Esta semana ha comenzado oficialmente el rodaje de la segunda temporada de la adaptación televisiva que HBO está llevando a cabo sobre The Last of Us. Si la primera se concentró en el primer juego a lo largo de sus nueve episodios, esta segunda va a consistir de siete y se va a centrar en la segunda entrega, que salió, después de muchos contratiempos y retrasos, en junio de 2020.
Al ser un juego casi el doble de extenso y con una estructura narrativa mucho más compleja que el primero, todo parece indicar que se lo van a tomar con calma y que solo van a abordar la primera mitad. Craig Mazin y Neil Druckmann, responsables de la serie, ya han anunciado que la encargada de interpretar a Abby va a ser Kaitlyn Dever.
Aunque la actriz ya cuenta con una extensa carrera en cine y televisión, su relación con Druckmann se retrotrae a la producción de Uncharted 4: A Thief’s End, donde interpretó a Cassie Drake en un pequeño papel en el epílogo del juego. El próximo mes de marzo, si no hay más retrasos, también la veremos en Open Roads, el nuevo juego de Annapurna Interactive, junto a Keri Russell.
['The Last of Us', recreación fidelísima de uno de los videojuegos más celebrados de la historia]
The Last of Us Part II es un juego muy complicado. En todos los aspectos. En su estructura, en la psicología de sus personajes, en los temas que trata, en su brutal representación de la violencia, en su opresiva y agónica atmósfera, en su componenda técnica y, por supuesto, en su azarosa producción. Grounded II viene a arrojar una luz escueta en un estudio marcado por la paranoia y el secretismo.
El documental siguió al equipo durante años en las oficinas que el estudio mantiene en Los Ángeles, pero con el advenimiento de la pandemia, los planes se vieron interrumpidos y el metraje ya grabado se guardó en un cajón. Hasta ahora. El documental de dos horas acusa una factura técnica que no siempre es la más cuidada, con escenas infrailuminadas, grabadas sin trípode alguno y algunos problemas de audio, lo que de alguna forma lo acerca más al ideal de producción honesta que damos por supuesto cuando se trata de otros temas.
La industria del videojuego nos tiene acostumbrados a videos sobreproducidos que ofrecen un vistazo aséptico al desarrollo para poder formatearlo en pastillas promocionales. Grounded II, por mucho que haya coincidido con la publicación del juego para PlayStation 5, no es así. Y por eso merece la pena verlo.
Desde el principio, el documental aborda el punto más espinoso del juego. El detonante traumático de todos los eventos del juego y, también, el responsable de todo el vitriolo que se le ha arrojado incluso desde antes de salir al mercado. La muerte de Joel. La escena en la que Druckmann presenta la historia a los líderes de los departamentos del estudio está revestida de una solemnidad innegable.
Son conscientes de lo que van a hacer, del tipo de historia que van a contar, de la oscuridad impenetrable en la que se van a adentrar durante los próximos años de producción. De lo que no son del todo conscientes, aunque lo barrunten de alguna forma, es de la injusticia que se va a cometer con ellos a la hora de presentar la historia.
Las filtraciones aniquilaron cualquier posibilidad de tener un discurso crítico a la altura cuando el juego se lanzó en 2020. El juego sufrió un retraso de última hora que obligó a cambiar la fecha de febrero apenas unas semanas después de que se hubiera publicado por todo lo alto. Y luego la pandemia echó el freno de mano en la economía mundial, obligando a Sony a retrasar el juego de manera indefinida por la imposibilidad logística de llevar el juego a las tiendas.
Un veinteañero holandés se infiltró en el servidor de AWS que el estudio había puesto para que los empleados pudieran trabajar en remoto y descargó una tonelada de elementos de la producción, completamente sacados de contexto, dando pie a un discurso absolutamente demencial en redes, de una toxicidad alcalina fuera de lo normal, probablemente acuciada por meses de encierro forzado. Al juego nunca se le dio la oportunidad de hablar por sí mismo, y cuando finalmente se filtró la muerte de Joel, el efecto en el equipo fue devastador.
