Dos películas que se estrenan hoy nos acercan a la figura, tan cinematográfica, del solitario condenado a un destino trágico. Con desiguales resultados.
1. El vendedor
Marcel Lévesque es un buen hombre. Quiere a su familia, reza sus oraciones, paga sus impuestos y trata de ser amable con todo el mundo. Levesque trabaja como vendedor de coches de segunda mano en un árido paisaje de la Canadá francófona. Su vida se reparte entre el concesionario y la compañía de su nieto y su hija. El director Sébastien Pilote nos cuenta una historia que ya conocemos, la del viejo dinosaurio en un mundo moderno sin compasión marcado por los recortes, los despidos y la rapiña. La del vendedor apocalíptico es una figura trágica ya clásica gracias a obras como Muerte de un viajante de Arthur Miller o Glengarry Glenn Rose de David Mamet. A pesar de su ritmo pausado y su fotografía saturada que a ratos recuerda al trabajo de los hermanos Dardenne por su capacidad también para retratar con sensibilidad los ritos y costumbres de las clases trabajadoras, desde el principio intuimos que algo terrible se cuece en esa imagen del ciervo ensangrentado que abre el filme y sobre todo en esa cámara nerviosa, sutilmente turbulenta. Ganadora de diversos premios en festivales internacionales y presentada en Sundace, El vendedor no cuenta una historia especialmente original pero está muy bien rodada y logra que queramos y nos identifiquemos con ese trágico Levesque, ese hombre gris que sigue haciendo chistes viejos y "coñeteros" con un destino aciago. Es una buena película y vale la pena verla.
2. Sola contigo
María Teresa es una mala mujer. Sus hijas no quieren saber nada de ella, sabemos que hizo algo terrible en su pasado, apenas tiene amigos y malvive su vida en Buenos Aires esperando una redención que nunca llega. Ariadna Gil es buena actriz y logra dar cuerpo, vida e incluso alma a su torturado personaje a pesar de las circunstancias, que son gravosas. La sufrida protagonista es perseguida por un misterioso asesino a sueldo y el director, Alberto Lechi, se recrea en el deambular penoso de esa criatura frágil y destrozada que no parece demasiado interesada en evitar su propia muerte. Sola contigo se deja ver y es entretenida pero abusa de tópicos (el atropello) y de situaciones forzadas (los tejemanejes de su jefe en la empresa) para construir una historia demasiado artificiosa y a la postre poco creíble.