Herman Webster Mudgett fue un estafador y asesino estadounidense que vivió en la segunda mitad del siglo XIX de la manera más depravada imaginable. En 1886 llegó a Chicago y empezó a usar el nombre H. H. Holmes, con el que cometió la mayoría de sus crímenes más abyectos. Uno de sus proyectos más famosos fue la compra de un edificio en el que quería abrir un hotel para recibir a los turistas que fueran a visitar la Exposición Mundial Colombina de 1893.

Los tabloides de la época dedicaron innumerables páginas al Murder Castle, un castillo de los horrores que Holmes había diseñado para torturar y asesinar a sus víctimas de manera macabra, con pasadizos, paredes que se desplazaban, cámaras de gas, todo tipo de torturas, trampillas secretas y un crematorio en el sótano con el que librarse de los cadáveres.

La veracidad de semejante enclave está más que discutida, como muchas de las afirmaciones de Holmes, que aseguró haber acabado con la vida de 27 personas antes de que lo arrestaran y lo ejecutaran. Llegó a decir que estaba poseído por Satanás y a implorar que lo enterraran en cemento para impedir que el demonio saliera de su cuerpo y continuara haciendo el mal.

Sin duda, todo esto es un terreno fértil para la ficción. Martin Scorsese y Leonardo Dicaprio han intentando durante años sacar adelante la adaptación del libro The Devil in the White City de Erik Larson, primero como película y más tarde como serie para Hulu. En teoría, el rodaje debería arrancar la próxima primavera, pero la salida de Keanu Reeves y de Todd Field del proyecto parece condenarlo a seguir languideciendo en un infierno de desarrollo.

Quienes sí han podido hacer su particular acercamiento a la figura de H. H Holmes son los desarrolladores de Supermassive Games, que continúan con su antología The Dark Pictures en la que exploran diferentes enfoques al género del terror. Para la ocasión, los británicos han fichado a Jessie Buckley para encabezar el reparto, una actriz portentosa que se ha hecho un hueco en Hollywood gracias a interpretaciones magistrales como las que pudimos ver recientemente en Men (2022) y The Lost Daughter (2021) y que pronto veremos en Women Talking (2022).

Kate Wilder es una reportera que está desarrollando una serie de televisión sobre asesinos famosos. El equipo de producción es contactado por un misterioso coleccionista que les invita a su mansión, en una isla del lago Michigan. Cuando llegan se dan cuenta de que la estructura es una réplica perfecta del World’s Fair Hotel, el castillo de los horrores de H. H. Holmes, quienes muchos consideran el primer asesino en serie de Estados Unidos.

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El episodio se encuentra empantanado y las tensiones están a flor de piel, sobre todo entre Kate y Charlie, el director. Cuando el coleccionista no se presenta a la cena tal y como habían acordado, extraños fenómenos empiezan a tener lugar. Entre las paredes que se mueven y las trampillas secretas, una figura con un sombrero de bombín les está acechando.

La propuesta jugable de Supermassive Games apenas experimenta novedades. En esta ocasión han implementado un sistema de inventario que permite utilizar ciertos objetos como una tarjeta para abrir cajones o una linterna, pero ni siquiera podemos hablar de puzles propiamente dichos. El meollo de la experiencia sigue estando en explorar escenarios y tomar decisiones para intentar mantener a los personajes con

vida. Los controles siguen siendo toscos y las animaciones burdas, lo que compone una factura técnica que, fuera de las cinemáticas, provoca situaciones torpes que rompen la ilusión.

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El gran atractivo de estos juegos es cómo la narrativa se va reconfigurando para tener en cuenta las variables que van teniendo lugar, pero cuando un personaje parece olvidarse en la siguiente escena de la muerte traumática de uno de sus compañeros se producen momentos inintencionadamente hilarantes. Y hablando de muertes. Algunas se pueden prevenir de manera lógica, pero otras parecen completamente arbitrarias, dejando demasiado espacio al azar para dictaminar el desenlace de la trama.

El gran problema de The Devil in Me es que desaprovecha una premisa muy interesante sobre el rol discutible del true crime en la sociedad contemporánea, una figura fascinante como la de H. H. Holmes y una actriz descomunal con un final que no resuelve nada, poco satisfactorio y que se queda en mero efectismo, sin aportar algo concreto que vaya más allá del festival slasher. Las producciones de Supermassive suelen tener un enfoque camp, más bien populachero.

En los últimos años el cine de terror ha experimentado una auténtica explosión de creatividad con películas como Hereditary (2018) o X (2021), incluso con Men (2022), que por muy discutible que sea en algunos aspectos, nadie puede dudar de su radical iconografía y virtuosismo formal. Es una pena que el estudio británico se niegue a capitalizar toda esa efervescencia para hacer algo ambicioso que vaya más allá de los sustos o una tensión superficial.

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Lo que sí que no tiene ningún sentido es el esfuerzo empleado en fichar a Jessie Buckley para darle un personaje que, primero, está muy por debajo de sus capacidades interpretativas; y segundo, no ocupa un rol protagonista absoluto sino que se diluye en un planteamiento coral. Los buenos actores tienen muchísimo que aportar a los videojuegos cuando tienen material con el que trabajar y una buena dirección que les acompañe durante un proceso ciertamente alienígena.

Lo hemos visto con Margaret Qualley en Death Stranding (2019) o, de manera más reciente, con Richard Schiff en God of War Ragnarök (2022), donde sus interpretaciones elevan un material ya de por sí genial. Aquí no hay nada eso y es una auténtica pena, porque Jessie Buckley, sin lugar a dudas, es una de las actrices más prominentes de su generación y solo es cuestión de tiempo que se lleve todos los galardones habidos y por haber. Ojalá su paso por los videojuegos no se limite a esto.