[caption id="attachment_913" width="560"] Segundo de Chomón[/caption]
Figura rescatada del olvido gracias al empeño del antiguo director de la Filmoteca de Cataluña, Anton Giménez, hoy desaparecido, la obra de Segundo de Chomón (Teruel, 1871-París, 1929) se nos revela hoy como una verdadera obra de arte del cine primitivo y su labor como inventor del lenguaje cinematográfico lo sitúan sin duda como “padre” fundador del cine patrio. Chomón es uno de esos españoles libres y geniales del siglo pasado que desarrollaron su labor creativa tanto en nuestro país como en toda Europa y cuya obra nos sigue maravillando hoy mismo por su audacia e imaginación, por su gracia y originalidad así como por su carácter de rabiosa vanguardia porque Chomón es un “moderno” en el sentido amplio de la palabra. Vemos en él a un artista de su época que enlaza con esa rica tradición de cineastas “inventores” con algo de científicos locos en la que reconocemos a figuras como Meliès y Griffith o Kubrick y James Cameron en el cine más reciente.
El cine se inventó en 1895 de la mano de los hermanos Lumiére y tan pronto como en 1902 Chomón realiza sus primeros filmes asociado a la compañía francesa Pathé, por aquel entonces la más importante del mundo en la producción cinematográfica. Son los inicios del cine y como espectáculo emergente y cumple una función muy distinta a la de hoy. El cine es una ventana al mundo, la mejor forma de conocimiento de lugares lejanos y exóticos hasta la fecha inventada, también es un espacio para la reconstrucción de hechos históricos y una forma de entretenimiento "menor” sin el prestigio milenario del teatro y la ópera (muchos intelectuales “finos” de la época lo despreciaron como banalidad pasajera) y por tanto surge asociado a géneros populares como el teatro de variedades, el circo o el music hall.
El DVD Segundo de Chomón: El cine de la fantasía, que sirve como mejor puerta de entrada al trabajo del artista, nos permite ver cómo su talento se aplica a la más rica variedad de propuestas del cine de la época. Instalado en Barcelona, rueda Los héroes del sitio de Zaragoza (1903), una serie de estampas patrióticas sobre la guerra contra la invasión napoleónica. Un año después, El heredero de Can Pruna, nos presenta una divertida situación cómica cuando un joven de aspecto garrulesco cuelga un anuncio buscando esposa y acaba perseguido por una horda de mujeres. El Chomón fantasioso al estilo Meliès, cineasta con el que compite en talento e imaginación, comienza a aparecer en una serie de cortos que brillan con su infinita gracia: en El rey de los dollares (1905) donde maneja la técnica stop motion, el rodaje fotograma a fotograma que revalorizara Tim Burton con Pesadilla antes de navidad para presentar un sencillo truco de magia con monedas. Maestro en el coloreado artesanal, vemos una manga amarilla y las monedas doradas y a ello, colorear, dedicó Chomón buena parte de sus energías para ganarse la vida llegando a ser una eminencia mundial en este campo.
Ese mismo 1905 se traslada París para trabajar para Pathé y Chomón produce piezas de gran sencillez con las que experimenta con el incipiente cine y demuestra su gran ingenio. Le plongeur fantastique es un gag sobre un hombre que se tira a un río y regresa de él constantemente. El fantástico Ah! la barbe nos ofrece una escena cómica más elaborada sobre un hombre que se está afeitando y se desespera ante el reflejo de un ogro en el espejo. Poco a poco se va sofisticando. La corriente eléctrica, de 1906, nos presenta a un tendero que trata de evitar que le roben con un tendido eléctrico y acaba detenido por la policía mientras los ladrones campan a sus anchas. La figura del clown aparece por primera vez en L’antre de la sorciere y se convertirá en habitual como en La rana (1908) en la que se postula como surrealista y da protagonismo a un anfibio enorme.
