‘Shetland’ o el triunfo de la televisión confortable
La serie de 2013 recuperada por Filmin es la opción ideal en el caso de que se busque la comodidad de una serie que da lo que se espera del género detectivesco.
En un panorama audiovisual donde cada vez es más difícil incorporar a los catálogos propios éxitos ajenos, bien porque sus productores originales ahora tienen canal de distribución, bien porque su elevado precio los convierte en prohibitivos, Filmin siempre ha estado atenta a la hora de agenciarse lo más granado de la producción británica.
Si tenemos en cuenta que los títulos lanzados por la BBC o la ITV siempre mantienen unos estándares de calidad notables que, además, suelen contar con un amplísimo respaldo del público autóctono, la estrategia de la plataforma española sigue una lógica impepinable.
Dentro de las múltiples variantes que uno puede encontrar en el seno del audiovisual british, Filmin viene explotando, desde hace años, una línea centrada en ficciones detectivescas que, a tenor de su mantenimiento en el catálogo, parecen funcionarle muy bien. La última en sumarse a una oferta en la que figuran títulos como Endeavour o Grantchester, además de reformulaciones del true crime como Manhunt, es Shetland, cuyas dos primeras temporadas están disponibles desde el 16 de julio.
No se trata, ni mucho menos, de una serie nueva. De hecho, su primera temporada está fechada en 2013 y constó de dos episodios, las partes primera y segunda de Huesos rojos. Nótese que, según el índice de Filmin, la entrega inaugural incluye ocho capítulos que, de acuerdo con las distintas bases de datos consultadas, supondrían la suma de las temporadas primera y segunda, esta última emitida entre marzo y abril de 2014.
En realidad, la nueva ordenación posee un sentido temático, pues supone la unión de las adaptaciones del llamado 'Cuarteto de las cuatro estaciones', compuesto por las novelas Cuervo negro, Agua muerta, Huesos rojos y Relámpago azul, todos ellos firmados por la escritora inglesa Ann Cleeves.
Si los orígenes de Shetland se encuentran en la literatura, su genoma fue mutando con el paso del tiempo. Con el cambio de la primera temporada a la segunda, o de la segunda a la tercera según la numeración original británica, los guiones dejaron a un lado las novelas de Cleeves para desarrollar casos propios que, en lugar de resolverse cada dos episodios, planteaban una historia más larga que abarcaba la totalidad de la entrega.
La popularidad de la serie, que fue elegida en 2016 como la mejor del año en los BAFTA escoceses, premió con el don de la longevidad al detective Jimmy Pérez (Douglas Henshall), un experimentado policía que regresa a su pueblo natal tras varios años de ausencia. Y su hogar no es otro que las islas Shetland, un archipiélago situado al norte de Escocia, unas islas desafortunadas con una ratio de muertos por habitante que pondrían a prueba la salud cardiovascular de cualquier alcalde.
Uno de los principales atractivos de esta producción de la BBC no es otro que sus paisajes. Siguiendo las enseñanzas del llamado nordic noir, ya desde la primera entrega dirigida por Peter Hoar (It’s a sin, The last of us) se explotan a conciencia sus singularidades orográficas sin obviar el partido dramático que se le puede sacar a un entorno tan peculiar.
Las complicaciones y los retrasos que causan los continuos desplazamientos entre islas. Los grandes y húmedos páramos como aquel en el que se halla el cadáver de la joven Catriona Bruce, en Cuervo negro. Los problemas con la comunicación, debido a la existencia de zonas a las que no llegan las señales de telefonía. Estos son solo algunos de los muchos ejemplos que aparecen en una serie que se esfuerza por superar su condición de thriller postal dotando al paisaje de entidad dramática.
Ahora bien, pese a su éxito y su perdurabilidad, Shetland está lejos de ser un gran procedimental. Le falta la encantadora erudición de Endeavour y su protagonista carece del carisma del pastor Sidney Chambers (James Norton) que lidera Grantchester, una revisión moderna y picante del Padre Brown de Chesterton cuya adaptación, por cierto, también está en Filmin. Si citamos dos teleseries recientes es por no remontarnos a otros ilustres antecedentes como Colombo o, incluso, Se ha escrito un crimen.
El mayor valor de Shetland, y el de su protagonista Jimmy Pérez, es el de resultar tan confortables para la audiencia como un viejo butacón del que podrían sacar un molde perfecto de tus posaderas.
De hecho, la serie sirve a la perfección para definir el concepto de 'comfort tv', que engloba aquellas propuestas que producen en el espectador una sensación de calma, estabilidad y familiaridad frente a las contrariedades con que nos obsequia la realidad; la teleficción como refugio frente a las inclemencias de lo cotidiano.
Pérez es un detective viudo afincando en la comisaría de Lerwick, que cuida de su hijastra Cassie (Erin Armstrong) cuya custodia comparte con su padre biológico, Duncan Healer (Mark Bonner). Su carácter afable no es óbice para que actúe guiado por el más estricto sentido de la responsabilidad. Raras veces pierde los estribos y no deja que las circunstancias adversas alteren su temperamento.
Es un hombre tranquilo, profesional y perspicaz, cualidades que lo barnizan con el mismo tono gris que apaga los azules y los verdes con el que la naturaleza ha pintado las islas en las que vive. Es alguien con el que saldrías a tomarte un té, quizá incluso un par de veces a la semana, pero con el que jamás te irías de cena a no ser que padezcas de insomnio y necesites que te anestesien las neuronas hablándote durante horas de un trabajo que no te importa.
Y Shetland es como Jimmy. Una serie de crimen y misterio, un procedimental convencional para lo bueno y para lo malo, que se sigue con interés, pero de cuyas imágenes uno puede prescindir, pues rara vez son necesarias para seguir cuanto sucede.
En líneas generales, y salvo algún desliz, las tramas están bien construidas. Los diferentes guionistas abandonan puntual y astutamente el punto de vista dominante, el de Pérez o el de alguno de sus ayudantes, para inyectarle expectación al misterio mostrándonos las acciones de algunos de los implicados/sospechosos.
Después, y con la acumulación de temporadas, esa confortabilidad de la que hablábamos emana ya no solo del hacendoso tratamiento de las claves del género, sino de la forja de un sentido de comunidad entre el público y personajes como Tosh, la divertida ayudante encarnada por Alison O’Donnell, o el agente Sandy Wilson (Steven Robertson), siempre preocupado por cuanto les pueda suceder a sus conciudadanos.
La costumbre fomenta una agradable familiaridad entre espectadores, habitantes de la serie y paisaje, de modo que uno se acerca a Lerwick como cuando va a visitar a una tía anciana, sabiendo que encontrará el mismo surtido de galletas de siempre, algún refresco caducado en la nevera y un sonoro beso en la mejilla. Si además, se topa con los rostros de actores de la talla de Brian Cox, Ciarán Hinds, Archie Panjabi, John Lynch o Saskia Reeves, pues mucho mejor.
Pese a que la hayan visto mil veces bajo otras formas, desde Poirot hasta Vera, otra adaptación de las andanzas de un personaje de Ann Cleeves, lo cierto es que Shetland entretiene, te ofrece la recompensa de dar con el culpable tras un par de giros de guion casi siempre bien traídos y no deja la sensación de que todo haya sido fruto de la casualidad sino del trabajo policial. Una serie reconfortante.