Se vende zarzuela
La obra de El Instante Fundación demuestra que aún hay hueco en nuestro tiempo para un teatro musical cómico, crítico, desvergonzado y hecho con calidad y talento
Cuando ha pasado ya casi un siglo (que parece un milenio) de los últimos éxitos de Sorozábal, Guerrero o Moreno Torroba, vuelven a Madrid los estrenos de zarzuela. Seguimos a la espera del de Policías y ladrones, de Tomás Marco y Álvaro del Amo, cancelado primero por una huelga y después por la pandemia, pero, entre tanto, se ha estrenado en El Instante Fundación la zarzuela Se vende, con música de Javier Arias Bal, David del Puerto y Jesús Rueda, libreto de J. M. Fernández Shaw y escenografía e imágenes del pintor José María Sicilia. Imagino que estos dos últimos nombres son heterónimos —literario y visual, respectivamente— del artista José María Sicilia Fernández-Shaw. A todas estas labores en Se vende, Sicilia añade la de dirección de escena.
El Instante es el título de un enorme tríptico de Sicilia que está en la colección del Museo Reina Sofía. Por su parte, El Instante Fundación es un fantástico espacio de arte creado hace cuatro años por el pintor y Cristina Pons aprovechando unas viejas cocheras del madrileño y zarzuelero barrio de Delicias. Que el libretista de Se vende es Sicilia se deduce de los propios versos del libreto, sencillos pero apretados, con palabras inquietas que recuerdan a nuestros conceptistas barrocos y remiten siempre al tiempo. En manos de Sicilia, el tiempo, además de no existir, es un caleidoscopio de mil caras. La reflexión afilada y revolcona sobre el tiempo está en todo lo que hace El Instante, empezando por la primera línea de la definición que hace de él su fundador: "Un instante es el lugar al que...", que es como decir: el tiempo es un espacio que... o viceversa.
Las tres protagonistas de Se vende llevan nombres de estafa y tiempo: Timo Time, Nada Time y Time de Rien. La trama consiste en una subasta de personajes famosos, en plan reality, con pujas y hasta un suicidio. La acción no se sigue fácilmente, pero da igual, porque lo importante es el chisporroteo de pareados de mani (a limpiar, a robar / a mí el Falcon / cómo pillo en el ladrillo / si el honor fuese rentable, yo sería honorable / tengo la conciencia tranquila, jamás la he utilizado), aforismos sobre el tiempo y hasta un pareado autoalusivo: esto necesita más ensayo, imposible el 6 de mayo.
Entre los artistas y el público se sitúa una especie de coro griego de jóvenes moviladictos con el pulgar enloquecido y el cuello tronchado en escuadra. Comentan la acción —o pasan de ella— en su lenguaje crudo y desinhibido. En la pared de enfrente, una enorme pantalla escrolea el chat de otro grupo de neoconversadores, mientras, en otra pared, van rotulándose, según se cantan, los versos principales del libreto: una proyección limpísima que recuerda al graffiti aquel, Mane, Tecel, Fares, que le chafó la orgía al rey Baltasar.
Los orgiantes de Se vende no han profanado, como los de Babilonia, las copas expoliadas del templo, sino el bolsillo del contribuyente y la buena fe del votante. ¿Qué se vende en Se vende? No se sabe; quizá, todo. ¿Qué se critica? La corrupción, el ansia de poder, la pandemia, el nacionalismo y la telerrealidad (que antes, ¡qué tiempos!, llamábamos "telebasura"). En otra proyección, un pimpampum electrónico va abatiendo una a una las efigies de los políticos españoles de los últimos cuarenta años.
La música de la terna de compositores está muy bien hecha, funciona perfectamente y es zarzuelera, porque tiene raíz española y forma sencilla, organizada en números cantables, bailables y hablados. Apuntándose también a la otra acepción de la palabra zarzuela —la mezcla en un mismo plato de una variedad de pescados— Se vende ofrece un surtido de pasodobles toreros, valses, danzones, boleros, reguetones, el "Amado mío" que cantaba Rita Hayworth, la "Quinta" de Beethoven, el "A quién le importa" de Alaska, marchas circenses, una ensalada de himnos a base de la "Marcha real", "Els segadors" y "The Star-Spangled Banner" y muchas especies musicales más. Protagoniza la función un estupendo cuarteto de voces: las sopranos Soledad Cardoso y Maylin Cruz, la mezzo Sandra Pastrana y el barítono Xavier Mendoza. Actúan, además, los actores Ignacio Vicens y Miguel Marinas, el Coro Joven Filarmonía y la Madrid Festival Orchestra, todos ellos dirigidos con dominio y musicalidad por el maestro Albert Skuratov. El sonido de la orquesta es francamente bueno, igual que la coordinación general de un espectáculo complejo como este, hecho con pocos medios y mucha creatividad. Es obra de la directora de producción, Cristina Pons.
No sé hasta qué punto El Instante Fundación pretende resucitar un género, el de los antiguos Fernández-Shaw, que murió en la primera mitad del siglo pasado, pero lo que consigue sin duda Se vende es demostrar que aún hay hueco en nuestro tiempo para un teatro musical cómico, crítico, desvergonzado y hecho con calidad y talento.