El documental se detiene especialmente en Laura Bailey, la actriz que interpreta a Abby en el juego. Las amenazas de muerte y, sobre todo, las amenazas a su hijo entonces recién nacido. Es un nivel de excreción criminal que revela un desajuste psiquiátrico notable, pero que por alguna razón hemos asumido como normal en todas las facetas de la vida pública.
Solo hay que echar un vistazo a las granjas de trolls que los partidos políticos tienen en nómina y el tipo de lenguaje que utilizan para descalificar al adversario. Corrosivo y brutal a partes iguales. ¿Los videojuegos atraen a lo peor de toda esta ralea? Lamentablemente, sí. Ni mucho menos son la mayoría, pero el medio es lo suficientemente masivo como para que un grupúsculo pueda tener un peso sustancial en la conversación.
En otro orden de cosas, si hay un tema que personalmente me ha molestado del documental es la impostada candidez de Halley Gross, co-guionista del juego, al quejarse de la falta de documentación de los periodistas que cubren el medio. Todo surge en torno a la conversación sobre la forma de representar la violencia contra las mujeres y un artículo de Kotaku donde pone en duda la participación activa de mujeres en el equipo. Es algo en lo que puede tener razón. Donde no tiene razón es cuando afirma con contundencia que ella está siempre disponible para aclarar dudas o dar su versión de los hechos.
Y esta aseveración me escama profundamente porque hace tres años estuve navegando la maraña de relaciones públicas de Sony para intentar que participara en un ciclo de conferencias en el Caixaforum de Madrid. Y fue imposible. Las empresas de videojuegos funcionan como un muro de contención cuya misión vital es mantener a los creadores en una burbuja estanca, completamente inaccesibles más allá de sus canales oficiales, siempre escasos y plagados de obstáculos.
Incluso asegurar la entrevista con Druckmann que llevamos en portada el día del lanzamiento del juego, hace ya casi cuatro años, fue un auténtico suplicio. Gross es perfectamente consciente de todo esto y sin embargo alimenta este discurso de confrontación con la prensa, caracterizándola como una recua de buitres siempre prestos a criticar sin conocimiento de causa, sin aplicar una deontología de mínimos y sin ningún interés por la verdad de los hechos. Es falso, y es agotador.
Una imagen del rodaje del documental 'Grounded II', el making of de 'The Last of Us Part II'
El documental tiene muchísimo que decir sobre el proceso creativo, sobre la intersección entre producción y marketing, sobre la teoría de autor aplicada a un equipo de cientos de personas, sobre la atención enfermiza por el detalle y sobre las tremendas dificultades técnicas a las que un estudio de videojuegos se tiene que enfrentar día a día.
También sobre la impericia de una audiencia quizá en parte incapaz de absorber una obra tan desafiante como esta, y de la complicada relación que se establece entre un creador y su público, que por un lado le ha convertido en millonario y que por otro le ha puesto en el disparadero de una forma completamente injusta.
Hay aquí una interesante reflexión sobre el efecto pernicioso que agentes como Marvel y Disney han tenido sobre la cultura popular, iniciando un proceso de infantilización masivo de las audiencias que directamente rechazan obras con matices, con personajes complicados y situaciones desafiantes. Se pone mucho el acento en la falta de preparación de los periodistas, pero no en cómo las propias empresas de entretenimiento han contribuido a la defenestración del medio, elevando a influencers dúctiles por encima de profesionales de rigor para conseguir beneficios a corto plazo.
El documental termina con Neil Druckmann anunciando de manera clara que el estudio está trabajando de alguna forma en The Last of Us Part III y que será el último capítulo de la saga. Todo parece indicar que al juego todavía le faltan años antes de que llegue a nuestras manos, pero es la primera confirmación oficial de su existencia.
Con la serie de televisión, los efectos prolongados de la pandemia y, sobre todo, el fracaso estrepitoso del juego multijugador en el que han invertido años de trabajo, el desarrollo probablemente ya haya sufrido numerosos retrasos. Pero sabemos que llegará. En algún momento. Esperemos que para entonces, el panorama sea muy diferente a la oscuridad de 2020.