El pasado 20 de julio, el California Department of Fair Employment and Housing presentó una demanda ante los tribunales denunciando a Activision Blizzard por fomentar conductas inapropiadas contra sus trabajadoras, mantener una “frat boy culture” (refiriéndose a las fraternidades universitarias americanas, conocidas por sus excesos y atropellos) y prácticas a la hora de contratar y promocionar claramente discriminatorias contra las mujeres. La demanda se concentra en el estudio Blizzard Entertainment, radicado en Irvine, California. Blizzard es uno de los estudios más famosos y exitosos del mundo, creadores de franquicias milmillonarias como World of Warcraft, Starcraft, Overwatch, Hearthstone o Diablo. La respuesta inicial a la demanda por parte de la compañía fue muy discutida, sobre todo el correo interno de Fran Townsend, antigua National Security Advisor con George W. Bush, que puso en duda la mayoría de las acusaciones y defendió a la compañía a ultranza. La indignación entre los trabajadores hizo que más de 2600 de los 9500 empleados de Activision Blizzard firmaran un manifiesto exigiendo cambios a su CEO, Bobby Kotick. El 28 de julio, cientos de empleados de Blizzard participaron en una protesta saliendo de las oficinas durante horas para hacer visible su profundo malestar.

La demanda de California se presentó tras dos años de minuciosa investigación. En ella se detallan casos de toda índole, con el más grave involucrando el suicidio de una empleada durante un viaje de trabajo tras sufrir varios episodios extremos de acoso sexual. Es un reporte letal para muchas de las figuras más conocidas de la compañía y que por ahora se ha saldado con la dimisión de su presidente, J. Allen Brack, y el despido fulminante de muchos de los pesos pesados del estudio, como Luis Barriga, que llevaba ejerciendo las labores de director creativo de Diablo IV. A todo esto hay que sumarle el despido el año pasado de Alex Afrasiabi (cuyo nombre sale en la demanda en múltiples ocasiones y cuya patética respuesta a una fan en la Blizzcon de 2010 ejemplifica su forma de ser) que Blizzard hizo con mucha discreción y sin dar explicaciones. También trae a colación la salida en los últimos años de muchas grandes figuras como Mike Morhaime, fundador y CEO de la empresa hasta 2018; Chris Metzen, principal escritor; y Jeff Kaplan, director de Overwatch, entre otros casos.

Hasta ahora, todas estas salidas se relacionaban con la creciente influencia que Activision estaba ejerciendo sobre Blizzard y el descontento que la nueva situación había creado entre los veteranos. Es difícil saber en estos momentos hasta qué punto estos individuos eran conscientes de lo que ocurría con los mandos intermedios, pero cuesta imaginar que desde sus puestos directivos no fueran responsables, al menor por omisión o negligencia, de esa cultura tóxica de trabajo sobre la que la demanda incide con tanto ahínco. Muchos de ellos han publicado declaraciones pidiendo perdón, aceptando su responsabilidad como líderes. No pesan sobre ellos denuncias concretas como actores implicados, como sí es el caso de Afrasiabi, señalado públicamente como uno de los peores referentes del estudio y participante activo de la infame “Cosby Suite”.

Bobby Kotick, CEO de Activision Blizzard

El caso tiene muchas derivadas, y la cronología se sigue sucediendo casi cada día. He decidido dejar pasar unas semanas antes de pronunciarme sobre ello para poder investigar a fondo toda la información disponible y analizar la evolución de los acontecimientos. El caso es tremendamente significativo porque ha propiciado las circunstancias más favorables en años para la creación de sindicatos en la industria, un viejo caballo de batalla y una asignatura pendiente para el desarrollo de videojuegos. Las poderosas industrias del cine y la televisión en la mayoría de países occidentales están reguladas por convenios. En Estados Unidos, los gremios (guilds) tienen un poder casi omnímodo a la hora de poner coto a las majors. En videojuegos no existe nada parecido, por lo que las editoras campan a sus anchas y se aprovechan de situaciones tremendamente injustas para el trabajador de a pie. Las empresas de videojuegos hacen mucho más dinero que los grandes estudios de Hollywood y aunque requieren de una mano obra muy cualificada, se nutren de un reservorio mundial de talento, de una incesante demanda de empleo y de las ilusiones de miles de personas que se sienten muy afortunadas cuando consiguen entrar en la industria, más si cabe si es en uno de los estudios de referencia, como era el caso de Blizzard.

¿Por qué se suceden tantas historias de abusos, comportamientos inapropiados, discriminación, desventajas salariales y demás en la industria del videojuego? Las razones son multicausales y complejas. Quizá la primera que haya que recalcar es que es una industria de entretenimiento comandada, en muchos casos, por individuos de raigambre tecnológica. Se suceden los casos de hombres con claras carencias emocionales en su desarrollo afectivo en el centro de la polémica. Quizá sea una simplificación burda, pero muchos de estos no crecieron siendo precisamente los más populares del instituto, entre ordenadores, líneas de código y foros de internet para elaborar estrategias de los primitivos juegos online. Cuando se ven convertidos en estrellas del rock, formando parte del epicentro de convenciones tan masivas y con un público tan entregado como en la Blizzcon, las tentaciones para actuar como estrellas del rock les pueden resultar irresistibles.

