Cómo a finales de los ochenta, en una lengua a punto de perderse para siempre y con
una tradición literaria con tendencia al perpetuo anacronismo, surgió un grupo de poetas
capaz de añadir un acento personal a la tradición universal a la vez que daban nueva
vida a su viejo dialecto latino, es algo que tiene toda la apariencia de un milagro. La
historia de la literatura asturiana es larga en siglos pero breve en nombres y menos en
nombres que uno recomendaría a quien se interese apenas por la literatura. El mayor
de ellos, Fernán Coronas, aquel cura de Cadavedo que ponía en asturiano claro haikus
japoneses, fue editado hace ya años de forma ejemplar por Antón García.
Y es que si algo diferenció desde el principio a la generación de Antón García, a la
que ya es lugar común llamar segunda del Surdimientu (la de Xuan Bello, Berta Piñán
Esther Prieto, Lurdes Álvarez, Pablo Antón Marín Estrada...), fue la claridad con que
vieron que la búsqueda estética no debía estar supeditada en ningún caso a la búsqueda
lingüística.
Sin la labor editorial de Antón García, primero como pionero en Llibros de
Frou y luego consolidando Trabe, sin duda el referente editorial asturiano desde
su fundación hasta su venta, no se entendería el florecimiento de la literatura
asturiana. Antón García no sólo es uno de los mayores poetas asturianos; también
es (y aquello seguramente sea consecuencia, en parte, de esto) uno de sus mejores
lectores. Una vez vendida Trabe al grupo Ámbitu, que poco a poco fue ocupando todo
el espectro de la cultura en asturiano para luego poco a poco ir cerrándolo todo, hace un
par de años decidió poner en marcha la revista Campo de los patos (lugar ovetense)
con un monumental tomo dedicado a la cultura alemana. La revista de Antón García
viene a cubrir el hueco (y lo hace a lo grande, sin duda) de otras revistas precedentes
en asturiano, como Adrei o Zimbru, y de libros en los que algunos de los poetas de
su generación tradujeron al asturiano parte de lo mejor de la literatura universal. Si la
generación a ellos anterior pensó que la mejor forma de dotar a la lengua asturiana de
una tradición era inventarla (y ahí están los ridículos romances de Xuan Xosé Sánchez
Vicente, llenos de moros y cristianos, para demostrarlo) esta generación entendió que ya
tenía esa tradición: la suya era la universal.
Campo de los patos vuelve a los quioscos con dos tomos monumentales (en total,
son casi ochocientas páginas) sobre poesía norteamericana. Toda una enciclopedia
que abarca desde los orígenes hasta la actualidad, en la que no falta ningún autor
fundamental y que además está llena de sorpresas, repleta de ensayos y de poemas
traducidos. Lino González Veiguela entrevista a Charles Simic, Xilberto Llano se
detiene en la identidad de los poetas italoamericanos, Paquita Suárez Coalla explora la
poesía norteamericana en castellano, Héctor Fernández estudia las letras de canciones,
terreno en el que indagan igualmente Xabel Vegas y Adolfo Camilo Díaz, José Luis
Argüelles examina el momento germinal de Poe y Whitman, en cuyo cosmos se detiene
Pablo Antón Marín Estrada, Sánchez Vicente traduce a Pound, Héctor Fernández a diez
modernistas, Esther Prieto a Marianne Moore, José Luis Piquero a Weldon Kees... No
hay un lector de poesía para el que no tenga un enorme interés esta doble entrega
de Campo de los patos. La lengua no ha de ser un obstáculo, sino un encanto más.
Edita Saltadera. Vean si no cómo suena Marianne Moore en la
versión de Esther Prieto:
Una botella de cristal exicio en forma de pexe
Equí tenemos sedey aguante, dende'l principiu,
y arte, mesmo qu'una fola empinada pa que la veamos
na so esencial perpendicularidá;
non débil sinón
intensa: l'espectru de los colores, esi
espectacular y áxil animal, el pexe,
coles brilloses escames que-y esvíen la espalda del sol.