'Ted Lasso': fútbol en almíbar
Analizamos la segunda temporada del primer gran éxito de Apple TV, las aventuras de un entrenador yanqui en la corte de Alex Ferguson
Con el estreno de Ted Lasso (Brendan Hunt, Joe Kelly, Bill Lawrence, Phoebe Walsh & Jason Sudeikis, 2020-?), Apple TV cantó bingo (o gritó Emmy, que para el caso es lo mismo). Las aventuras británicas de un entrenador de fútbol americano reconvertido en técnico de ese fútbol que no necesita ningún gentilicio para definirse cautivaron a crítica y público. Es cierto que no sabemos a cuánto público, pero de su constante presencia en la conversación social deducimos que la serie gustó. Tanto es así que la segunda temporada que la plataforma de la manzana estrenó el pasado julio (y que terminó en octubre) no llegó en bloque, sino que lo hizo a razón de episodio por semana y, lo que es más importante, amplió sensiblemente la duración de los capítulos: de una comedia de situación (ligeramente modificada) de 30 minutos hemos pasado a una de 40 (y de 10 episodios a 12).
La segunda entrega de esta feel good series es un dechado de buenas intenciones que combina capítulos primorosamente escritos –‘Rainbow’ (2.05), ‘Beard After Hours’ (2.09) y ‘No Weddings and a Funeral’ (2.10)— con otros empachados de una almibarada inocencia en los que la candidez de la propuesta amenaza con pintar de colorado las mejillas de cualquier espectador, incluso de aquellos con alta tolerancia a los edulcorantes –especialmente sonrojante es el navideño ‘Carol of the Bells’ (2.04). Por lo demás, en el regreso de Ted Lasso lo deportivo (el Richmond buscando el ascenso a la Premier League), lo sentimental y las crisis existenciales (la psicóloga deportiva interpretada por Sarah Niles es el personaje clave de la temporada) se cruzan en esta comedia buenista que aborda -siempre de manera superflua- temas tan variopintos como los conflictos morales derivados de los compromisos publicitarios adquiridos por los clubes de fútbol (¿puedo llevar al logo de una compañía que está esquilmando mi país? O, por ir a un caso más cercano, ¿puedo ser un club moderno que no para de pregonar sus valores democráticos y su talante solidario y jugar amistosos en Arabia Saudí?); el futuro de los futbolistas tras la retirada (participar en un reality, ser comentarista de TV o seguir vinculado al deporte rey en otra área… y poco más) o el aterrizaje de milmillonarios con ansias de utilizar la UEFA como el tablero de Monopoly. Eso en el terreno puramente deportivo, en el apartado emocional tenemos las complicadas relaciones paternofiliales, quizá el tema central de esta nueva tanda de episodios, que hacen sufrir sobremanera a Rebecca (absolutamente fascinante Hannah Waddingham), Nate (Nick Mohammed), Jamie Tartt (Phil Dunston) o al propio Ted (Jason Sudeikis) cuyo trauma de infancia, causado por el suicidio de su padre (alguien que “abandonó”), aflora justo tras un divorcio que implica fijar una distancia prácticamente insalvable con respecto a su hijo. También se habla de las aplicaciones de citas como filtro para establecer relaciones sentimentales/sexuales, de los problemas que conlleva compartir amor y trabajo o de la falta de autoestima y de la necesidad de afirmación en un contexto competitivo (aunque, a través del personaje de Nate, la serie alerta de las consecuencias que sobre el ego puede tener un exceso de empoderamiento).
Es esta una teleserie en la que todo el mundo se echa una mano, de ahí que en no pocas ocasiones parezca que extraiga sus diálogos de un manual de autoayuda, pero, más allá de su inocuidad, cuando Ted Lasso funciona (y eso no siempre sucede) lo hace por varios motivos. En primer lugar, por la habilidad de los guionistas para jugar con la rima y la circularidad. Para eso es fundamental dominar un concepto como el de plant -sembrar una idea (normalmente) al principio del episodio y recuperarla al final- algo que se observa con claridad en varios pasajes, como cuando se emplea el ‘Never Gonna Give You Up’ de Rick Astley como vínculo emocional entre Rebecca y su madre (Harriet Walter), canción que sirve para abrochar el 2.10 y suturar las heridas que se habían abierto entre ambas a raíz de la muerte del padre/marido (la madre la despierta poniendo el tema a todo volumen; Rebecca lo utilizará como elegía para recordar a su padre en el sepelio y, en el cierre del episodio, las dos verán el video musical en la televisión). Como acabamos de ver, la repetición -con el 3 como número mágico- es otra de las claves: en el funeral del padre de Rebecca un grupo de mujeres cada vez más numeroso se encuentra en una estancia de la iglesia, allí se irán conociendo jugosas (y descacharrantes) revelaciones y, hasta en tres ocasiones, se les pedirá que bajen la voz: esa repetición provoca una escalada cómica, pues en última instancia será el cura el que entre a llamarles el orden (antes serán la madre y la mejor amiga de Rebecca, quienes, lógicamente, se sumarán al grupo para seguir con la cháchara y aumentar los decibelios).
