[caption id="attachment_774" width="150"] Cristóbal Montoro. Foto: Carlos Barajas[/caption]
Ante las, evidentemente desafortunadas, declaraciones del ministro Montoro y, sobre todo, los dramáticos recortes del cine español, varias consideraciones.
1. El cine español no es malo, pero podría ser mejor. Probablemente, si fuera como le gustaría a Montoro (me temo que una copia insensata del de Hollywood) ni siquiera existiría. Los españoles han invertido durante años una parte de sus impuestos (una parte ridículamente pequeña que no debe ir más allá del 0,1 por ciento a la vista de los 100 millones anuales que gastaba el ICAA y que en la mente de las personas es mucho más dinero) y es cierto que durante años muchas películas españolas dejaban mucho que desear. Lo más curioso del asunto es que precisamente ahora, cuando esa inversión estaba comenzando a dar frutos claros y visibles se corte en seco. Por decirlo de otra manera, no tiene ningún sentido destrozar un sector precisamente cuando la inversión comienza a dar sus frutos. Gracias a esas subvenciones en España se había formado un indicio de estructura industrial y el nivel técnico e incluso artístico de las películas ha experimentado una mejora indudable durante todo este tiempo. Es decir, cargárselo ahora significa tirar mucho más dinero porque todo ese esfuerzo no habrá servido realmente para nada.
2. La fábula del pastor y el lobo. Todos conocemos la historia de ese pastor que, por bromista o por dar la nota, revolucionaba al pueblo para que le ayudaran a espantar al lobo del rebaño. Cuando el lobo finalmente apareció, sus vecinos, hartos de falsas alarmas, lo dejaron tirado. Al cine español le pasa un poco lo mismo, a costa de llorar cuando la cosa iba relativamente bien, cuando los problemas se han vuelto realmente insoportables, mucha gente no está dispuesta a escuchar porque lleva escuchando la misma canción toda la vida. Se tendrían que haber ahorrado muchas lágrimas para cuando tocaban.
3. Un plan de exterminio. Dice Almodóvar en un artículo que acaba de publicar que el Gobierno "está siguiendo un plan de exterminio del cine español". Desde luego, si no lo hacen aposta, lo parece. La mentalidad suicida española, que prefiere hundirse si con ello consigue que se hunda su enemigo, se revela una vez más en esta estrategia absurda de hacer daño a un sector por una cuestión de mezquino revanchismo personal aun a costa de perjudicar el interés general de todos los españoles. Fuera de nuestro país, si no fuera por Almodóvar en mayor medida y algunos títulos que logran triunfar todos los años, lo único que se conocería es la liga de fútbol. Claro que cuando Rajoy va a visitar al Papa no se le ocurre llevarle un libro, un DVD o un cedé de música sino la camiseta de la selección. La sensación es que se sigue la misma política que durante el franquismo, no vales lo que vales, sino tu adhesión al régimen, aunque seas un mediocre, de hecho, si lo eres, tanto mejor. El odio a los artistas es uno de los rasgos más terroríficos de este país.
4. La guerra de Iraq. Dice Almodóvar que el No a la guerra fue el principio del divorcio entre el PP y el sector. Dice el director que lo repetiría aunque "no quede un solo cine abierto". Recuerda que el 90% de la población estaba en contra y manifiesta su derecho a expresarse. Pone el ejemplo de George Clooney, conocido izquierdista y actual número uno de la taquilla con Gravity (este dato lo pongo yo). Tiene razón, pero se olvida una cosa, la destrucción del contrario. El movimiento de la guerra contra Iraq no se limitó a decir lo que pensaba, se dedicó sistemáticamente a llamar poco menos que genocida a cualquiera que se le opusiese. Ese es un rasgo muy español, no disentir dentro del respeto sino de la áspera bronca, y es un juego en el que ha caído el PP pero ellos también. Yo apoyé la guerra y sigo pensando que muchos iraquíes que hoy están muertos no lo estarían si Europa hubiera entrado con Estados Unidos a derrotar al tirano y recuerdo esa época como una de las de mayor soledad y tristeza de mi vida. Mi opinión no valía, yo era un facha, yo estaba en contra. Yo estaba fuera. Y así se sintieron muchos españoles y no me extraña.
5. El futuro. Lo que está sucediendo es alarmante. Es apasionante que en España surja un nuevo underground que se expresa sin cortapisas ni criterios industriales, pero el cine de este país no puede ser cosa de low cost. La progresiva distancia entre películas de gran consumo para todos los públicos y filmes de bajo presupuesto para solaz de los críticos es una catástrofe cultural. La base del cine español tienen que ser películas de entre 3 y 5 millones de euros capaces de conectar con el público medio realizadas de acuerdo a los principios de independencia creativa de la tradición del cine europeo. El futuro no puede ser Zipi y Zape o La herida porque así al sector, como sector, le quedan dos meses de vida.