A partir de 1907 los cortos de Chomón se hacen mucho más grandes y complicados. L’espectre rouge es una obra maestra del coloreado con una historia sobre demonios y esqueletos. Le boite a cigars es una muestra del cine de atracciones o feerie en el que se convertiría en un maestro y que cultivaría los años siguientes. Un cine que llevaba los géneros de feria tradicionales hasta una nueva dimensión gracias a las innovaciones que había introducido no solo técnicas sino en la planificación. La evolución es constante y muy visible, si en Les oeufs paques vemos a Julienne Mathieu, su propia esposa (con quien al parecer tuvo una relación volcánica), en un escenario de fantasía donde salen figuras humanas diminutas de unos huevos de pascua o en Les Kiriki, acrobaites japonais a unos acróbatas disfrazados de japoneses (el tema exótico arrasaba) rodados con un plano general, tan solo un año después La maison ensorcelée ya nos presenta una narrativa más elaborada y Chomón comienza mover la cámara para enseñarnos mejor los objetos danzantes de esa “casa encantada”.
Termina 1908 con uno de sus trabajos más famosos, el deslumbrante El hotel eléctrico, en el que, prefigurando al Tati de Mi tío, ironiza sobre los trepidantes avances técnicos de la época a partir de un hotel en el que todo funciona de manera automática. 1909 es un año de excitante creatividad y donde vemos de forma más clara la condición visionaria de Chomón. Su versión de Pulgarcito juega de nuevo con las fantásticas apariciones y desapariciones de los personajes (atentos al juego de la maleta que recuerda al de Bergman en Fanny y Alexander) o introduce a un personaje volando por los aires. Le voleur invisible es una versión cómica del hombre invisible de Wells y Voyage sur Júpiter es uno de esos relatos de viajes fantásticos que hiciera famosos Meliès o Lang con su Viaje a la luna.
De regreso a Barcelona, Chomón trata de abrir una compañía de producción española aplicando su experiencia en París. El batacazo económico al parecer fue colosal pero Chomón brilla a gran altura artística. Además de sus relatos sobre Barcelona y Gerona, donde ensaya el precedente del travelling del que los más osados le atribuyen la autoría, conmueve en Superstitioos Andalouse donde el mundo de la imaginación y el exotismo (en este caso flamenco) se dan de la mano de nuevo. Métamorphose donde su esposa protagoniza juegos de magia logrando efectos que se siguen utilizando con frecuencia en la publicidad y videoclips contemporáneos.
De Barcelona a Italia, donde Chomón se instala como operador de cámara y experto en efectos especiales (no se llamaba así entonces) y donde destaca su trabajo en Cabiria, de Pastrone, película de 1914 que fue la más costosa de la época. Cabiria cuenta la peripecia de una niña que sobrevive a una erupción volcánica y la guerra entre cartagineses y romanos con divina fortuna. Fue la película más importante de su época, un antecedente de los blockbusters actuales, y Chomón gozó en ella de enorme libertad creativa. Cabiria es una locura. Es uno de sus breves feeries en versión de dos horas y el mundo antiguo sirve al creador para dar rienda suelta a su desbordante imaginación. Reconocida por Martin Scorsese como la primera película de la historia del cine en la que la cámara estaba en movimiento así como él inicio del cine épico. A partir de allí, la primera guerra mundial paralizó la industria europea dando paso al dominio de Hollywood.
La última gran película en la que participó Chomón, y no es poca cosa, es la célebre Napoleón, de Abel Gance, aunque no está muy claro cuál fue su aportación y su importancia, curiosamente el librito que acompaña al DVD, escrito por el historiador Joan M. Minguet prefiere obviarla aunque la contraportada sí le menciona. Al parecer, estaría acreditada su participación en al menos un par de secuencias, el asedio a Toulon y la sobreimpresión de un águila a la llegada del general a Córcega. Chomón murió de unas fiebres a su regreso de un viaje a Marruecos adonde había viajado para experimentar con una técnica nueva de color. Nadie reclamó su cuerpo y acabó en una fosa común. Su figura brilla hoy más que nunca. Cabe imaginar lo mucho que se hubiera divertido hoy con las mil posibilidades del cine moderno.