En el principio de Conversación en La Catedral, Zavalita, identificado por la crítica como el alter ego del autor de la novela, Mario Vargas Llosa, se hace su reflexión más pasional al preguntarse sobre su propio país: “¿Cuándo se jodió el Perú?”, se dice a sí mismo en silencio. Y más adelante: “Perú jodido”, se lee en la novela. La novela se publica en 1969 y estamos en 2023.
Estoy completamente seguro de que Vargas Llosa/Zavalita nunca habría hecho una predicción en 1969 sobre el Perú jodido de ahora, mucho más jodido hoy que en 1969, cuando Zavalita se hace la pregunta que define la novela. Estamos hablando del Perú, un territorio amado y odiado por el novelista y por el periodista que se llama Zavalita.
Entonces Perú es un callejón sin salida, en la novela lo es, un mundo degradado a tal extremo que en la reflexión a la que nos convoca la novela el país está al borde del abismo, en dictadura, a punto de guerra civil, en retroceso económico y social. Perú es entonces un país fallido, una nación que no ha terminado por serlo del todo, un país en ningún lugar o en un fin del mundo en el que la vida no vale nada.
Entonces, en 1969, Vargas Llosa es un novelista joven, con una virulencia verbal y una lucidez narrativa únicas. Estamos viendo la llegada al mundo universal de la literatura de un narrador excepcional, asombrosamente joven, con un talento que arrolla y una manera de contar tan atrevida como insólita. Y, entonces, el Perú, su país, es lo que piensa Zavalita y lo que escribe Vargas Llosa.
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América Latina era entonces un continente convulso, lleno de dictaduras y arrasado por el proyecto guevaristas de los cientos de Vietnam, que terminó por desgraciar para siempre el tiempo de las de generaciones de lo mejor de su historia.
¿Era Conversación en La Catedral la predicción escondida de un novelista de tal lucidez política -la de entonces- que la descripción novelesca no es sólo el dibujo del pasado y del presente de aquel tiempo en el Perú sino su desastroso futuro?
Vargas Llosa ingresó en la política activa de su país presentándose a la presidencia del Perú para evitar el intento de nacionalizar la banca del entonces presidente aprista Alan García, que ya apestaba. Desde ese momento histórico hasta hoy, el Perú ha ido de mal en peor. Sus presidentes, desde Fujimori y su autogolpe hasta el pobre Pedro Castillo, están condenados por la Justicia, en la cárcel cumpliendo condena o fallecidos -Alan García- por suicidio para escapar de la Justicia que lo había ido a detener a su casa.
Si miramos la historia del Perú linealmente, la historia de estos últimos cincuenta años, nos daremos cuenta de que, aunque hubo intentos de sacar al país de su propia debacle y momentos en los que parecía que por fin el sentido común de los peruanos se había instalado en una sociedad asfixiada por sus propios errores, el Perú regresaba a su infierno favorito, desde el terrorismo de Sendero Luminoso y la obsesión enfermiza y criminal de los militares por “salvar la patria” hasta la constante y canallesca actuación de los poderosos de Lima que, al fin y al cabo, son los poderosos del país entero. Ahora, el Perú está en el peor de sus laberintos en casi un siglo.
Los catastrofistas señalan la hipótesis de una guerra civil que se puede encender en cualquier punto y que señala la lucha del sur del país contra la todopoderosa Lima, reina del Perú, donde se hacen los negocios, se cobran las coimas y las burguesías liberales juegan a la política hundiendo cada vez más el país.
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Zavalita fue un cronista de la época terrible de las dictaduras y Vargas Llosa convirtió Conversación en La Catedral en una de sus más grandes novelas. No obstante, hay que recordar que, seguramente con la mejor intención, Vargas Llosa ha apoyado a todas estas calamidades -menos, claro, a Fujimori, aunque sí a su hija, para sorpresa de sus lectores más recalcitrantes- que han sido presidentes del Perú desde 1969 hasta hoy.
Cabe señalar que el tiempo no pasa en vano. Vargas Llosa, por cuyas novelas mucha gente ha conocido mejor el Perú que por sus propios historiadores, tampoco es el mismo. Sí, se han escrito novelas sobre la época de Fujimori y Montesinos (entre otras, la titulada Grandes miradas de Alonso Cueto), pero el Zavalita de entonces ya está en la historia del tiempo y en la eternidad de la literatura gracias a Conversación en La Catedral, a mi modo de leer la mejor novela de Vargas Llosa.
¿Y de quién es la culpa, la responsabilidad, a quien corresponde la ignominia de la historia reciente y no tanto del Perú? Si volvemos a leer Conversación… lo veremos: son los mismos de la novela, las mismas clases sociales, los mismos ladrones escondidos tras la democracia liberal, robándola, saqueándola, abusando de un país que en la novela parecía no aguantar más y llega a hoy mismo exhausta, robada viene mil veces, saqueada, ninguneada y asesinada; los mismos de siempre; lean la novela los que no la han leído y reléanlo los que ya la leyeron.
Ahí están las predicciones de Zavalita, aquel Vargas Llosa asombroso, pujante y amante de la verdadera libertad, además de un excelente y excepcional novelista.