Después de los eventos transcurridos en el último juego, Mortal Kombat 11 (2019), Liu Kang hereda la posición de Kronika como guardián del tiempo y decide volver a empezar, reiniciando la historia para aislar a los elementos más conflictivos de los múltiples reinos y que los personajes puedan desarrollarse en paz y armonía. De esta forma, el torneo de artes marciales que dirime las relaciones entre Earthrealm y Outworld sigue teniendo lugar, aunque sin tantos sobresaltos como antaño.
Sin embargo, el hechicero Shang Tsung, a quien había condenado a la irrelevancia en esta nueva versión de los acontecimientos, entra en contacto con un misterioso benefactor que le proporciona poderes que nunca debería haber recibido. Sus intrigas le llevan a corromper a la familia real de Outworld, cuya heredera al trono padece una enfermedad que de saberse le impediría mantenerse como tal. Liu Kang opta por enviar a sus guerreros en una incursión para descubrir la identidad del mecenas de Shang Tsung y cómo ha conseguido escapar al destino que había diseñado para él.
A pesar del nombre, Mortal Kombat 1 es la duodécima entrega de la saga creada en 1992 por Ed Boon (que todavía ejerce de director de la misma) y John Tobias. Su violencia iconoclasta causó tal revuelo en Estados Unidos que motivó la creación del ESRB, el organismo de calificación por edades. En todo este tiempo, la franquicia ha pasado por numerosos altibajos, pero en la última década ha experimentado sus mayores éxitos, llegando a vender 15 millones de copias de Mortal Kombat 11 y habiendo producido una segunda saga cinematográfica (la primera fue en los 90) con una película ya estrenada y otra en camino.
['Mortal Kombat 11', festival camp]
Es una de las joyas de la corona de Warner Bros. Ni Tekken ni Street Fighter se acercan a esas cifras, por lo que el mandato es claro: seguir produciendo secuelas, pase lo que pase. No es casual que el juego lo anunciara David Zaslav, CEO de Warner Bros. Discovery, en una rutinaria junta de accionistas a principios de año.
El elemento diferenciador de Mortal Kombat respecto a las otras sagas de lucha es la atención que dedican a sus campañas narrativas y aquí han vuelto a superarse, por lo menos en lo que se refiere a los valores de producción. Las cinemáticas lucen a un nivel espectacular, con un trabajo de cámaras sensacional que permiten seguir sin distracciones artificiales las elaboradas coreografías de los combates.
La interpretación de los actores se trasluce en cada mínima expresión, ya sea un leve arqueo de las cejas o una mueca de disgusto en los labios. Los escenarios maravillan con su pintoresca efervescencia, desde los suntuosos colores violáceos de los sauces del palacio real de Outworld a la ajetreada procesión nocturna de un festival en la capital. Pero todo ello resulta traicionado por la equivocada dirección que toma la narrativa en la segunda mitad de la trama, optando por convertirse en un pastiche de los mismos arquetipos agotados que asolan la cultura popular contemporánea.
Pocas veces los reboots pueden justificarse desde un punto de vista creativo. Las razones de su existencia son siempre financieras. Pero si ha de hacerse, se puede aprovechar la oportunidad para limpiar el tablero de una mitología que se ha ido complicando demasiado, darles un enfoque fresco a los personajes, jugar con las convenciones establecidas e inaugurar nuevos caminos, libres de todo el bagaje previo.
Mortal Kombat 1 hace todo lo contrario, estableciendo una nueva línea temporal en su primera mitad para luego rizar el rizo hasta el extremo en su segunda, llegando a un clímax precipitado donde da rienda suelta a todos los excesos de esta obsesión con el multiverso que asola todo el cine de superhéroes. Es un verdadero despropósito que acaba hundiendo la calidad de unos diálogos que ya no hay por donde cogerlos, donde se repite “línea temporal” en cada frase, donde todo se vuelve confuso y donde los conflictos que se intuían al principio dan paso a escenas caóticas y absurdas que no dejan de ser el equivalente de un chaval sacando a todos sus muñecos y hacerlos chocar con violencia.
Hubiera sido mucho más honesto titular esto como Mortal Kombat 12, dejando claro lo agotado de una numeración obligada. Como duodécima versión de un software, es muy competente. Los controles son fantásticos, los combos satisfactorios, las pocas novedades mecánicas como los kameos (que permiten a un segundo personaje intervenir en el combate en momentos puntuales) alteran el ritmo lo suficiente y todo el engranaje técnico está muy pulido.
Las microtransacciones siguen siendo agresivas (vaya novedad) y ya se han presentado los personajes que visitarán el juego en el futuro, como Homelander, Omni-man o Peacemaker. Personajes de cómic conocidos precisamente por sus elementos revisionistas y post-modernos, algo que Mortal Kombat 1 ha dejado de ser para dejarse llevar por la misma saturación ambiental que asola Hollywood.