El mito de la isla
El escritor debe ser un viajero incansable. Para ser sedentario y escribir hay que ser un sabio como Lezama Lima.
Creta es inmortal por el mito del Minotauro, tan versionado después por los escritores de los últimos siglos. Ítaca es inmortal por el mito de Odiseo, “Ulises”, el héroe eterno que basa su destino en la astucia y en el favor de diosa Atenea. Pero Ulises no es un isleño sedentario, aunque lo intentó sin conseguirlo. No quiso ir a la guerra de Troya, sino que lo obligaron y esta vez de nada le valió su astucia: arar con bueyes en la orilla del mar para fingirse loco no pudo engañar a sus aliados.
Escribe Derek Walcott, y yo lo creo, que “amar un horizonte es insularidad”. Antes vino Cavafis a explicarnos que lo importante no es el regreso sino el viaje. Se basa en Ulises, el héroe viajero. Porque Ulises, también muy versionado, viajó incansablemente, según la epopeya de Homero, para regresar a su tierra. Aunque volver siempre sea morir un poco. En realidad, la aventura de la vida humana es el viaje a través del tiempo que nos toca respirar sobre la Tierra: sólo un instante en el tiempo del universo, apenas un grano de arena en su reloj, menos que el suspiro
de un segundo.
Si la isla es inmortal será porque habrá dos protagonistas que la dibujan en la eternidad del mito: un personaje que lucha contra el tiempo y sus convenciones y un escritor que la consagre como mito inmortal. Ulises hace de Ítaca su destino, su trastorno obsesivo compulsivo, su zona de confort, la cueva materna donde ningún peligro puede acuciarlo. Pero el mito que lo hace personaje es un viajero incansable, un insular que ama los horizontes donde se reflejan otras tierras y otros personajes, otros mitos y otras historias.
[Literaturas populares, por J. J. Armas Marcelo]
Ulises en realidad es un viajero constante que fabrica en su mente de manera compulsiva el mito de su isla cuando su vida no es el regreso a la isla sino el viaje, el incansable viaje lleno de incidentes y accidentes que nos enseñan el mito y el mundo de La Odisea que ha llegado hasta nosotros.
En la epopeya de Homero, aunque no sepamos cuál de los poetas así llamados escribió esta obra, Ulises regresa a Ítaca a consumar la masacre de su venganza y a pagarles a los desleales con la muerte más horrenda.
Pero hay otras versiones. ¿Cómo pudo Ulises vencer el amor del hada Calipso que le promete la inmortalidad si se queda para siempre a vivir con ella? ¿Cómo pudo más el recuerdo de la “patria”, la “familia” y el mito de la su isla insoslayable anclado en su recuerdo?
Soy de los que creen que Ulises se quedó con Calipso para toda la eternidad. Soy de los que dudan de que haya sido un hombre quien escribió La Odisea, sino que fue una de esas princesas enamoradas la que escribió la epopeya homérica con las historias que tal vez Ulises llegó a contarle, añadiéndole el final feliz del regreso que ella le deseó al héroe viajero a la hora su marcha por mar hacia su isla desde la playa de sus amoríos.
¿Y si Ulises hubiera navegado hacia occidente, todo el Mediterráneo que ya había surcado, singladura a singladura, y de verdad hubiera fundado, en uno de esos viajes desde el suelo africano de Calipso, la ciudad de Lisboa como figura en el mito versionado que lleva la contraria al regreso a Ítaca?
La gloria del mito se asienta casi siempre sobre decenas de hipótesis. Sólo hace falta el escritor, el académico, el estudioso que lleve la contraria a la tradición y a la orden de la tribu, el regreso a la patria, a envejecer sedentario tras el orden establecido. La aventura del hombre es una navegación interminable: singladura a singladura como el viajero, día a día como en la realidad es la vida del ser humano.
[Sempruniana (y 3), por J. J. Armas Marcelo]
Los tiempos cambian, pasan las costumbres, los seres vivos, pero el viaje sigue, continúa la aventura hacia la libertad o lo que el mismo hombre viajero cree que es la libertad en cada momento. Ulises hace inmortal el mito de Ítaca y quien escribe sus viajes hace inmortal el mito del héroe.
Por eso soy de los que creo, a pesar de las grandes excepciones que pueden llevarme la contraria, que el escritor debe ser un viajero incansable. Para ser sedentario y escribir hay que ser un sabio como Lezama Lima. Para escribir, el mito el viaje constante es necesario.
El hombre inteligente busca la tranquilidad y el sosiego. El escritor, un loco dentro del hombre, busca la aventura, el viaje, el mito, esa geografía que hace eterna hasta la minucia de una isla. Por eso Creta es inmortal. Por eso Ítaca es inmortal.