Netflix entra en el mundo del videojuego con 'Oxenfree II: Lost Signals'
El título de Night School Studio es el primero que publican desde que fueron adquiridos por la plataforma de 'streaming', cada vez más interesada en complementar su oferta audiovisual.
En una carta dirigida a sus accionistas en 2019, Netflix les dijo que su competencia directa, más que HBO o Disney, era Fortnite. Es muy probable que la afirmación estuviera encaminada a tranquilizar a los suyos frente al, por entonces, inminente lanzamiento de las plataformas de streaming de los grandes grupos audiovisuales. Sin embargo, la compañía de Reed Hastings empezó entonces a plantear una estrategia para introducirse en el mundo de los videojuegos.
En estos momentos, con la suscripción a la plataforma, los usuarios también pueden acceder a una colección cuidadosamente seleccionada entre los que destacan títulos como Twelve Minutes, Immortality, Before Your Eyes, Kentucky Route Zero o Moonlighter, de los españoles Digital Sun. ¿Cuál es el truco? Que realmente no se puede jugar por streaming con una televisión o con el mando a distancia, sino que es necesario instalar el juego en un dispositivo Android o iOS. Es decir, son las versiones de los juegos para móviles o tabletas.
Es una solución bastante inelegante que limita mucho qué tipo de juegos se pueden llevar a la plataforma y, en algunos casos, ofrece una experiencia dispar. Por ejemplo, Immortality, con su aspecto cinematográfico, podría parecer la combinación perfecta, pero la realidad es la contraria, ya que las acciones de rebobinado (imitando a las máquinas Moviola) que tan bien se pueden realizar en un mando de consola se convierten en un auténtico engorro con una pantalla táctil, dejando mucho que desear e incluso dificultando el descubrimiento de los niveles más profundos de la obra.
Oxenfree II: Lost Signals, con una interfaz más sencilla e intuitiva, no sufre la misma suerte y se adapta perfectamente al formato. Aunque el juego es de Night School Studio, un estudio propiedad de Netflix desde 2021, no es ni mucho menos exclusivo de la aplicación, sino que está también disponible para PC, Switch y PlayStation. Una decisión inteligente, en cualquier caso.
Riley vuelve a los treinta y tantos años a su ciudad natal de Camena Coast para trabajar como asistente de un grupo de investigación centrado en las anomalías radiofónicas que se han detectado en la zona. Tras encontrarse con Jacob, el compañero que le han asignado, sube al primer enclave donde tienen que erigir un transmisor. De repente, sobre la isla cercana de Edwards, aparece un enorme portal interdimensional. Los dos empiezan a experimentar toda clase de alucinaciones y bucles temporales. Tras hablarlo con su jefa a través del walkie-talkie, deciden seguir plantando transmisores en las zonas más altas de la costa para intentar cerrar el portal. Mientras tanto, un grupo de adolescentes relacionado con una secta local busca hacer lo contrario.
Night School Studio no se ha alejado mucho del patrón que ya establecieron en sus dos juegos anteriores: el primer Oxenfree (2016) y Afterparty (2019). Su nueva obra sigue siendo una pequeña aventura en dos dimensiones cimentada en un prodigioso sistema de diálogo que facilita unas conversaciones muy naturalistas, con sus posibles interrupciones, devaneos, paréntesis y retornos a una conversación anterior.
Esta cuestión siempre ha sido muy peliaguda en el medio. Cuando tienes a un agente externo controlando la acción de una escena (el jugador), conseguir que los personajes interactúen de manera creíble, que reaccionen en tiempo real a lo que sucede y continúen exponiendo la narrativa, es todo un desafío. En Oxenfree II, Night School vuelve a hacerlo, siguiendo el mismo sistema de elección de respuestas de entre tres alocuciones posibles (o mantenerse en silencio, que también es una opción) que hay que elegir en unos pocos segundos para no alterar el ritmo de la conversación. Parecen cuestiones sencillas u obvias, pero el hecho de que los personajes estén moviéndose de un lado a otro mientras dialogan eleva por completo las escenas a un ámbito mucho más inmediato y espontáneo, un ámbito de raigambre teatral.
Por todos los efectismos propios de una obra de género (a medio camino entre el terror y el misterio), Oxenfree II es un minucioso estudio de personajes que juega con los saltos temporales para explorar el pasado y el futuro de Riley, componiendo un tapiz que va rellenando los huecos poco a poco: la relación con su padre, los prolongados efectos del abandono de su madre cuando apenas era un bebé, su paso por el ejército o su afición por la escalada y, en general, por el mundo natural.
Es muy interesante ver cómo dependiendo de las opciones de diálogo, Riley se abre más en su relación con Jacob o menos, ofreciendo diferentes niveles de lectura. Estas opciones se explicitan durante el clímax, que puede desarrollarse de manera muy diferente y mostrar más o menos a los verdaderos culpables de todo el embrollo en el que Camina Coast está metida.
En última instancia, el juego examina muy de cerca las relaciones entre padres e hijos, el sentido de responsabilidad y el de inadecuación, el miedo a transmitir los traumas, tanto los heredados como los adquiridos. Los compases finales, a pesar de su esoterismo, presentan unos dilemas complejos que exigen respuesta, aunque ninguna de las posibles sea satisfactoria.
No es tan original y rompedor como esa noche de juerga por el infierno que fue Afterparty y revela una cautela un tanto excesiva, pero Oxenfree II: Lost Signals consigue hacerse un hueco en el intensísimo catálogo de lanzamientos de este año. Al mismo tiempo, su importancia como obra de un estudio interno de Netflix no puede ser subestimada. Existe un potencial tremendo para llevar los videojuegos narrativos de esta índole a un público masivo (223 millones de cuentas en todo el mundo), pero resulta perentorio liberarlos de las aplicaciones para móviles y que verdaderamente se puedan jugar en streaming, sin descargas ni nada.