Battiato: solo la estela del derviche
No hay en la música pop ningún fenómeno semejante al de Franco Battiato. Ni uno solo
En mi opinión no hay en la música pop ningún fenómeno semejante al de Franco Battiato. Ni uno solo. Quizá por eso llevo desde que empecé con esto de escribir música en el aire con la idea constante y la voluntad nunca cumplida de escribir un post digno para glosar su figura. Pero se me resiste incluso hacerlo de modo general. Aunque sólo sea parta hablar sobre su faceta como músico, cantante y letrista de canciones (principal pero no única labor del siciliano, también compositor de óperas y música sacra, cineasta, editor, viajero profesional y místico), explicarme a Battiato es para mí un reto.
Me sucede con él que cuando considero que he conseguido comprender y abarcar hasta un cierto grado su particular búsqueda de conocimiento, de su espiritualidad, de las formas tan singularmente pop a las que ha ido dando lugar, a las letras inagotables en temas y matices como posiblemente ningún otro letrista europeo, vuelvo a encontrarme perdido y estupefacto. Battiato es como una de esas asignaturas que nunca acabas de entender. Del Hit Parade de la música ligera italiana de la segunda mitad de los 60 a la depresión y, tras su paso por el conservatorio de Milán, la ruptura mediante la experimentación electrónica y progresiva de los 70 y de ahí de nuevo a la ruptura para llegar al italo pop-synth de los 80 y triunfar (fracasando) en Eurovisión y de ahí a una época imprecisa, de rastro fantasmal. A medida que me voy acercando a su música el asombro no para de agigantarse y cambiar de color, como pasa con esas lunas llenas de agosto.
A ello contribuye sin duda la singular relación que lo une a nuestro país. Aquí siempre lo hemos asociado con un suceso sin explicación de mediados- finales de los 80. Como hemos tratado en blogs bastante recientes, algo digno de estudio ocurrió en España en esa época que atrajo a los músicos y al gran público hacia temas y tratamientos que tenían que ver con la historia, la geografía, el arte, la ciencia o la religión. El fenómeno de Battiato en castellano es en mi opinión la prueba más clara de esa extraña tendencia.
Hoy poco queda de aquella devoción pasajera y acaso superficial del respetable ibérico. Bucear en Internet en castellano y buscar Battiato es encontrarse con un desierto poblado apenas por unos pocos escritos interesantes. En 2012 es un músico de culto, desconocido por el gran público excepto por aquella simpatía nostálgica que lo recuerda como el absurdamente imitado por Martes y Trece una nochevieja, el tipo italiano de la pinta inverosímil y las letras sin sentido que cayó en gracia en aquella década. Como los moais de Isla de Pascua, parece un misterio que resulta familiar y cae bien. Sabemos que aún viene a tocar de tanto en tanto porque ocupa una página en la sección de cultura de los diarios pero no es un músico reconocido.
Así, por dar un dato objetivo: ¿cómo se explica que alguien que llegó a vender un millón de copias de sus discos en castellano no haya generado más que un libro por estos lares? (aquél, por otra parte inencontrable, que firmara o tradujera Eduardo Margaretto Kohrmann para Cátedra en 1990).
En el terreno musical, apenas sólo cierto “indie” inteligente lo reivindica sin chiste de vez en cuando. Ahí están las versiones recientes de Astrud (Voglio vederti danzare), Grupo de Expertos Solynieve (Personalità empirica), o la más antigua de Los caramelos de Charlie Mysterio (Centro de gravedad permanente), quién es uno de los que ha escrito alguna de las pocas páginas apasionadas e interesantes sobre él de las que se encuentran tendidas en los rincones más escondidos de la Red en castellano.
También lo reivindican algunos escritores y poetas como el vecino de al lado de este blog Martín López-Vega o como el tempranamente fallecido Félix Romeo, o jóvenes cineastas como Jonás Trueba que en su primera película lo empleó como símbolo de regreso a cierta Arcadia contemporánea (edad de oro sentimental y preadulta). Casos raros.
Claro que fuera de Italia y España la cosa debe de estar más complicada. Battiato (que intentó sin éxito saltar a la palestra anglosajona en los 80 publicando Echoes of Sufi Dances casi al tiempo que veía la luz su maravillosa versión española) ha quedado en el ambiente pop internacional como delicatessen para (muy) conocedores, y un baluarte de la música progresiva y experimental italiana de la primera mitad de los 70, junto a bandas como Premiata Forneria Marconi (PFM) o AreA.
Frank Zappa fue uno de los primeros en valorar al genio de Jonia. Tras él, figuras como Julian Cope, Steven Stapleton (Nurse With Wound) y sobre todo Jim O'Rourke han declarado amor por esos magníficos discos de los 70 (Fetus, Pollution, Sulle Corde Di Aries, Clic). Así no es de extrañar que las bandas que participan en el recopilatorio de homenaje What's Your Function? (Sillyboy, 2005), sólo rindan homenaje a esa etapa. La más desconocida aquí.
Battiato es único en su ligereza, en su salto, en su vivir en equilibrio, casi en el aire. Su combinación de sabiduría, mundanidad, divertimiento, experimentación y disposición hacia lo popular es muy difícil ya no de comparar sino de predicar. Y por eso era una locura empezar a escribir esto. Pero, ya ven, antes de evitar el fracaso de dibujar el perfil de este profeta pop, he preferido (lo cual me parece muy battiatiano) caer y sumergirme en él. Porque, además, que esto sea una tentativa frustrada me permitirá volver a escribir otros post sobre el tema después de éste. Quizá dedicando cinco (pienso en uno por década) consiga algo. Ya veremos. Espero intentarlo en futuras entregas. De momento, por si alguien quiere recordar, o abrir boca, sirva esta magnífica entrevista que le hiciera Paloma Chamorro.