Emilio Machado me llama desde Barcelona para hablar del Ulises de Joyce, uno de sus libros de cabecera. Me recuerda que Marilyn Monroe había leído cinco veces el texto cumbre de Joyce y que la actriz tenía uno eficiente intelectual muy por encima de lo normal. Yo no tengo ese coeficiente y me costó mucho leer -en español, en la traducción de José María Valverde- el Ulises en mis tiempos de estudiante universitario en Madrid. Luego intenté inútilmente leerlo en inglés, en el inglés de Joyce y desistí sobre la página 100 del texto, como seguramente hubiera desistido Marilyn Monroe de haber querido leerlo en español.
Para mí es un texto capital de la literatura universal del siglo XX, Joyce en estado puro, flemático hasta el sarcasmo y lleno de humor ácido o dulce en cada una de las esquinas de cada página. Los personajes son héroes locales que cantan su vida aparentemente sedentaria, o tal vez realmente sedentaria, en Dublín, una ciudad que entra en la literatura universal de la que hablamos gracias a escritores como Joyce y otros cuantos más, todos excepcionales.
Cada capítulo del Ulises es una epopeya, un recorrido, un viaje por la nada y hacia la nada, o por el todo de los personajes hacia el todo de ellos mismos, girando sobre sí mismos y su territorio. Sea como fuere, la influencia del Ulises en este siglo de vida del texto joyciano es enorme en todas las lenguas y los lectores del mundo. ¿Cómo podía haber escrito Julio Cortázar su Rayuela" sin el Ulises de Joyce? ¿Cómo Lezama habría escrito su Paradiso sin haber leído al frenético y divertido Joyce del Ulises? ¿Cómo Cabrera Infante hubiera escrito Tres tristes tigres sin el Ulises, y La Habana para un infante difunto? ¿Cómo incluso Juan Goytisolo habría escrito Reivindicación del Conde don Julián o Torrente Ballester la epopeya celta y gallega de La saga/fuga de J.B.? Dejo estos ejemplos entre nosotros, los que leemos y hablamos español, pero la influencia del Ulises en inglés, no sólo en la narrativa, sino en la poesía, es inmensa a lo largo del siglo de vida del texto joyciano.
Tengo la costumbre de recibir jóvenes escritores -que a veces se pasan al tratarme de "maestro"- que quieren saber cómo se hace un escritor. Cortázar, les digo, aconsejaba leer mucho, escribir mucho y romper casi todo lo que se escribe, aunque algunos corta zarianos profundos se atreven a decir que el argentino nacido en Bruselas en 1914 ni siquiera corregía sus escritos. A mí Rayuela me parece el mejor libro de cuentos y, de paso, la mejor novela de Cortázar, un mundo odiseico lleno de laberintos como el libro-novela del que viene directamente: Ulises de Joyce.
Cada capítulo del Ulises es un cuento, un relato, una nouvelle inolvidable de la vida que parece ser cotidiana para sus protagonistas, famosos en el mundo entero gracias a los miles y miles de lectores que ha tenido desde su nacimiento la novela de Joyce. A esos jóvenes que quieren ser escritores les aconsejo yo una tarea más ardua que la de Cortázar: leer el Ulises, aunque sea en español, aunque sea en cualquier traducción, en las que -por decirlo claro- se pierde bastante alma del Dublín que con sarcasmos varios describe Joyce en la novela.
Uno de esos jóvenes aspirantes a novelistas vino un día a mi casa a decirme que él no tenía tiempo de leer porque se pasaba todo el tiempo de trabajo escribiendo. "Mal hecho", le dije, "cómo vas a escribir sin referencias literarias, sin la vida anterior de la novela a la hora en la que te has puesto a escribir la tuya". Insistió en que su criterio era no leer sino escribir. Le serví un par de ginebras con hielo y cáscara de limón, le enseñé mi biblioteca y amablemente le indiqué el camino de salida de mi casa.
A otro amigo, muy buena persona, escritor tardío, le recomendé leer el Ulises (él sabía mucho inglés) y, en la próxima vez que nos vimos, se rió de mí por la broma que le había hecho. "Eso no es una novela, eso no es literatura", me dijo muerto de la risa. Me reí yo también y le añadí que leer la Odisea de Homero era mucho más difícil porque él no sabía nada del griego clásico ni tenía ya tiempo para aprender lo que significaba la metáfora del viaje por la vida.
El controvertido y fantástico texto del Ulises de Joyce es para mí uno de los libros más bellos de la literatura universal, junto a la Odisea de Homero, la Divina Comedia de Dante y Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Pero, en fin, el mundo es libre, la mujer es libre, el hombre es libre y viva la librería. Sí, eso es lo que quiero decirles hoy: el Ulises de Joyce es un artefacto literario que triunfa sobre el tiempo que lo ha convertido en frontera, porque hay quienes pudieron con el Ulises y hay quienes ni siquiera lo intentaron o lo dejaron para un momento posterior que nunca se produjo.
Mi homenaje hoy, tras escribir estas notas, será leer un par de capítulos del Ulises y compararlo con mi lectura de la Odisea. Es un ejercicio que me puedo permitir, en español y en griego clásico, una lengua en cuya literatura está todo o casi todo, una literatura en la que comencé a entenderlo todo. O casi todo, porque del texto de Joyce me queda mucho por aprender y entender. Seguiremos intentándolo.