Vivimos un momento de auge de la música interpretada por jóvenes, tanto en España como en todo el mundo. No estoy seguro de poder decir lo mismo acerca de la composición, pero en el campo de la interpretación, las nuevas generaciones vienen empujando fuerte, lo que, por una parte, apunta a un futuro de música bien tocada y, por otra, a una profesión muy competitiva, donde para cada plaza de orquesta se presentan docenas, si no cientos, de músicos muy buenos.
No es solo que las orquestas de jóvenes se multipliquen, es que tocan muy bien casi todas. Se distinguen por llevar una jota en el nombre: la JONDE del Ministerio de Cultura, la JORCAM de Madrid, la OJA de Andalucía, la JONC de Cataluña, la EIO del País Vasco (con i de ikasleen, estudiantes), la Jove Orchestra de Valencia, la OJSG de Galicia y muchas otras. Me encanta poder presumir en este campo de la calidad de la Orquesta Freixenet de la Escuela Reina Sofía, en la que colaboro, y que, para sus dos formatos, de Cámara y Sinfónica, tiene al frente a dos grandes maestros: András Schiff y Andrés Orozco-Estrada.publicidad
Hace poco ha estado de gira por España una orquesta joven legendaria: la Gustav Mahler Jugendorchester que fundó Claudio Abbado. Esto último es clave, porque lo que convierte a este cóctel musical en explosivo es la reunión de la energía y la ilusión de unos jóvenes que, en muchos casos, están tocando la sinfonía en cuestión por primera vez, con la experiencia y la capacidad de liderazgo de un gran maestro. En los últimos años, ha ido creciendo la participación de españoles en la Mahler Jugend, pero en esta ocasión, el número resultaba abrumador: 26 de 90. ¡Casi un tercio! Más de la mitad eran chicas, que llegaban a triplicar a los chicos en la sección de cuerda. La igualdad ahí está lograda. Es cuestión ahora de empezar a ver más mujeres directoras. Creo que no tardarán.
Ibermúsica tiene el acierto de incluir a menudo en su ciclo Orquestas y Solistas del Mundo a esta y otras orquestas de jóvenes. En esta ocasión, bajo la batuta de Jonathan Nott, estos músicos nuevos nos hicieron oír de otra manera el aluvión de talento que hay en la Tierra de Jesús Rueda, el mundo chocante, a la vez ambiguo y clarividente, del último Shostakóvich, el de la Sinfonía núm. 15, y la expresión exacerbada de dos compositores, Mahler y Berg, cuya orquesta es una especie de cámara múltiple donde los pequeños conjuntos se suceden, en Mahler, o se superponen, en el Berg de las Tres piezas op. 6. Ambos consiguen la tensión expresiva sobreimpresionando lo pequeño en lo grande o al revés. Precisamente fue ese espíritu cercano dentro de la enormidad, esa manera de cantarte al oído desde la distancia, lo que no encontré en los Rückert-Lieder de la mezzo Elena Zhidkova, estupenda por lo demás. Son partituras grandes como sinfonías, pero tienen que sonar con la urgencia íntima de las canciones cantadas en casa. Que se puede hacer lo demostraron hace bien poco Anna Lucia Richter y Florian Boesch en este mismo ciclo de Ibermúsica.