro de la Defensa y Primer Ministro del Presidente Ollante Humala. ¿Y cómo un hombre de las características éticas y estéticas de Cateriano se dejó atrapar en esta tela de araña llena de delincuentes?
Ah, amigos, la condición humana y sus múltiples recovecos pasionales llevan a la gente honesta a creer que se puede luchar todavía contra las redes elitistas corruptas. Y que se les puede ganar en buena lid. Porque Cateriano, y se nota en la redacción de esta crónica asombrosa, tiene una ética de la memoria (algo parecido a una memoria ética) insoslayable e invulnerable a la corrupción y a los vicios de esa misma élite. No es difícil comprender por qué fue el enemigo de todos y, sobre todo, por qué todos, empezando por Keiko Fujimori y Alan García, fueron enemigos de él. Al final, Cateriano fue el hombre más investigado en su ejercicio político de toda la historia del Perú; el político más temido y al mismo tiempo odiado por las élites corruptas en este juego gastronómico donde sólo se cuecen habas. De modo que Sin anestesia deviene crónica política y épica ciudadana cubierta por una limpieza moral que es impropia de las gentes de la política en el Perú, cuya costumbre es toda la contraria: la mentira, la conchupancia (como la llaman en Venezuela), la corrupción, la podredumbre ética y estética, con el consiguiente desánimo de la ciudadanía, martirizada por las clases políticas y los vaivenes impuestos por los cambalaches de estas.
No suelo leer libros de políticos actuales, pero he seguido de cerca la carrera de Pedro Cateriano hasta el punto de saber que es un fuera de serie, una suerte -buena suerte- de excentricidad en la política en general y en la política peruana en particular.
Sin anestesia es una lección de memoria e, insisto, de ética. El estilo en el que se escribe es periodístico, pero diciendo la verdad (cosa que no siempre, o casi nunca, suela hacer el periodismo de ahora). Se puede leer con la facilidad con la que el político escribe su verdad y con el sentido común que deriva y dimana de la lectura. La buena voluntad en política, la honradez, la dignidad republicana, el modo honesto de estar en la vida, la lucha sin anestesia en un país y un sector donde las élites lo son sólo de nombre y no son ejemplo de nada. Así las cosas, el libro de Cateriano, su memoria ética (o su ética de la memoria), resultan una necesaria lección de moral y una enseñanza para viejas y nuevas generaciones en un mundo que, como se está viendo, no parece que vaya de ninguna manera a mejor.