Después de 18 años de su lanzamiento original, el legado de Resident Evil 4 (2005) no hace más que crecer. Su importancia en la evolución del medio no puede ser minusvalorada en ningún caso. Fue un auténtico parteaguas que dio un verdadero salto de gigante del que se beneficiaron todos, no solo en el mundo del terror, sino a través de todos los géneros. Sin Resident Evil 4 no podría existir The Last of Us (2013), pero tampoco God of War (2018). El juego fue un adelantado a su tiempo y a pesar del tiempo transcurrido, sus radicales innovaciones lo hacen todavía muy disfrutable. Entonces, ¿por qué Capcom ha decidido mandarlo de vuelta al taller y reconstruirlo desde cero?
Seis años después de Resident Evil 2 (2019), Leon S. Kennedy se adentra en los parajes más recónditos de una España atrapada en el tiempo para rescatar a la hija del presidente de los Estados Unidos, secuestrada por una secta misteriosa. Nada más llegar de la mano de la policía nacional a lo que podría ser la aldea donde Sorogoyen rodó As Bestas, las cosas toman un giro siniestro. Sin intercambiar palabra, los habitantes del pueblo ejecutan a los policías y atacan en grandes números a Leon, que a duras penas consigue escapar con vida. Lo que sucede a continuación es una desesperada lucha por la supervivencia mientras trata de llevar a cabo su misión y descubrir el origen de la locura asesina de los habitantes del pueblo.
Capcom ha tirado la casa por la ventana. Resident Evil 4 (2005) es el título más celebrado de la saga, el que más éxito comercial ha cosechado y el que más se ha adaptado a diferentes plataformas (empezó como exclusivo de GameCube, pero luego llegó a otras doce más). Es también un juego que se conserva bastante bien, a diferencia de los títulos anteriores que salieron en la PlayStation original y que hoy en día son prácticamente injugables.
Los de Osaka eran conscientes de que no podían permitirse un traspié con un título tan emblemático y que ocupa un lugar tan destacado en los libros de historia del medio. Y no lo han hecho. El juego transmite la sensación de que cada decisión ha sido muy meditada, lo que a la postre se ha concretado en niveles más expansivos, que ofrecen una mayor libertad de acción y donde se han eliminado los exabruptos del pasado. Ya no hay habitaciones de lava en el castillo ni Leon escapa a todo correr de una gigantesca piedra como si estuviera en una película de Indiana Jones. Es un juego mucho más serio y oscuro. Se han mantenido ciertos momentos de levedad, pero se han pulido los excesos de serie B, eliminando las escenas más inverosímiles y realzando la coherencia interna de todo el conjunto.
Resident Evil 4 basculó de manera ostentosa hacia la acción y el remake redobla sus esfuerzos en esa faceta. Los Ganados son más agresivos que nunca, atacan desde todas las direcciones y tratan de abrumar a Leon con sus números. Para lidiar con ellos, el sistema de combate se ha vuelto más profundo, aumentando las opciones del jugador y reinventando la utilidad del cuchillo, que ahora permite hacer bloqueos si se activa en el momento oportuno.
Todo lo relativo a la economía interna del juego también ha sido expansivo, con una serie de misiones secundarias que dan acceso tanto a tesoros, como recursos y útiles mejoras. Algunas son bastante interesantes, con minijefes opcionales, pero la gran mayoría no deja de ser un mero trámite que no aportan nada, aunque al menos tampoco quitan mucho tiempo.
Todo lo relativo al aspecto formal del juego ha experimentado una mejora abrumadora. Estéticamente luce genial, con una identidad visual propia que apuesta por los claroscuros, el crepitar de las llamas y las sombras en la pared. Leon no enciende la linterna siempre que debería, por lo que a veces el juego oscurece la acción demasiado, pero la atmósfera se mantiene en el rango de lo inquietante durante casi todo el periplo.
Se han eliminado los infames acentos mexicanos del original que tanta guasa han atraído a lo largo de los años y todas las faltas de ortografía. Todos los personajes están más perfilados, especialmente Luis y Krauser, cuyas motivaciones son más claras y tienen un mayor peso en la historia, apareciendo en situaciones diferentes que refuerzan sus respectivos roles. Ashley, la hija del presidente, ya no es una repelente damisela en apuros, sino una acompañante capaz que ha abandonado las estridencias del pasado. Sigue mostrándose aterrorizada ante las monstruosidades que la acechan, pero sus respuestas son mucho más naturales y verosímiles, muy lejos de los reduccionismos machistas de entonces.
Resident Evil 4 es un juego muy largo donde una primera partida puede fácilmente llegar a las 20 horas en un título que premia la rejugabilidad con desafíos y modos adicionales. La isla, que comprende el último tercio del metraje, sigue siendo la parte menos inspirada, con una acción desatada que hace que llegues al final ya con la lengua fuera y con ganas de terminar.
Es un juego muy notable que sin embargo vuelve a centrar la discusión en la pertinencia de ciertos remakes. Siempre he defendido que los videojuegos son el medio donde su existencia está completamente justificada, con muchos títulos que no han envejecido bien (ya sea por esquemas de control, mecánicas o apartados visuales horrendos) o que directamente no se pueden jugar en hardware moderno. No era el caso de The Last of Us (2013), ni Dead Space (2008) ni del juego que nos ocupa. Y en los últimos seis meses hemos recibido suntuosos remakes de los tres.
Es evidente que Capcom ha invertido mucho más dinero en este juego que en Resident Evil Village (2021), la última entrega de la saga. Es una circunstancia lamentable se mire por donde se mire. Los videojuegos apenas acaban de entrar en la madurez. Todavía es pronto para que queden embargados por una nostalgia paralizante que les lleve a contemplar el futuro con temor. Resident Evil 4 previsiblemente será un éxito descomunal para la editora japonesa y rebosará sus arcas. Solo queda confiar en el buen juicio de sus dirigentes para que no obtengan de aquí los aprendizajes equivocados.