Por motivos que se me escapan, la película de Lee Daniels El mayordomo ha tenido más eco en los suplementos de los periódicos que en las secciones de cultura y no por sus virtudes cinematográficas sino por la historia que cuenta, véase, la de un sirviente negro en la Casa Blanca que durante más de 30 años fue testigo circunstancial (en el sentido de que no participó directamente en la toma de decisiones, se limitó a verlo) de la historia de Estados Unidos. La película está basada, de forma muy libre ya que las licencias son muchas, en una historia real que publicó el Washington Post cuando se veía venir la victoria de Obama y se buscaban precedentes.
El mayordomo, sin embargo, no solo tiene una gran historia detrás, también es una gran película. Está dirigida por Lee Daniels, un director atípico en Hollywood que comenzó su carrera como productor (Monster's Ball), y debutó con una de las cintas más atípicas que recuerdo, Shadowboxer (2005), en la que se narra la historia de amor entre dos asesinos a sueldo, Helen Mirren y Cuba Gooding Jr., separados por la diferencia de edad y la raza y unidos por uno de los amores menos convencionales que recuerdo en el cine reciente. A Daniels el éxito le llegó con Precious, la odisea de una adolescente afroamericana obesa que sueña con ser una celebridad y hace poco veíamos El chico del periódico, una historia de pasiones turbias en Florida.
A Daniels la crítica española le ha dedicado por lo general un sonoro desprecio. Me imagino que debido a que los expertos de nuestro país suelen preferir un cine cerebral y frío a otro que se basa en las emociones a sumar que las películas sobre 'pobres' suelen ser vapuleadas a no ser que contengan grandes dosis de tragedia y la pobreza cumpla sus propias expectativas sobre lo que significa ser un desgraciado (para algunos críticos, que un pobre sea feliz es una ofensa). También sucede con frecuencia que cuando 'queda mal' hablar bien de alguien, nadie lo hace. Este es un país de borregos, por si alguien lo duda.
Dicho esto, El mayordomo es la más académica y 'hollywoodiense' de las películas de Daniels y es un bellísimo filme. Forrest Whitaker, ese actor superlativo, da vida y dignidad a ese hombre que sabe hacer muy bien lo que hace, servir, y como cualquiera sabe, hacer realmente bien cualquier cosa es muy difícil. A través de la relación de su hijo, un furibundo activista por los derechos de los afroamericanos, Daniels plantea el conflicto central del filme, la dicotomía entre el hombre que prefiere resignarse a las injusticias del sistema como forma de sacar a su familia adelante y proporcionarles un futuro digno y la indiscutible valentía de enfrentarse a un sistema inhumano aun a costa de jugarse la vida. ¿Dónde hay más heroísmo, en el joven que protesta y es encarcelado jugándose la vida o en el que se levanta todas las mañanas para cumplir con su deber? No lo sé, Daniels tampoco y no ofrecer una respuesta clara es uno de los grandes aciertos del filme.
Con voluntad épica, el director construye una larga película río que es una epopeya sobre la turbulenta lucha de la minoría negra por cumplir con su destino. No desdeña Daniels cierto sentimentalismo y añade muchos elementos de su cosecha, incluida la muerte en Vietnam de su hijo patriota, lo cual complica aun más la tensión entre los polos que presenta el filme. Oprah Winfrey, esa mujer todopoderosa, se revela además como una gran actriz con su papel de esposa alcohólica y torturada y uno asiste emocionado y conmovido a un retrato apasionante de la historia de Estados Unidos desde la perspectiva de una minoría que pocas veces ha podido contar la historia desde su punto de vista. Una gran película.