Paul Auster. Foto: J. P. Gandul / Archivo EFE

Paul Auster. Foto: J. P. Gandul / Archivo EFE

A la intemperie

Paul Auster en las estrellas

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Conocí en persona a Paul Auster en una de las reuniones que se celebraban durante la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Miami, de la que fui por una temporada asidua presencia. Tengo memoria de que fue Heberto Padilla, el poeta cubano y amigo de ambos, quien nos presentó. Yo había leído a Auster desde que Anagrama comenzó a publicarlo en español y me había quedado prendado sobre todo de La trilogía de Nueva York, para mí un deslumbrante descubrimiento narrativo.

Padilla me presentó a Auster como escritor español que admiraba su literatura y que tenía algo que decirle. Y se lo dije: que había sido miembro del jurado que le otorgó un par de años atrás el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Y le añadí que lo había votado sin ninguna duda. Auster se sonrió y me agradeció mi confidencia con un lenguaje gestual muy claro.

Después lo volví a ver y lo volví a saludar en una Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Guadalajara, México, donde he acudido siempre hasta hace un par de años. Ahí conocí también, años después y con Auster fallecido muy recientemente, a su mujer, la muy buena escritora Siri Hustvedt. Esta vez la intermediaria fue la bella e inteligente editora de Seix Barral Elena Ramírez. Le dije a Hustvedt que admiraba muchísimo su prosa, traducida al español, claro, tanto como la narrativa de Paul Auster al que solo por la trilogía neoyorquina le había rendido admiración sin rodeos.

Y ahora me encuentro redondeando la escritura de un cuento, también neoyorquino, dedicado a Paul Auster. Se titula Madison Avenue y está destinado a un proyecto literario que es también un homenaje directo al escritor de Leviatán: un volumen de relatos escritos por españoles e hispanoamericanos destinados a Auster como homenaje a su memoria literaria y su figura intelectual y humana. La idea original es de Amparo Serrano de Haro (Ara de Haro) y siempre me pareció, desde el principio de su ejecución, un proyecto original que debería de tener la altura intelectual y literaria del propio Paul Auster. Y en eso estamos.

¿Y en qué editorial va a aparecer esa antología-homenaje a Auster? Eso está por ver; primero, porque los tiempos editoriales no están para hacer homenajes antológicos a escritores ya fallecidos, por muy grandes escritores que hayan sido, y Auster lo fue; segundo, porque a estas alturas de este tiempo tan revuelto lo importante ha dejado de serlo: ahora se lleva más la moda, lo llamativo de ahora mismo, el último gran descubrimiento literario y editorial, que luego no resultan ni grande ni descubrimiento. En fin, por tantas cosas que cambian de repente las normas del juego al que estamos acostumbrados y porque la incertidumbre nos vuelve a todos cada vez más tartamudos y titubeantes.

Los tiempos editoriales no están para hacer homenajes a escritores ya fallecidos, por muy grandes escritores que hayan sido, y Auster lo fue

Hubo temporadas editoriales en España donde los escritores y las cosas respetables eran sobre todo eso: respetables y respetadas. Hoy nada de eso es como era, porque ahora no se juega desde el punto de vista a la literatura de verdad sino a un juego más viejo que la Humanidad: el juego de cartas.

Sobre la mesa se ponen en los escaparates de librerías y grandes superficies centenares de libros con frecuencia semanal; los títulos que no llaman la atención del llamado público lector (que, a veces, tampoco es público ni lector) son desterrados a la guillotina y dejan espacio en el escenario al hipotético título que alumbra ser, si se le apoya con la publicidad adecuada, un inmediato best-seller. Los libros, pues, van como el ganado al matadero, sólo se les da una ocasión de sobrevivir, una semana respirando con estrés hasta que a la mayoría les llega la orden de desaparecer de la vida y pasar al mundo de los descatalogados.

De modo que el proyecto de Ara de Haro, un buen proyecto editorial, puede quedar en nada o casi nada: su destino está en el aire; un proyecto diseñado con talento, que trata de hacer historia y memoria de Paul Auster puede incluso escaparse en el olvido, en el ostracismo, en la línea de los tantos proyectos que el mundo profesional de las editoriales españolas ha destinado al silencio o al olvido.

De todas maneras, yo puliré mi cuento, mi relato neoyorquino, como el que pule un diamante especial para mi admirado Paul Auster. Lo recuerdo ahora, en la noche que escribo esta reflexión, como un gigante físico e intelectual, un hombre sonriente, agradable en el trato y tan neoyorquino como Manhattan a pesar de vivir casi siempre en Brooklyn. Hemos perdido al escritor. Se lo llevó un cáncer de pulmón cuando parecía prepararse su nombre como uno de los candidatos serios al Nobel de Literatura. No perdamos su memoria, sigamos escribiendo ese homenaje, sigamos homenajeándolo leyendo sus novelas, sus relatos. Y que lo hagan también los escritores de novelas y cuentos que no lo han hecho todavía. Les aseguro que van a aprender mucho.