Por mucho que los desarrolladores independientes se permitan explorar temáticas que a una editora tradicional le están vetadas, un juego sobre el viaje que muchos refugiados sirios han tenido que hacer desde su país natal hasta Europa no deja de ser novedoso. A pesar de que la historia está basada en experiencias reales, todo lo que narra el juego de Pierre Corbinais es ficción, pero la manera que tiene de presentar el periplo de Nour, desde la devastada Homs hasta un destino incierto, no podría resultar más relevante. La única manera que tiene de mantener el contacto con su marido, Majd, es a través de una aplicación de mensajes en el móvil. El juego se centra en esos mensajes de texto para condensar su narrativa, salpicada de manera eventual por ilustraciones (que hacen de fotografías) y emoticonos, así como la posibilidad de seguir la localización del dispositivo en un mapa. Como jugadores podemos decidir en ocasiones las respuestas de Majd, y el viaje de Nour puede tomar diferentes caminos, remarcando el carácter no lineal de la historia. Sin embargo, como Majd, la historia no gira en torno a nosotros, sino a Nour. Corbinais nos pone en un papel mucho más pasivo, y las decisiones las acaba tomando siempre ella, muchas veces llevándole la contraria a su marido, guiándose por sus instintos, equivocándose y sufriendo las consecuencias. Uno de los aspectos más rompedores de Bury Me, My Love es precisamente la forma que tiene de desproveer de agencia al jugador. La gran mayoría de las veces los videojuegos se basan en fantasías de poder, donde los diseñadores se esfuerzan al máximo para ofrecer una serie de herramientas y desafíos, pero donde toda decisión tiene unas consecuencias lógicas, que se pueden prever de alguna forma. No es así en la vida, y no es así en Bury Me, My Love. Majd puede intentar influir en Nour para que tome todas las decisiones correctas y aun así que ella termine naufragando en el Mediterráneo. El juego tampoco permite guardar de manera manual, por lo que cada decisión es final, y si el viaje termina antes de tiempo, o de una forma poco satisfactoria, la única alternativa es empezarlo desde el principio.
Cuando el juego se lanzó en teléfonos móviles por primera vez se jugaba en tiempo real, es decir, había que esperar una cantidad de tiempo determinada para poder seguir con la conversación con Nour, entendiendo esos tiempos muertos como el tiempo que invertía en hacer las diferentes gestiones. En la versión de Switch y PC que se ha estrenado a principios de este año ya no es necesario interrumpir la experiencia, y aunque se pierde ese factor de verosimilitud (muy bien pensado, todo hay que decirlo), se gana mucho en pragmatismo, acelerando la narrativa para poder seguir el viaje.
Corbinais ha escrito en torno al 80% de un diálogo que, sumando todas las ramificaciones, supera las cien mil palabras, y en cada una de ellas se ha esforzado por aportar detalles personales que dejan entrever el carácter particular de sus protagonistas con recursos tan inteligentes como las erratas habituales a la hora de escribir por WhatsApp. En vez de centrarse en los aspectos geopolíticos o sociales del conflicto, el juego, de una manera muy concienzuda, se obliga a permanecer a ras de suelo, con el foco en todo momento en la humanidad de sus personajes y en cómo hacen para sobrellevar las difíciles circunstancias por las que están pasando. Es evidente que la crisis de los refugiados sirios, aunque no tan aguda como hace un par de años, ha generado una considerable crisis política en el seno de la Unión Europea, por lo que resulta un poco ingenuo considerar que el juego o sus responsables no tienen una evidente opinión al respecto. Pero en vez de dejarse atrapar por esa maraña, el juego apuesta por las fortalezas del propio medio: la fuerte empatía que establece entre los personajes de la ficción y el jugador. Nour describe en pocas palabras, pero de manera muy efectiva, sus emociones al pasar por ciudades destruidas por la guerra, verse atrapada en gigantescos campos de refugiados u obligada a confiar en las mafias de tráfico de personas, su preocupación por sus ahorros menguantes y la forma en la que se comportan las personas en situaciones límite. Bury Me, My Love no deja de ser un título experimental, quizá con un punto de vista sesgado en algunas cuestiones, pero muy logrado a la hora de hacernos conectar de una manera muy íntima con el drama humano de las personas atrapadas en las zonas de conflicto que se ven obligadas a escapar de cualquier manera.