Una imagen de 'Lorelei and the Laser Eyes', el mejor juego del año

Una imagen de 'Lorelei and the Laser Eyes', el mejor juego del año

Homo Ludens

Los mejores videojuegos de 2024, perfectos para regalar

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En muchos aspectos, 2024 ha sido un año de transición. Después del subidón que supuso la pandemia para la industria, donde todos los indicadores de consumo se dispararon y los inversores se peleaban por financiar cualquier cosa, llegó el momento de una corrección que ha sido mucho más severa de lo que podríamos imaginar en un principio. Muchos estudios han cerrado y no han sido pocos los proyectos que se han cancelado por falta de financiación.

En España, hemos tenido que lamentar el cierre de Tequila Works, uno de los grandes veteranos de Madrid, y de Novorama, estudio afincado en Barcelona que hace varias generaciones encontró cierto éxito con su Invizimals, una mezcla de Pokémon con realidad aumentada que no dejó de ser una moda pasajera. En líneas generales hay que decir que hemos sobrellevado la marejada muchísimo mejor que en otros sitios.

Es un momento de realineamiento, de tomar nuevas posiciones y ejercer con mayor cautela. Todavía hay demasiada incertidumbre sobre el futuro, pero los pilares de la industria se intuyen sólidos de cara al año que viene, donde todos los principales analistas esperan con los brazos abiertos el título que puede sacar a todo el sector de esta crisis existencial: Grand Theft Auto VI.

A pesar de ser un año de transición, 2024 nos ha deparado una cosecha extremadamente abundante de títulos encomiables. Algunos de ellos no han hecho mucho ruido, ya sea por las reducidas dimensiones de sus presupuestos de marketing o porque han quedado opacados por otros estrenos del calendario con mayor fuste comercial. Por eso encuentro estas listas de fin de año tan útiles. Son un momento para hacer balance y reposar todas las experiencias virtuales a lo largo de los últimos doce meses.

Normalmente, los estrenos más recientes suelen ocupar un lugar preeminente en la memoria de los críticos, pero en mi caso llevo años poniendo medidas para no sucumbir a ese sesgo, valorando de manera periódica el impacto de los juegos que más me han llamado la atención. Es imposible tener una lista perfectamente equilibrada, aunque solo sea por el hecho de que ha habido muchos juegos a los que no he podido dar una oportunidad.

Una de las ausencias más gravosas sin duda es la de Black Myth: Wukong, el blockbuster de China que salió a finales de agosto. Tarde o temprano encontraré un hueco, pero la verdad es que este año no ha habido fortuna. Sin embargo, no ha sido ni mucho menos la única. Este medio es inabarcable. De lo que sí estoy seguro es del
enorme mérito de todos los escogidos. Así que, sin más dilación, paso a enumerar los mejores (en mi opinión) juegos del año.

1. Lorelei and the Laser Eyes

Los suecos de Simogo no nos ponen las cosas fáciles. Su escape room demencial incluye comentarios refinados sobre la impenetrabilidad del arte, su tóxica vinculación con el comercio e incluso con dinámicas especulativas capitalistas, la intersección entre la genialidad y la locura, la dimensión existencial del mismo acto de la creación (ars longa, vita brevis; art imitates life), la prevalencia de las matemáticas en el universo natural, su relación con la divinidad y, en última instancia, el alumbramiento de la máquina como colmación de todas las aspiraciones humanas para una posterior aniquilación en una obsolescencia inevitable.

Hay secuencias metalúdicas absolutamente brillantes que demuestran el dominio formal de un estudio transgresor situado en la misma vanguardia de la expresión cultural. Una paleta monocromática (con retazos carmesí de simbología profunda) y unos encuadres elocuentes realzan una adscripción fidedigna al cine surrealista y experimental a la que sacan el máximo partido.

Ni una tesis doctoral sería suficiente para poner de relieve los méritos de Lorelei and the Laser Eyes. En definitiva, una genialidad sin parangón cuya mera existencia debe ser celebrada.

2. Final Fantasy VII: Rebirth

Todo un golpe de autoridad de Creative Business Unit 1, un equipo al que le ha costado veinte años salir de un pozo de su propia creación para recuperar su posición al frente de la industria con Final Fantasy VII: Rebirth.

Es también el contrapunto formal y filosófico a Final Fantasy XVI, llegando incluso a invertir las deficiencias de este. Donde aquel empezaba con mucha fuerza para luego arrojarse por un barranco en un tercer acto catastrófico, a este le cuesta mucho arrancar, pero una vez alcanza velocidad de crucero nada lo consigue detener hasta los títulos de crédito.

La espera para la conclusión de la epopeya (que calculo que llegará en tres años) se hará larga, pero tengo la certeza de que la savia nueva que representa el director Naoki Hamaguchi certifica el futuro prometedor del estudio. Solo queda soñar con lo que podrá hacer con un lienzo completamente nuevo, sin imposiciones nostálgicas ni expectativas previas, pero el oficio que ha desplegado aquí ofrece razones más que suficientes para mantener la fe.

