Lêdo Ivo (Maceió, Brasil, 1924-Sevilla, 2012) no sólo escribió poesía, sino también un sinnúmero de novelas, libros de relatos, crónicas, ensayos... “Soy poeta: la prosa es mi descanso del guerrero”, afirmaba. De entre esas obras de creación paralela destacan, además de algunas de sus novelas, como Nido de serpientes, editada en español por Vaso Roto, tres de sus libros de ensayos, particulares mezclas de memorias, crítica, aforismos: se trata de Confesiones de un poeta, El alumno atrasado y Aléjense de las hélices. Estas dos últimas acaban de ser editadas en un volumen conjunto en Rio de Janeiro por Apicuri. Tal y como señala el editor Jozias Benedicto en su nota preliminar, el volumen contiene de un lado El alumno atrasado, libro que ya fuera publicado en 1991, y Aléjense de las hélices es una especie de continuación, al menos en su intención, de aquel, y que forma parte del legado de inéditos que Lêdo Ivo dejó a su muerte y del que forman parte, que sepamos de momento, los poemas de Aurora (recién publicado en español por Pre-textos, inédito aún en Brasil) y aún trece poemas más, titulados Relámpago y que probablemente verán la luz antes en España que en Brasil. Lêdo Ivo, en los últimos tiempos, parecía un poeta más español que brasileño. Estos dos libros, como Confesiones de un poeta, son una muestra continua de inteligencia, hondura y sentido del humor. Lêdo Ivo sabía que la inteligencia puede ser bienhumorada y sana sin necesidad de recurrir a la resbaladiza ironía. Y además, tenía unas gafas de un modelo único que le hacían inmune al tópico y al trazo grueso. Traduzco a continuación algunos de los trechos de los libros ahora reeditados. Toda poesía es política, incluso cuando el poeta, celoso o ambicioso de su perdurabilidad, vuelve las espaldas a los acontecimientos de su tiempo e intemporaliza su canto. Quien castiga el estilo siembra tempestades. En los despachos eruditos, rodeados de diccionarios, murciélagos necrófilos chupan la sangre póstuma de los poetas malditos. Valéry decía que los dioses regalan el primer verso, y que es cosa del poeta escribir el resto. Prefiero que los dioses me regalen el tercer verso y dejen los dos primeros de mi cuenta. Si un poeta invoca la razón es señal de que necesita un psiquiatra.   La generosidad del poeta que le dice a su amada: Te perdono por haberme hecho feliz. Después de milenios cansado de pertenecer a la vanguardia, Homero sueña con ser un clásico.   Quien hace una revolución tiene el deber de traicionarla. Corrigiendo a Descartes: Imagino, luego existo. Dios no es teólogo. En un ensayo sobre Tennyson, T. S. Eliot sostiene que tres virtudes son indispensables para un gran poeta: abondance, variety y complete competence. La observación es a propósito de Dante, pero creo que puede ser aplicada a cualquier poeta importante. Abundancia, variedad y competencia total o suprema son, realmente, elementos imprescindibles en la creación de una obra poética relevante. En Dante o Quevedo, Shakespeare y Lope de Vega, Camões y Ronsard, Victor Hugo y Yeats, Goethe y Walt Whitman, la copiosidad se une a una extrema variedad temática y retórica, ofreciendo siempre al lector de poesía un escenario caracterizado por la diversidad y cambio de tono que expresa y documenta una rica experiencia personal anclada al mismo tiempo en el talento (o genio) individual y en el conocimiento de la tradición. Son ellos los poetas que tienen mucho que decir, y no los frugales y monocordes, músicos de una sola tecla, y obligados a las concisiones empobrecedoras y a las exactitudes parcas y melancólicas: las pequeñas exactitudes inexactas. La teoría literaria consiste en querer enseñar a volar a las águilas.