La segunda razón es que es una industria, en las altas esferas, controlada por ejecutivos que van a degüello, con un gran talento para hacer dinero y ninguna empatía sobre cómo hacerlo. Bobby Kotick, mandamás de Activision Blizzard King (el conglomerado matriz de Blizzard), está considerado uno de los CEO en América con sueldos más exagerados. Como dato para aportar algo de contexto, en el último año consiguió un bonus de 200 millones de dólares. La tercera es la absoluta falta de organización de los trabajadores y el exagerado número de gente que quiere entrar, como sea, en la industria, lo que hace a las empresas ver a los recursos humanos como piezas intercambiables. La industria del videojuego acusa una rotación de trabajadores alarmante. No solo por los muchos desarrolladores que saltan de un estudio a otro cada pocos años, sino por todos aquellos que salen de la industria por completo, quemados por las jornadas intensivas (el crunch), el estrés y casos como los que se detallan en la demanda californiana contra Blizzard.

¿Hay una solución a todo esto? No es posible responder con rotundidad, pero se están poniendo medidas. Las denuncias contra Harvey Weinstein pusieron en marcha un movimiento global en la industria del cine que ha cambiado muchos de los usos y costumbres que se venían desarrollando durante décadas. Constantemente saltan casos e historias. Algunos hacen mella y otros quedan en agua de borrajas, o por alguna razón se deshacen sin tener acceso a pruebas irrefutables que puedan poner en marcha un proceso judicial. Todo el mundo entiende que un caso así es mala prensa. Cuando se conoce una historia tan rocambolesca y surrealista como la de Armie Hammer, por ejemplo, lo primero que sucede es que su agente y su publicista le despiden como cliente; lo segundo, que todos los proyectos en los que estaba involucrado se deshacen de él.

De manera análoga, la industria sabe que este tipo de prácticas no son de recibo. En el caso de Blizzard ha quedado claro. Toda la opinión pública se ha vuelto contra ellos, incluso los reductos de gamers más enfervorizados en las guerras culturales. Si cabe, están más cabreados que nadie porque Blizzard llevaba unos años inmersa en el virtue signalling, creando elencos de personajes diversos y LGTBQ+, presentándose ante el mundo como una empresa progresiva y comprometida socialmente, y al final se ha demostrado que no era más que una fachada para tapar las vergüenzas de muchos de sus cuadros directivos. Al mismo tiempo, los accionistas tampoco están nada contentos con cómo se ha manejado esto. Se sienten estafados al haber mantenido la compañía la investigación de los inspectores de trabajo en secreto durante los dos años que ha llevado, permitiendo que las acciones reflejaran un valor irreal. Ya se han organizado para lanzar una demanda colectiva. Bobby Kotick ha tenido que salir a la palestra para calificar la respuesta inicial de la compañía como “tone deaf”, es decir, desafortunada y completamente ajena al contexto prevalente. Todas las dimisiones y los despidos de gente con tanta ascendencia en la compañía son prueba de que a Kotick no le va a temblar el pulso a la hora de cortar los elementos gangrenosos. 

Blizzcon 2010 Open Q&A leader females victoria secrets

Al mismo tiempo, Activision ha contratado a Wilmerhale para llevar a cabo una investigación interna, una firma de abogados conocida por sus prácticas “union busting” o de cercenar conatos de organización sindical. Tampoco parece que quieran renunciar a imponer por contrato los procesos de arbitraje entre empleados y compañía en caso de conflicto. Esta es una guerra que va para largo. No todo el mundo está convencido que crear sindicatos o gremios de desarrolladores de videojuegos sea la forma de avanzar. Hay mucho dinero en juego y las empresas saben utilizarlo convenientemente para tentar a los desarrolladores más valiosos para que no jueguen en equipo y velen por sus propios intereses de manera individual. Si los sindicatos o los gremios son la mejor manera de avanzar es una cuestión discutible que depende en gran medida del sentir político de cada individuo. Lo que no es discutible es que los estudios tienen que ser espacios profesionales donde todo el mundo, sin importar el género o el trasfondo nacional o étnico, se sienta cómodo y apreciado en base a sus aptitudes.

El año pasado, Ubisoft acabó en el punto de mira. Lo que ha pasado con Blizzard es decenas de órdenes de magnitud más grave. El escrutinio es máximo y lo más probable es que sigan saliendo casos. La industria del videojuego tiene que expiar los pecados de los 90 y los primeros 2000, cuando se servía de un sexismo atroz para vender más copias. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, pero en posiciones de poder quedan muchas rémoras que condonaron esas prácticas entonces. Es urgente el ascenso de una nueva generación de líderes que sepan llevar las riendas en una dirección que ilusione a los desarrolladores y dignifique una profesión tal maltratada. El camino es arduo, pero las cosas se están moviendo en la dirección correcta. Sobre el resultado de la demanda del Estado de California, habrá que esperar a que diriman los tribunales, pero es evidente que las cosas ya se han puesto en marcha. Las responsabilidades con la empresa ya se están depurando. Más tarde veremos si además hay que sumarle civiles o penales.

Por ahora, el futuro de Blizzard Entertainment está más que en entredicho. Los principales streamers e influencers están abandonado sus juegos en una auténtica desbandada y toda la comunidad se ha vuelto claramente hostil, organizando protestas hasta dentro de World of Warcraft y renunciando a jugar los juegos. A todos los efectos, es la caída de un gigante. Está por ver si se podrá recuperar de esta.

@borjavserrano