Iñaki Alberdi, acordeonista
[caption id="attachment_813" width="560"] Iñaki Alberdi[/caption]
Iñaki Alberdi: gran virtuoso del acordeón. Virtuoso en el mejor sentido: tiene la técnica del instrumento dominada de manera trascendente y eso le permite crear música en cada frase. En realidad, en cada sonido. La palabra virtuoso se asocia a veces con la habilidad circense, la gimnasia de los dedos o los fuegos artificiales. A mí, un verdadero virtuoso me hace pensar en el Creador de la Capilla Sixtina. El del dedo. Un virtuoso es uno capaz de crear universos con su instrumento.
¿Acordeón? Efectivamente. Es un instrumento de origen popular -¡como casi todos los demás!-, pero sus capacidades para la música de concierto son formidables. Entre nosotros no tiene mucha tradición en esta faceta clásica, pero los compositores rusos y finlandeses explotan desde hace tiempo este extraordinario instrumento. El acordeón es único porque reúne dos capacidades que no encontramos juntas en ningún otro instrumento: es polifónico (como el piano, el órgano o la guitarra) y, además, respira (como el clarinete, el violín o la voz de un cantante). Digo que el instrumento respira en el sentido de que su intérprete es capaz de insuflar vida a las notas y los acordes a lo largo de toda su duración. Manejando el fuelle, el acordeonista puede modular la cantidad de sonido con que suena una nota o un acorde, lo mismo que hace el cantante con la columna de aire o el violinista con el arco. Eso es imposible en la mayoría de los instrumentos polifónicos, en los que el intérprete juega con las extremidades de cada nota -el ataque y el final- pero no puede modificar su cuerpo. En esos instrumentos, las notas solo pueden nacer y morir. En el acordeón, además viven. En realidad, a lo que más se parece el acordeón es a la orquesta, o a los grupos de cámara, que son capaces de hacer música polifónica y de frasear a lo largo de todo el recorrido de cada nota.
El CD que acaba de lanzar Alberdi -Sensations, en el sello IBS- muestra el resultado musical de estas extraordinarias capacidades. El disco contiene versiones para acordeón de músicas que nacieron en su día para el piano (Aragón de Albéniz, Danza de la pastora de Ernesto Halffter), para el clave (sonatas de Antonio Soler) o para el órgano (Cabezón, Turina, Erkoreka). Iñaki Alberdi lo presentó hace unas semanas en el kilómetro cero de la Europa musical, la Musikverein de Viena. Después lo trajo a Madrid, a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Oír en el acordeón músicas de la máxima exigencia artística, músicas que conocemos bien en sus versiones originales, como son las de este disco, es una experiencia asombrosa. Reconocemos la naturalidad melódica y armónica, la limpieza de articulación, la potencia rítmica y la variedad de colores a las que estamos acostumbrados en otros instrumentos de teclado, pero nos asombra la vitalidad nueva que Alberdi logra insuflar a estas obras. En su adaptación de Aragón, ha partido de la orquestación de Rafael Frühbeck. Normal: ya hemos dicho que el acordeón está más cerca de la orquesta que del piano o del órgano.
En junio veremos a Iñaki Alberdi tocando con la Orquesta Nacional el Concierto de Jesús Torres. Además de él, han escrito para Alberdi José María Sánchez Verdú, Ramón Lazkano, Luis de Pablo y muchos otros, incluida la mismísima Sofía Gubaidulina, autora de partituras sobrecogedoras en las que el acordeón respira con aire místico, con ventalle de cedros o poco menos.