Lo más probable es que para la legión de fans de la novela La soledad de los números primos, entre los que me cuento, es muy fácil que una versión cinematográfica les decepcione. Con su ópera prima, el italiano Paolo Giordano lograba un éxito mundial con enorme resonancia gracias a un texto de una enorme belleza en el que el escritor logra un portentoso retrato de la dificultad de los seres humanos para comunicarnos y establecer verdaderos lazos de amistad y afecto así como el retrato de unos seres hundidos por un pasado trágico que jamás serán capaces de superar. La soledad de los números primos, como el propio título ya parece indicar, es una novela triste que refleja ese ser interior que todos llevamos dentro, tan frágil, vulnerable y solitario.



Para su esperada adaptación cinematográfica, el director Saverio Costanzo ha preferido hacer las cosas a su manera. Desde la primera secuencia, una representación teatral escolar, intuimos que el cineasta se ha propuesto una cosa de lo más extraña, realizar un filme psicotrónico con ecos del glam rock y la estética de los 70 de David Bowie en el que la idea del disfraz y una atmósfera oscura y psicodélica al mismo tiempo marcarán la tónica. Es una decisión arriesgada y extraña que quizá hubiera podido dar buenos resultados pero que no funciona de ninguna de las maneras. Si La soledad novela era de una quietud, sutilidad y sensibilidad apabullantes, en la película todo es ruido, imágenes efectistas y fractura posmoderna.



No solo se equivoca Costanzo con la estética, la estructura en puzzle de la película, que se desarrolla al mismo tiempo cuando el protagonista es niño, adolescente, joven y adulto, resulta del todo inadecuada. Si de lo que se trata es de plantear un thriller con sorpresa no tiene mucho sentido porque muchos espectadores de la película ya conocen cuál es el secreto que encierra la historia y desde un punto de vista narrativo todo resulta lioso y añade más confusión a un look y montajes ya confusos en el que lo videoclipero se une a lo directamente absurdo. Por otra parte, no tengo muy claro si para reforzar la dimensión comercial de la película, el filme se centra en la relación entre Mattia y su "novia" desde el colegio realizando un burdo montaje paralelo en el que los traumas de uno son equivalentes a los traumas de la otra, lo cual supone poner en el mismo paquete dos tragedias de muy distinta significación e importancia.



Es una verdadera pena que en su paso a la pantalla, La soledad de los números primos haya perdido por el camino lo mejor que tenía la novela, el "misterio". El filme supone pasar de lo medido y sutil a lo evidente y operístico, quizá en manos de un cineasta con mayor talento habría podido funcionar, quién sabe, pero el despropósito es épico.