En la cartelera hay una joya oculta. Una de esas películas que muchos cinéfilos pueden confundir con "otra estúpida película americana". En esta vida hay que tener algunos prejuicios porque siempre queda mucho bueno por ver para andar perdiendo el tiempo con tonterías. Crazy, Stupid, Love no es una tontería, todo lo contrario, es una bellísima película. Los actores son soberbios. Siento devoción por Ryan Gosling, que es una deliciosa mezcla entre guapo de toda la vida, eso que antes se llamaba clase (el nunca bien ponderado Javier Marías ha convertido el asunto en un work in progress) y un cierto toque perverso que siempre es bueno. Steve Carell es un actor de comedia prodigioso. The Office (versión americana, la inglesa me resulta demasiado cruel) es la única serie del mundo que he visto de cabo a rabo, y me asombran sus matices, su intuición para crear a un personaje al mismo tiempo repulsivo y adorable. Julianne Moore es una actriz de Hollywood como Dios manda, una estrella absoluta, una fantasía masculina hecha realidad, un talento desbordante. Por cierto, que a Carell lo entrevisté una vez y no he conocido a un tío más antipático en toda mi vida, estuve al borde de arrancarle los ojos ante su negativa a contestar otra cosa que no fuera sí, no, a lo mejor. Para matarlo.



Crazy, Stupid, Love cuenta la historia de un matrimonio que se rompe, menuda novedad. Ella (Moore), se ha liado con Kevin Bacon y después de tener el mismo novio desde el instituto decide que ha llegado la hora de darse una alegría nueva. Pero los acontecimientos, como suele suceder en las películas toman un rumbo inesperado y resulta que es él, guiado en todo momento por el ligón experimentado Gosling, quien se convierte en un mujeriego mientras ella se da cuenta de que el Bacon no le gusta. Todo se complica porque el seductor Gosling se enamora de verdad... de la hija de su amigo y aprendiz a malvado. Además, hay un niño inteligente con vena de poeta que, y es insólito, es al mismo tiempo listo y no repelente, culto y no resabiado. Este niño está enamorado de su canguro y su pasión es reconocible y tierna, de ésas que provocan una sonrisa candorosa y nostalgia.



Crazy, Stupid, Love es una película que habla de cosas pequeñas y que defiende los buenos sentimientos y lo hace con gracia, con estilo, con dulzura y con realismo. Te identificas con el dolor de ese hombre que siempre ha pensado que vivirá con la misma mujer y de repente se encuentra solo. Acierta la película al presentar la crisis de la pareja no como un error o una tragedia sino como una oportunidad y un buen aprendizaje. Me pone malo el discurso progre, o sentimentaloide, o demagógico de que estar guapo es malo y que la moda es para idiotas. Cuidarse, comer bien, procurar llevar ropa bonita son virtudes y que lamentemos la obsesión enfermiza por la imagen de la modernidad no quita sus bondades. Estar guapo es una forma de hacerle la vida agradable a los demás y el personaje de Steve Carell aprende una lección fundamental, lo cómodo no siempre es lo bueno, en esta vida hay que trabajarse las cosas, todas, porque nada nos es regalado ni garantizado. Hemos visto muchas películas malas sobre lo importante que es cuidar a la familia y que permanezca unida, ésta lo cuenta con cierto sentimentalismo (¿por qué no?) y de forma bella. Hay secuencias fantásticas, como ésa en la que el padre espía a su ex mujer y a sus hijos y otras tronchantes, como cuando los padres van a ver a la profesora del niño y... hay sorpresa. Da mucha rabia esa gente que chafa las películas.



El Cultural ya informó en su momento sobre el estreno de Sofia Coppola, Somewhere. Gonzalo de Pedro hablaba bien de la película y ofrecía sólidos argumentos, pero no estoy de acuerdo. Mencionaba en un momento dado que hay algo de "los ricos también lloran". No un poco, a raudales. Hay buen cine en esta película, no es desdeñable ni mucho menos. Las gemelas strippers (y putas) tienen gracia, de hecho, lo mejor del filme es ese aire un tanto surrealista (heredero claro del Ocho y medio de Fellini) en el que aparecen mujeres bellísimas por todas partes desnudas o no pero siempre "dispuestas". La secuencia en la televisión italiana, es una fantástica parodia de la era Berlusconi y su humor absurdo recuerda al mejor Harold Lloyd. Pero una cierta banalidad recorre toda la cinta que se suma a creciente incredulidad. Me parece estupendo que Sofia haya decidido contarnos (película tras película, lo de María Antonieta era para degollarla, con perdón) lo mal que también lo pueden pasar los afortunados. Sin duda, se puede estar cargado de pasta y deprimido. Pero también se puede contar bien o contar mal, porque no hay nada malo en filmar a los ricos, lo que no se puede es filmarlos como si la pobreza no existiera. Por bien que nos caiga Sofia, que nos cae, es mucho pedir pretender que nos olvidemos de que la inmensa mayoría lo pasa mal, muy mal, por dinero y un tío que va en Ferrari y se pasa la vida tirándose a modelos en realidad se siente "vacío". La escena en la que llama a su ex mujer lloriqueando es simplemente odiosa, incluida la coda supuestamente satírica. Entonces, el que da pena es el actor, Stephen Dorff, al que le ha caído encima una secuencia indefendible. A veces me entra la duda de si la hija de Coppola más que una directora de cine es, sin duda, la mejor editorialista de moda del mundo. No es poco, ni mucho menos, pero ser un artista es otra cosa.