2021 lo tenía todo para ser un año catastrófico en la industria del videojuego. La crisis de abastecimiento de semiconductores y los problemas con la logística mundial han puesto en serios apuros a las compañías de hardware. Tanto Sony como Microsoft han tenido serias dificultades a la hora de producir suficientes PlayStation 5 y Xbox Series para satisfacer la demanda. El lanzamiento de una nueva generación siempre es un hito complicado que se da cada siete u ocho años y que está llamado a estructurar el progreso en el diseño de videojuegos. Nueva tecnología permite nuevos horizontes en la creación de mundos y experiencias cada vez más ambiciosas y expansivas. A pesar del desbarajuste de la pandemia, ninguna de las dos megacorporaciones se amedrentó y ambas mantuvieron las fechas planeadas para el fin del año pasado. Llegaron a tiempo. Pusieron millones de consolas en las manos de los principales retailers. Y no fue suficiente. 

Si comparamos las cifras de ventas de PlayStation 4 a lo largo de 2014 y de PlayStation 5 a lo largo de 2021 veremos que no se diferencian tanto. PlayStation 4 salió a un precio muy competitivo y su éxito fue inmediato, pero Sony pudo satisfacer la demanda. En esta ocasión, no ha sido así. Incluso ahora, más de un año después del lanzamiento, con muchos padres desesperados para encontrar una a tiempo para Reyes, la situación sigue siendo demencial. Las restricciones por la pandemia han hecho que el interés por el ocio electrónico se dispare y, mientras tanto, los scalpers (individuos que acaparan producto en masa con la ayuda de bots en las páginas de las tiendas para luego revenderlos a precios desorbitados) han hecho su agosto. Todo el mundo pensaba que la situación se habría normalizado a estas alturas, pero no ha sido así y parece que tardará por lo menos un año más, siendo conservadores, antes de que las empresas puedan ofrecer los productos en el volumen requerido. Todo esto sumado al enorme impacto que el covid ha tenido en los procesos de producción de videojuegos ha hecho que el tradicional año de transición al comienzo de cada generación se alargue más de la cuenta. 

Este ha sido un año aquejado por retrasos de gran calibre. Muchos de ellos los sabemos, pero otros no. Horizon: Forbidden West, Hogwarts Legacy, Gran Turismo 7, God of War: Ragnarok, Gotham Knights, Dying Light 2… Juegos de altísimo presupuesto que han tenido que reconocer que no iban a llegar a tiempo en producciones ya de por sí muy complicadas que en algunos casos han llegando a exceder los siete años. Todas estas circunstancias han dejado una sensación de orfandad a muchos jugadores. Sony, por ejemplo, no ha tenido ningún gran lanzamiento para la segunda mitad del año, concentrando sus dos puntales en abril y junio con Returnal y Ratchet & Clank: Rift Apart. Sin embargo, el espacio dejado por los títulos de gran presupuesto lo han ido ocupando producciones medias que han tenido más espacio para brillar. Es cierto, no hemos tenido ningún título absolutamente imprescindible, esos gigantes que acaparan todos los premios y concentran el grueso de ventas. Pero en su lugar hemos tenido una pléyade experiencias notables, juegos más pequeños que no tienen los recursos para destacar en todos los apartados pero que proponen ideas ingeniosas y bien planteadas. He confeccionado una lista con los diez títulos que he jugado este año que más me han gustado y tengo que anunciar de antemano que hay muchísimos que no han entrado en esta consideración por simple falta de tiempo. La lista es larga: Shin Megami Tensei V, Eastward, The Great Ace Attorney Chronicles, Tales of Arise, Monster Hunter Rise, Wildermyth, Chicory: A Colorful Tale, Inscryption, Death’s Door, Scarlet Nexus, Lost in Random… Muchos de estos juegos rondan las 40 horas de duración y he tenido que renunciar directamente a meterme en ellos porque simplemente no me da la vida. Espero poder jugar a algunos de los más breves en momentos como el desierto de enero, pero está difícil. Tampoco he incluido Endwalker, la última expansión de Final Fantasy XIV, con la que todavía tengo que poner en valor todos sus méritos, que ya adelanto que son muchos.

Una vez aclarado esto, pasemos a establecer la jerarquía.

10. Forza Horizon 5

Puede que a estas alturas los juegos de conducción de Playground Games ya se puedan considerar formulaicos, pero cuando la fórmula en cuestión está tan depurada y cuentan con el as en la manga de la renovación geográfica, es difícil resistirse a sus encantos. Forza Horizon 5 es un juego de coches que va mucho más allá de lo que la premisa le exige, inventando nuevas formas para introducir pequeñas gemas narrativas, momentos de celebración de la cultura local, una sensación de estupor ante las maravillas naturales y una firme intención de crear situaciones espectaculares que disparan la adrenalina. La mayor promoción internacional que México podría desear.

9. Returnal

Una exclusiva de Sony para PlayStation 5 de la que nadie esperaba mucho y que mantuvo hasta el lanzamiento un perfil bajo a pesar de las bondades que escondía en su interior. Su excesiva rigidez a la hora de crear barreras artificiales le ha pasado factura, pero ahora, meses después de su salida al mercado, ya cuenta con un sistema de guardado que elimina la necesidad de terminar una partida completa antes de apagar la consola. Es un juego exigente, algo antipático, pero con las ideas muy claras y una presentación audiovisual que consigue apabullar al jugador hasta llevarlo a un nirvana digital de sensaciones primigenias. 

