'Trine 4', puzles en el locus amoenus
'Trine 4: The Nightmare Prince' es un rompecabezas agradable, con puzles ingeniosos basados en físicas que fomentan la creatividad al permitir un gran número de soluciones
Frozenbyte es un pequeño estudio independiente finés que se labró un nombre en la industria con las dos primeras entregas de la saga Trine, un juego de puzles que se basaba en torno a las habilidades de tres personajes complementarios: el mago Amadeus, el caballero Pontius y Zoya la ladrona. La fórmula estaba clara: un mundo en dos dimensiones donde en vez de centrar el diseño en la precisión de los saltos, como en un Mario clásico, para superar los diferentes obstáculos se tenía que recurrir a la inventiva y al pensamiento lateral. El problema fue cuando quisieron trastocar la fórmula en el tercer episodio, abandonando las dos dimensiones por un diseño tridimensional que hizo que perdiera buena parte de su identidad, además de elevar considerablemente su presupuesto. El juego fue un fracaso tanto a nivel de crítica como en ventas, y estuvo a punto de llevar a la compañía a la bancarrota. Ahora, cuatro años después, vuelven sobre sus pasos y ofrecen una nueva tanda de puzles en un envoltorio más preciosista que nunca.
El príncipe Selius ha huido de la academia de magia donde estaba encerrado y ha empezado a causar todo tipo desmanes allí por donde pasa. Su falta de control sobre los poderes mágicos que posee hace que se materialicen contra su voluntad los terrores oníricos de todos los que se cruzan con él. Los magos de la academia encargan al trío de héroes perseguir al príncipe para convencerle de volver a un lugar seguro y tratar de contener las apariciones que están sembrando el terror por el reino.
En la librería Gigamesh de Barcelona, especializada en el género de fantasía y ciencia ficción, se celebró hace una semanas un acto donde Maija Koivula y Charlotta Tiuri, directoras de narrativa y arte respectivamente, hablaron sobre el proceso creativo y el uso de los arquetipos clásicos. Pero el juego, a pesar de estar claramente enamorado de los cuentos clásicos, cuya esencia trata de encapsular en cada escena, no consigue más que superficialmente acercarse al objeto de su devoción. Hay aquí un conflicto interesante sobre alguien que porta una maldición muy a su pesar, que causa todo tipo de estragos simplemente por caminar, pero que no por eso se aviene a aceptar una privación de libertad de quienes solo lo ven como un peligro que contener. Pero por mucho que los héroes empaticen con su complicada situación, la solución que ofrecen es tan artificial como carente de significado, y revela que Koivula ha errado por completo al identificar la metáfora del relato. El rol del doppelgänger –tan manido por otra parte– se vuelve tan previsible como el resto de la narrativa, que más allá de un diálogo amable y una voz narrativa cálida no consigue sorprender en ninguna ocasión.
La narrativa es servicial, pero en los aspectos más formales, el apartado audiovisual sobre todo, el juego brilla con luz propia. Trine 4: The Nightmare Prince tiene unos fondos absolutamente maravillosos, de colores saturados, vibrantes, con un destello luminoso que traslada al jugador, mucho mejor que los propios elementos narrativos, a un verdadero mundo de cuento. El modelado de los personajes tiene un acabado un tanto extraño, caricaturesco, que no les sienta muy bien, pero salvo en las cinemáticas, cuando la cámara se acerca a un primer plano, durante el resto del juego pasan desapercibidos, centrando todo el protagonismo en los escenarios. La música, compuesta por Ari Pulkkinen, es otro apartado brillante, digno de elogio, con un uso abundante de instrumentos de cuerda y viento para ofrecer esa sensación de folklore y de bucolismo que dominan los escenarios.
Trine 4: The Nightmare Prince es un rompecabezas agradable, con puzles ingeniosos basados en físicas que fomentan la creatividad al permitir un gran número de soluciones. Las fases de combate son muy deficientes, pero por suerte, al ser tan fáciles, nunca pasan de inoportuno engorro. Es cierto que toda la faceta narrativa aparece como una oportunidad desaprovechada, pero la altísima calidad de la dirección artística del juego y su increíble banda sonora elevan todo el conjunto y hace que merezca la pena sumergirse en su mundo de cuento o de poema en la más pura tradición pastoral.