3. Shadow of the Erdtree

Dos años y medio ha tardado From Software en concebir una ampliación que podría haber funcionado perfectamente como una secuela dado el volumen y calidad de contenido. Reúne las mejores virtudes de un juego icónico y las destila en un entorno fascinante.

Mucho se ha hablado de su dificultad, y aunque no es ciertamente apto para timoratos, ninguno de sus desafíos son insuperables, por mucho que su combate final raye en el límite. Es una expansión gloriosa que continúa el imperio de From Software y de Hidetaka Miyazaki, un autor cuyas ideas han cambiado la historia de los videojuegos.

Hace poco, George R. R. Martin insinuó que se está preparando el desembarco cinematográfico de esta lucha fratricida entre semidioses y aunque se antoja un proyecto harto complicado por su profundo simbolismo, lo que está claro es que puede ser el germen de otra gran franquicia transmedia.

4. Silent Hill 2

El original está considerado como un verdadero juego de culto y este remake no hace más que elevarlo, expandiendo ampliamente sus dimensiones, profundizando con sensibilidad en una serie de temas muy espinosos y dotando al título de una factura técnica envidiable que refleja los avances acaecidos en el medio en estas tres generaciones y casi un cuarto de siglo que hay de por medio.

Con esta obra, Bloober Team se ha doctorado definitivamente, entrando con honores en un reducido grupo de estudios capaces de producir títulos de terror a un nivel sobresaliente. Su historial es un todo un alegato sobre cómo es necesario dejar a los estudios tiempo para crecer, cómo pueden ir mejorando con el tiempo, acumulando experiencia con cada título que no cumplía con las expectativas pero que iba demostrando avances paulatinos.

En estos tiempos convulsos donde las grandes empresas del sector pierden la paciencia con demasiada facilidad y exigen éxitos inmediatos, reconforta saber que otro camino es posible.

5. Prince of Persia: The Lost Crown

Ya en enero intuí que este juego sería uno de los firmes candidatos a juego del año. La historia es sencilla, pero está muy bien llevada y a pesar de incluir un buen número de personajes, figuras mitológicas y manipulaciones temporales, no se vuelve confusa en ningún momento.

Además, Ubisoft ha apostado por incluir un doblaje en farsi que hace maravillas en cuanto a la inmersión. La lengua persa posee una fonética muy particular que encaja a la perfección con estos personajes de leyenda, sobre todo en las cinemáticas más dramáticas y espectaculares, que abundan en la segunda mitad y en los combates contra jefes donde el estudio ha llegado hasta el final en su intento por emular a Final Fantasy y la épica de las mejores series anime.

Son enfrentamientos vertiginosos, duelos entre semidioses que progresan en un crescendo inclemente, con ataques que llenan la pantalla de haces de luz y exigen dominar todas las mecánicas simplemente para sobrevivir, casi siempre a duras penas.

6. Call of Duty: Black Ops 6

La mejor entrega de esta subsaga desde por lo menos Black Ops 2 y borra por completo el estropicio que causó a la imagen de la franquicia la cínica entrega del año pasado. Los cuatro años de desarrollo se han revelado como todo un acierto.

Han otorgado el tiempo suficiente a Raven para idear una campaña que roza el sobresaliente y cuyo único demérito es el no haber podido conjurar una trama principal más contundente, aunque es cierto que han hecho maravillas si tenemos en cuenta el pesadísimo bagaje con el que tenían que lidiar.

7. Dragon Age: The Veilguard

El juego de Bioware ha sido durante las últimas semanas el epicentro de las guerras culturales que asolan en estos momentos el discurso en torno a los videojuegos. Ha habido un intento genuino de boicot por parte de ciertos influencers que buscan que se cumpla el eslogan “Go woke, go broke” ante lo que consideraban un panfleto diseñado por un comité marxista cuya única función era garantizar el seguimiento de los principios DEI (diversidad, equidad e inclusión en sus siglas en inglés).

Sin embargo, es el mejor juego de Bioware desde por lo menos Mass Effect 3 (2012) y muestra a un estudio dispuesto a concentrar sus esfuerzos en todo aquello que lo encumbró en el pasado en vez de seguir haciendo experimentos malhadados tratando de perseguir tendencias de mercado, ya sean los mundos abiertos o los juegos como servicio.

Consigue brillar en los momentos de épica desatada con una faceta audiovisual despampanante donde lucen especialmente las composiciones de Hans Zimmer y Lorne Balfe. Es un paso en la buena dirección y me llena de esperanza respecto a un futurible regreso a Mass Effect.

8. Metaphor: Refantazio

El nuevo juego de Katsura Hashino no tiene remilgos a la hora de abordar consideraciones políticas y religiosas de profundo calado. Como su propio nombre indica, el juego y su mundo de fantasía son una elaborada metáfora que permite a los desarrolladores extenderse en un comentario sobre las realidades más conflictivas de nuestras sociedades contemporáneas.