Otra de esos resortes esenciales que garantiza la fiabilidad de la serie no es otro que el uso expresivo del soundtrack, con canciones que en todo momento dialogan con las eventualidades que afectan a los protagonistas: en el 2.09 Beard (Brendan Hunt) es abandonado por Jane (Phoebe Walsh) y suena el ‘Alone Again (Naturally)’ de Gilbert O’Sullivan, cuando se reencuentran en una discoteca oiremos el ‘Hello’ de Martin Solveig & Dragonette; o el uso del ‘I’ve got you babe’ de Sonny & Cher para señalar las relación de control que Roy Kent (Brett Goldstein) empieza a ejercer sobre Keeley Jones (espléndida Juno Temple) o la colocación del ‘Karma Police’ de Radiohead en el instante en que Lasso recibe la información de que Nate ha filtrado que se marchó del partido de la FA Cup contra el Tottenham por un ataque de ansiedad (una manera de señalar que donde las dan las toman, por más que el entrenador no sea consciente de haberle causado ningún prejuicio a su ayudante. Por cierto, atención a la ‘mourinhización’ de Nate, cuya transformación se completa en la última secuencia de la temporada).
La serie cuenta con más atractivos, como el arrojo para suspender la(s) trama(s) principal(es) y dejar todo un capítulo en manos de un secundario -coach Beard- y tres personajes recurrentes (los aficionados del pub) en lo que, título mediante, supone una versión british y reducida de Jo, ¡que noche! (Martin Scorsese, 1985), para la que los creadores se toman todo tipo de licencias (estructurales y estéticas) sin por ello lastrar el desarrollo del conjunto, en tanto en cuento abordan una cuestión -la relación Beard/Jane- de la que se ha hablado con anterioridad y que tendrá continuidad en los episodios siguientes.
Uno de los mecanismos básicos que es necesario analizar para entender el buen funcionamiento de la teleficción de Apple consiste en el manejo creativo de la referencialidad. El ejemplo más evidente lo encontramos en el 2.05, todo un homenaje a la comedia romántica en el que se citan algunos éxitos de la década de los 90 no como mero pasatiempo erudito sino para tejer el episodio mediante la aplicación de patrones propios del género. Se hace referencia a Jerry Maguire (Cameron Crowe, 1996) para acabar con un “you had me at coach” que parafrasea el diálogo entre Renée Zellweger y Tom Cruise en el clímax de la película de Crowe, y lo hace porque aquí también se habla del amor perdido que se recupera… aunque sea el amor por un club de fútbol. En ese clímax final es donde la serie muestra sus mayores virtudes: el control del tempo, con Roy Kent tardando una eternidad en llegar al campo, salvando un obstáculo tras otro hasta conseguir su objetivo; una dilatación que se acopla a la duración del ‘She’s A Rainbow’ de los Rolling Stones, por un lado el perfecto acompañamiento para esta secuencia de comedia épico-romántica, y por otro la culminación de una rima entre el concepto de amor y fidelidad que expone Higgins durante el primer acto (conoció a su mujer mientras sonaba el tema de Jagger y los suyos) y la lealtad que Kent le demuestra al club de su corazón con ese emocionante regreso al estadio.
Por lo demás, los chistes que proporciona el entorno multicultural, la chispeante logorrea de Lasso, el uso del montaje paralelo para fijar relaciones de equivalencia entre las experiencias que atraviesan distintos personajes (Ted sacando sus miserias a flote frente a su psicóloga y Rebecca poniéndose al día con su madre en el 2.05) o la entente femenina de la serie -el episodio del funeral probablemente con las mejores secuencias entre mujeres de lo que va de año- siguen dando lustre a esta comedia blanca que, en su segunda temporada, ha querido pintarse con la sombra de ojos del drama para ganar en complejidad, algo que consigue en muy pocas ocasiones. El intento por husmear en el desván psicológico de Lasso es evidente, tanto que en una significativa intervención el entrenador cita a Don Draper y Tony Soprano (dos protagonistas ‘escindidos’) mientras desde la realización se cambia ligeramente la iluminación -casi siempre plana- para oscurecerle el rostro en una sencilla pero efectiva decisión de puesta en escena (2.07) que certifica esa voluntad por mostrarnos la vertiente menos risueña del personaje encarnado por Jason Sudeikis (foto 2). Este detalle y un par de momentos más conforman los highlights de la temporada. A saber, la secuencia en la que Roy ayuda a Ted a que el capitán del Richmond, Isaac McAdoo (Kola Bokinni), recupere su confianza -utilizando la verja de un campo de fútbol para marcar la evolución de la relación entre ambos (fotos 4 y 5)- y la escena en la que Rebecca y su madre repasan, en los momentos previos al funeral del cabeza de familia, la lista de agravios a propósito de las tensiones con su padre, cuya presencia queda sugerida por un aparatoso candelabro (foto 3) que tapa la mitad izquierda del encuadre de manera que aprisiona a madre e hija en la parte derecha, un objeto que aparece por primera vez cuando Rebecca le dice a su madre que la odia por haber sabido que su padre le ponía los cuernos y no haber hecho nada; el candelabro desparecerá cuando se escuche un “lo siento” y reaparecerá para cerrar la secuencia en un gesto de superación (cuando ellas abandonan la estancia, justo antes de la elegía que pronunciará Rebecca y de que veamos que ha asumido lo que sucedió y que es capaz de lidiar con su ex, alguien muy parecido a su progenitor).
Ted Lasso es, en definitiva, una comedia amable e irregular, por momentos resuelta con deslumbrante oficio y en otros excesivamente ñoña y relamida (aunque reconozco que una serie que habla decentemente de fútbol es un 1X en mi quiniela… y conste que la parte intradeportiva la he obviado para no darles la turra). Eso sí, nos vendrá bien como piedra de toque para compararla con una coetánea aparentemente igual de ligera pero considerablemente superior. La semana que viene le toca el turno a Only Murders in the Building (Steve Martin & John Hoffman, 2021). Así que ya saben, stay tuned.