Ocho ediciones después, el festival cordobés Cosmopoética cambia de dirección. Lo hace consolidado como una de las grandes citas poéticas del año en España.



Que un festival que se organiza con dinero público cambie periódicamente de dirección, a mí, personalmente, me parece sano. Es una buena oportunidad para, manteniendo aquello que ha hecho grande al festival, corregir algunas inercias y dar un nuevo impulso.



En una lectura de la última edición, mientras leía Lêdo Ivo, después de haberlo hecho Charles Simic, de pronto Carlos Pardo, uno de los organizadores, se levantó y se fue llevándose consigo a buena parte del público: él presentaba su propio libro en un bar, en una actividad que no tenía nada que ver con el festival pero que sin duda se aprovechaba de él (se llevaba a su público, en alguna parte compuesto por invitados pagados por el festival) y presuntamente de su presupuesto: la presentadora de su novela, Almudena Grandes, estaba en Córdoba invitada por el festival (o al menos, así consta en el programa). Nada que objetar si no fuera porque, como digo, esa presentación se solapaba con una lectura del propio festival. Cuando uno se atreve a cosas así, sin duda, ha llegado el momento del relevo.



En el caso de Cosmopoética, aunque el cambio tenga visos políticos por producirse tras la llegada del PP al ayuntamiento, conviene recordar que el organizador del festival, Carlos Pardo, se presentó a las elecciones anteriores en las listas de Izquierda Unida; si alguien ha politizado la relación festival-ayuntamiento, por tanto, ha sido él, poniendo este cambio en bandeja. Uno no puede pedir que la cultura se mantenga ajena a la política (al menos, al partidismo) y luego ir en las listas de cualquier partido que sea.



¿Es Joaquín Pérez Azaústre, el nuevo director, la persona más indicada para ello? Su curriculum como escritor le avala: ha ganado o sido finalista de algunos de los premios más “renombrados” del país, como novelista ha tenido un discreto éxito. No consta experiencia como organizador de eventos. Pero tampoco constaba de Carlos Pardo cuando tomó las riendas del festival como autor de un par de discretos libros de poemas y sin siquiera haber terminado la carrera. Casi lo mismo puede decirse de sus compañeros en la organización, Juan Antonio Bernier y Fruela Fernández. Luego, pese a las precauciones que inicialmente cualquiera, de manera lícita, podría haber tenido, han hecho un trabajo irreprochable. Cualquiera que entre en la web del festival sentirá sin duda envidia de quienes han compartido jornadas con los poetas que han pasado por Córdoba. Démosle, pues, un voto de confianza a Pérez Azaústre, y comparemos después, que sin duda lo haremos.



Son varias las cosas que, a mi juicio, eran mejorables en Cosmopoética. Entiéndase lo que sigue como un intento de crítica constructiva: soy consciente de que a la hora de organizar un festival de esta magnitud uno tiene muchas trabas y exigencias por parte de quien pone los dineros. Son, por tanto, tan sólo algunos asuntos que me parece que merecen reflexión, asuntos que pueden mejorar un festival que en sus ocho ediciones ya realizadas no merece más que elogios.



Lo primero que habría que plantearse es el concepto mismo de festival. Para la ciudad que lo acoge, ¿es mejor reunir durante una semana a unas decenas de poetas amontonados y, por tanto, con un tiempo reducido para exhibirse, o tal vez sería mejor mantener una programación equilibrada durante todo el año, sacando más partido a los autores participantes? Si yo viviera en Córdoba, creo que preferiría, más que una lectura conjunta de Charles Simic, Lêdo Ivo, Juan Manuel Bonet, Juana Castro... tener, por ejemplo, en abril una semana a Charles Simic dando un día una lectura, otro una conferencia, un par de talleres... Y luego en mayo Lêdo Ivo, y en junio Juan Manuel Bonet, y si no queda más remedio, por aquello del equilibrio con lo local, en julio Juana Castro...