En ese sentido, la competición para ascender al trono no dista mucho de los procesos electorales entendidos como espectáculo de masas, con todos los atributos de un reality y las métricas de las redes sociales. Tampoco la lucha de egos de personajes grandilocuentes y las conspiraciones entre bambalinas. La estratificación social basadas en la acumulación del capital y el acceso a financiación por deuda, los desafíos que afrontan las sociedades multiculturales, los llamamientos a la equidad a través de la denominada affirmative action o discriminación positiva, la malinterpretación de antiguos textos religiosos, etc.

Es quizá demasiado largo para lo que quiere contar y el sistema del calendario le penaliza, pero merece mucho la pena.

9. Indika

A pesar de su reducido metraje, Indika ahonda sus garras en nuestras carnes sin remisión, enfrascándonos en pesarosas meditaciones durante sus títulos de crédito que a buen seguro nos acompañarán durante mucho tiempo, como hace toda obra de arte que se precie.

Hay retazos de Dostoievski, Tarkovski, Tolstoi y Turguenev, pero con una irreverencia postmodernista insoslayable que dota a todo el conjunto de una identidad propia. La voz del demonio está muy presente, un timbre sardónico que juega con los secretos inconfesables de su huésped y se mofa de su piedad performativa, adivinando la insinceridad subyacente.

Propone alambicados debates filosóficos repletos de falacias y trampas dialécticas en los que Indika cae sin remedio y luego trata de regurgitar a un Ilya desnortado que entiende la fe como un delirio voluntarista. A través de una serie de flashbacks que adoptan el pixel art y un formato arcade ochentero, somos testigos de los acontecimientos que llevaron a Indika a tomar los hábitos con apenas quince años.

Las revelaciones están acompasadas de tal manera que todo el brocado se deshace en el momento preciso, culminando en un final impactante que se despliega sobre la protagonista con una crueldad inusitada y acaso, merecida.

10. Stalker 2: Heart of Chornobyl

Los ucranianos de GSC Game World han hecho un juego enorme que se toma las cosas con calma. La historia tarda una eternidad en ponerse en marcha, pero cuando lo hace, de manera subrepticia, es tremendamente efectiva. Es difícil no sentirse perdido al principio entre docenas de personajes y las referencias a los eventos del primero y sus expansiones, pero como todo en la Zona, poco a poco empezamos vislumbrar los hilos conectores.

Tomamos decisiones de manera continua, tejiendo alianzas entre las diferentes facciones, y el juego se amolda en consecuencia, cambiando el estado del mundo de maneras evidentes.

Como los juegos de From Software antes, GSC Game World es muy consciente de lo que ofrece y no tiene ninguna intención de bajar las barreras a la entrada. La Zona no es un lugar para turistas. Solo Stalkers pueden recorrerla. Un Vía crucis expiatorio para purgar todas las excrecencias del mundo exterior, abrir la mente, ejercer la verdadera libertad, alcanzar la Habitación en su núcleo y cumplir con todos sus deseos.

Y la gran decepción: Dragon’s Dogma 2

Y por último, me voy a permitir incluir la que considero que es la gran decepción del año: Dragon’s Dogma 2. Hemos esperado doce años para recibir la secuela a un juego adelantado a su tiempo, con grandes ideas que la tecnología de entonces simplemente no era capaz de sostener. Y en vez de enmendar todos los errores de entonces, Hideaki Itsuno optó por entregarnos la misma experiencia.

Todas las aristas que estaban presentes en el original de hace doce años permanecen inalteradas. Los avances tecnológicos han servido para aumentar la espectacularidad y la ambición de su jugabilidad emergente, creando miles de historias espontáneas, sin guiones de por medio, en vez de apuntalar una presentación más coherente o cinematográfica. Es un juego terco en sus postulados, repleto de frustraciones cotidianas.

Con el paso del tiempo mi actitud hacia él se ha ido agriando, sobre todo al ver los excesivos elogios de otros críticos. Pocas secuelas parecían más sencillas de concebir y pocas me han defraudado tanto. Supongo que es lo que tiene arrastrar más de una década de expectativas.

De cara al próximo año, las cosas empiezan muy fuerte ya en febrero, con hasta cuatro juegos de rol enormes que tienen muchísimo que demostrar: Kingdom Come Deliverance II, Assassin’s Creed Shadows, Avowed y Monster Hunter Wilds. Tres de ellos estaban previstos para 2024 y fueron retrasados para perfilar su aspecto técnico y evitar la competencia de otros títulos, algo que a la postre ha resultado en vano.

En la industria actual, no hay calendario seguro. La avalancha de títulos es arrolladora. Incluso nos han llegado reportes de que la mayoría de editoras están guardando celosamente las fechas de sus lanzamientos a partir de marzo porque están a la espera de que Rockstar comunique el momento en el que abrirá las compuertas de Grand Theft Auto VI.

El juego está destinado a ser el evento cultural más grande la historia. Ningún otro referente en el mundo del entretenimiento se le puede comparar. Todavía no hemos visto más que un mero tráiler, pero todas las métricas indican que estamos ante un auténtico caso único en la historia. Hay demasiadas esperanzas depositadas en él. Ojalá esté a la altura.