8. Metroid Dread

El juego que ha devuelto a la palestra a los madrileños de Mercury Steam después de una década complicada. El sistema de control me sigue pareciendo innecesariamente complejo y podrían haber arrojado una mayor carga narrativa al conjunto, pero el juego es una tesis doctoral de diseño de niveles. Cada escenario sorprende por el talento, la inteligencia y la sensibilidad de unos creadores con los que Nintendo ha tenido detalles especialmente feos, como fue impedirles subir al escenario a recoger su galardón en la gala de los Game Awards y ocupar la atención con un ejecutivo robótico. 

7. Resident Evil 4 VR

Tenía dudas entre si destacar este o Village, pero al final me he decidido por esta adaptación a realidad virtual de Armature Studio para la Oculus Quest 2 de Meta (antes Facebook) que ponen de manifiesto el enorme valor añadido de la tecnología. Este viaje a la España profunda pone argumentos de peso sobre la mesa para seguir invirtiendo en experiencias que avancen el corpus del medio. Sencillamente imprescindible.

6. Hitman 3

La despedida el Agente 47 es todo un testamento al valor de la perseverancia de IO Interactive. No han tenido nada fácil conseguir llegar a cerrar la trilogía, pero lo han terminando haciendo con el episodio más cerebral y expansivo de todos. Los niveles de Hitman 3 son una delicia que nos permiten adoptar el papel de cientos de personajes diferentes para inmiscuirnos en historias llenas de secretos inconfesables. 

5. Yakuza: Like a Dragon

El séptimo capítulo de la saga Yakuza es un reinicio completo con personajes nuevos y aunque técnicamente salió el año pasado, la versión de PlayStation 5 salió en marzo, más o menos cuando yo lo pude jugar. Es un juego de rol con una historia que en ocasiones abusa del melodrama, pero con una indómita conciencia social que arroja luz a muchos de los problemas que agarrotan la sociedad japonesa. Sin embargo, lo que lo eleva por encima de propuestas similares son sus personajes entrañables, que se muestran vulnerables en las relajadas conversaciones que mantienen en el bar Survive con Ichiban y unos vasos de whisky. Fantástico.

4. Psychonauts 2

El regreso por la puerta grande de Tim Schaffer. Una historia de traumas reprimidos, tragedias familiares y un acercamiento respetuoso a la dura realidad de la enfermedad mental. La dirección de arte es toda una oda a la creatividad más desatada y que no se hiciera con el galardón correspondiente en los Game Awards es una de las grandes injusticias de esta edición. A pesar de su aspecto aniñado, Psychonauts 2 es un juego cargado de dobles sentidos que hacen gala de un humor adulto pero muy inteligente y siempre elegante. 

3. Age of Empires IV

Un juego de estrategia de los de antes pero con gráficos renovados y un acercamiento documental fascinante. Las cuatro campañas con las que viene bajo el brazo están perfectamente planteadas, con objetivos y situaciones muy diferentes que exigen una gestión decidida. En Relic Entertainemnt se han decantado por cubrir eventos de grandes dinastías y el auge de pueblos enteros, lo que elimina la conexión humana con individuos concretos, pero el juego sigue siendo un ejemplo perfecto de cómo el medio puede satisfacer ambiciones didácticas sin descuidar para nada el aspecto lúdico.

2. It Takes Two

Juego del año para los Game Awards a pesar de su propuesta cooperativa pura. El juego de Josef Fares requiere a dos personas para poder ser jugado, lo que podría limitar mucho su alcance, pero es una aventura fantástica que no deja de cambiar las reglas cada veinte minutos en una auténtica avalancha de ideas. La historia podría haber dado más de sí, con un cierre que se queda algo cojo, pero es una delicia jugable incontestable.

1. The Forgotten City

La gran sorpresa de este año. He de reconocer que ni siquiera sabía de su existencia hasta que salió al mercado. The Forgotten City es un juego hecho principalmente por la tenacidad de un abogado que dejó su puesto en un prestigioso bufete y apostó todos su ahorros para sacarlo adelante, cuidando la documentación con profesores de Oxford y escribiendo una historia con extensas ramificaciones sobre la apropiación cultural, la evolución del concepto de moralidad y el progreso de las civilizaciones. Un bucle temporal en la Antigua Roma con un misterio apasionante que exige una cuidadosa investigación. La prueba definitiva de que un juego minúsculo puede enfrentarse a las superproducciones y salir victorioso.

* Mención especial al mayor bluff del año: Deathloop. El juego de Arkane ha recibido toda clase de elogios por parte de la crítica internacional, haciéndose también con tres galardones en los Game Awards. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que ha sido objeto de una serie de dinámicas que han alejado la conversación de la calidad del juego en su conjunto. Deathloop no es mal juego, pero sí cuenta con una serie de carencias notables que, por alguna razón, se han pasado por alto. Todas sus buenas intenciones se desinflan en la segunda mitad, que funciona a modo de embudo y elimina toda sensación de libertad en el jugador para arrojarle a una resolución predefinida que hace aguas por todos los lados. El aspecto multijugador es muy interesante y el diálogo entre los personajes principales es muy ingenioso, pero la falta de evolución significativa y la renuencia a cerrar los múltiples hilos narrativos que se van abriendo le acaba pesando demasiado. El juego más sobrevalorado del año.

@borjavserrano