El modelo que han seguido las lecturas de la Residencia de Estudiantes de Madrid (Mark Strand, Adam Zagajewski y un largo etcétera) me parece en esto ejemplar. ¿Cuáles son las desventajas de esto? Se me ocurren dos: una, que puede reducir el número de gente que sin duda se acerca a Córdoba con la excusa de asistir al festival; es cosa de los técnicos evaluar esos datos, y no digo que no lo hayan hecho ya. Luego hay que decidir qué es mejor para la ciudad, que es, al cabo, la que lo paga. El segundo efecto negativo puede ser un menor impacto en prensa. Pero con los nombres que ha manejado Cosmopoética, no creo que necesiten, ni mucho menos, amontonarlos para que los periódicos les hagan caso.



La nueva dirección del festival tendrá que hacer frente a un hecho: todos los premios Nobel invitables han sido invitados ya. No todos los buenos poetas, desde luego, pero aquí topamos de nuevo el impacto mediático que siempre ayuda a justificar un gasto como el de un festival así. En la última edición, la falta de un Nobel que pudiera dar la conferencia inaugural (¿y no servían Simic, Ivo, Nooteeboom?) se suplió con la del saltimbanqui Alessandro Baricco, que dijo una serie de sandeces y una sola verdad (“Soy el menos indicado para abrir un festival de poesía”) mientras Lêdo Ivo se reía en primera fila y preguntaba: “¿Cómo dices que se llamaba este? ¿Alessandro Borrico?”.



Creo que merece la pena investigar nuevas formas de combinar a los poetas locales con los que vienen de fuera. En Córdoba tienen todo el año para escuchar a Juana Castro o Federico Abad. Colocarlos junto a Ivo o Simic para quedar bien y “equilibrar” me parece un disparate, malgastar el dinero que cuesta invitar a estos poetas. Aparte de, comparación mediante, hacerles un flaco favor...



También me parecería cabal repasar los criterios que se han seguido para invitar a los llamados poetas “emergentes”: jóvenes en su mayoría inéditos o casi que participan en lecturas paralelas. La idea me parece magnífica: es como becarles para asistir a lecturas de las que sin duda pueden aprender mucho, para conocer a algunos de los poetas que admiren. A mí me hubiera encantado que me invitasen a algo así cuando tenía diecisiete, dieciocho años. Pero ya digo: no tengo muy claro el criterio de invitación. Quizás podría hacerse algún proceso de selección a lo largo del año, un concurso, algún tipo de competencia. Es imposible que los organizadores, sean quienes sean, conozcan a todos los jóvenes que en España empiezan a dar sus primeros pasos y elijan a los mejores. La mayoría de ellos tendrá seguramente escaso contacto con el mundillo poético. ¿Por qué no generar no sólo un acceso más igualitario a esa oportunidad, dándoles además de paso la primera ocasión de conectar con otros poetas incipientes? Por el sistema habitual, al final, resulta imprescindible conocer a alguno de los organizadores. Y así, mal empezamos...



En Cosmopoética, aparte de las lecturas, ha habido algunos debates muy interesantes sobre tradición, traducción, sobre poesía en general... Sería fantástico poder recuperarlos (imagino que habrá grabaciones o transcripciones) y publicarlos. Si el festival en el futuro tuviese la capacidad intelectual de orientarse de modo monográfico (y creo que sería el modo más efectivo de remozarlo), organizando mesas redondas y lecturas en torno a un tema central, generando bibliografía y debate, podría convertirse en un lugar de pensamiento y referencia de la poesía universal.



Ya digo: fijarse en detalles y proponer cómo mejorar algo desde casa es mucho más fácil que bregar con el día a día de un festival como Cosmopoética. Carlos Pardo y su equipo han hecho un gran trabajo, merecedor de toda clase de elogios: esperemos que quienes ahora llegan como relevo natural sean capaces de mantener el nivel e incluso mejorarlo. De momento, sólo cabe estar contentos: en los tiempos que corren, Cosmopoética sigue.