No quiero ponerme excesivamente melodramático porque el patriotismo es un sentimiento peligroso. Pero, a modo de introducción, comienzo aquí una serie dedicada a homenajear y analizar la obra de autores clásicos españoles. Por dos motivos. Uno, como autodisciplina. Dos, porque sucede un hecho claro y curioso, muchas veces conocemos mejor el cine clásico o canónico americano que el propio español, por motivos que tampoco vienen al caso pero de los todo el mundo se hace una idea. Dicho esto, ahí va.
Gonzalo Suárez
A través de una amiga, me llega una bonita colección de películas de Gonzalo Suárez. Conservo en mi memoria un vago, y grato, recuerdo de su película más conocida, Remando al viento, de la que misteriosamente, más de veinte años después, aún me sorprendo recordando algunos diálogos. Me tomo el lujo de ver las películas de forma cronológica (no todas, sí muchas) y me fascina especialmente la primera etapa, para mí completamente desconocida, en la que Suárez deslumbra con una serie de películas de una radical modernidad que parecen plantear una España posible que muchas veces ha parecido imposible, el anti Franco total.
Si Berlanga, otro grande de la época, saca oro de las miserias de nuestro país, Suárez lo extrae de una realidad muy distinta, esa España subterránea, culta, libre, moderna y cosmopolita que convivía con esa otra gris y pacata de la época que quizá conocíamos mejor. Esos primeros filmes de Suárez eran vanguardia entonces y lo mejor del asunto es que lo siguen siendo ahora, lo cual demuestra su solidez más allá de esa sospecha de modernidad efímera que muchas veces acompaña a lo transgresor. No hay nada más pasajero que esa vanguardia que solo se entiende en un contexto de la época, pero Suárez crea obras audaces para los cánones de hoy mismo.
Ditirambo, ese detective de corte existencialista, es una creación fantástica. La primera película de Suárez, titulada como el emblemático personaje y protagonizada por el propio cineasta y escritor, es una insospechada muestra de Nouvelle Vague en nuestro país, ese estilo cinematográfico en el que el "estilo" era tan importante y donde lo verdaderamente cool alcanza un punto en algunos casos de no retorno en el cine europeo. Ditirambo es un hombre que, como Buster Keaton, reacciona con una irónica indiferencia ante el desarreglo del mundo. Investigador privado erudito, Ditirambo también se liga chicas guapas y arregla sus casos. En España siempre ha funcionado mejor la parodia del género detectivesco o de acción que la asimilación de sus verdaderos códigos. En este sentido, la película es un caso muy poco frecuente de noir patrio con personalidad y glamour, en el buen sentido de una palabra muy malgastada.
El cine de Gonzalo Suárez se vuelve más extraño y experimental en sus dos siguientes películas. El extraño caso del Doctor Fausto recupera a Ditirambo en una aventura de corte metafísico en la que los aires lisérgicos de finales de los 60 se combinan con algunos elementos muy propios del autor: el humor, lo telúrico, la naturaleza como un ente vivo, la sensualidad de las mujeres y lo directamente delirante. Fausto plantea un ejercicio de libertad creativa que hoy tiene algunos herederos (Rebollo, Andrés Duque, Carlos Vermut, Lacuesta), hijos de ese underground patrio que nos propone una imagen distinta de nosotros mismos. Aoom, la siguiente, acentúa ese carácter metafísico y surrealista y aparecen muñecas maquiavélicas, y es una obra rotunda en la que Asturias se convierte, definitivamente, en un espacio cósmico y panteísta. Vale la pena verla dos veces y no hace falta "entenderla", es brutal y profunda.
No quiero que esto sea demasiado largo pero tampoco un homenaje a esa primera etapa, poco reivindicada en su momento y que con el tiempo demuestra su condición fundamental en la historia de ese cine español que hoy mismo se sigue sin premiar en los Goya. La Regenta, trabajo para televisión del que el director reniega un tanto, quizá demasiado corto en el que el cineasta ensaya una suerte de mezcla entre clasicismo y sus elementos poéticos plenamente de su propio imaginario que en el futuro se convertiría en uno de sus sellos. Parranda (1977) es una esforzada película de naturalismo español rural y aunque hay destellos del genio de Suárez en ese ambiente onírico y demencial que acaba creando la película no está entre sus mejores obras.
Remando al viento (1987) fue la consagración internacional de Suárez y sigue siendo una espléndida película. Un Hugh Grant entonces desconocido en plenitud de facultades interpretando a Byron en este filme que aúna mejor que ninguno (al menos de los que he visto, que aun me quedan) todas las obsesiones de un cineasta que también es un reputado novelista y en el que parecen converger ambas corrientes sin solución de continuidad. Película de terror de un romanticismo desatado, si algo brilla en el filme es lo mismo que en toda la filmografía de Suárez, la acérrima defensa de la libertad en toda la dimensión de la palabra. No hay cine menos sectario que el de Suárez y quizá por eso ha envejecido mejor que el de otros directores de la época más laureados entonces, porque en tiempos mucho más marcados por la ideología que los nuestros, el cineasta pretende demostrar haciendo, no reivindica sino que muestra la verdadera noción de libertad. El cineasta, en sus filmes expone una posibilidad revolucionaria de entender el cine y por extensión la vida en la que la ausencia de límites creativos hoy resulta mucho más sorprendente, transgresora y contemporánea que mucho cine "de tesis" de entonces.
El dectective y la muerte (1994) supone un regreso al noir existencial de Ditirambo en una Asturias más hipnótica que nunca. Javier Bardem, que ganó la Concha de Plata en San Sebastián, aporta fuerza a esta perturbadora película de un estilizado futurismo en el que impera el totalitarismo y donde los inmigrantes son declarados culpables, un concepto muy transitado por la ficción de los últimos años pero no mucho en unos 90 triunfales cuya decadencia el filme parece anunciar con siniestra clarividencia. Mediante una trama alambicada que a veces abusa de los conceptos poéticos, Suárez plantea una reflexión sobre la noción del poder planteando cuestiones metafísicas y revelando la brutalidad de la conquista fútil de una gloria a la que la muerte siempre acabará venciendo. La película acaba dando la impresión de asistir a una obra compleja y profunda, como casi todo en Suárez, visionario.