Ser, como Hilde Domin (en la imagen), "más escéptica que Brecht (la lírica debe transformar la realidad), más confiada que Benn (la lírica, el arte, carecen de consecuencias)" y creer que tiene mucha vigencia la pregunta que ella se hace: "¿se trata al menos de colocar un poco más alto el dintel de la manipulabilidad? ¿El dintel tras del cual el hombre ya no hace algo con lo que se ha hecho de él, sino que puede hacer algo de sí mismo?". Tal vez eso sea todo lo político que debe ser un poema, intentar aguzar el sentido crítico. El poeta, el intelectual, debe ser siempre el abogado del diablo. En el momento en que toma partido pierde su capacidad de ser crítico. Y además, acaba mal… Pienso en Maiakovski y en Pasternak: el más revolucionario y el más clásico acabaron igual: uno se suicidó y el otro fue "destrozado por los perros del poder", como dice el poeta argelino Kateb Yacine, quien añade: "los mejores han sido hechos polvo por los mediocres". Cuesta mucho seguir confiando en la credibilidad intelectual de quien acepta un ministerio o una secretaría de estado o se presenta como aspirante a concejal. No creo que ese sea el lugar de un intelectual… Mejor estar y trabajar que figurar.
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Habla Alain Badiou en su Manifeste pour la philosophie de una "edad de los poetas". Llama así a este momento de la historia de la filosofía en que esta se ha visto reducida a una sola de sus condiciones. Se trata esencialmente de la condición científica o de la condición política, o bien de una mezcla de ambas, lo que el marxismo llama "socialismo científico". Badiou afirma que "En estas condiciones, heredadas del siglo XIX, el poema puede asumir en el pensamiento toda una serie de operaciones dejadas vacantes por la filosofía que su sutura anula o paraliza". Sigo citando párrafos de un artículo suyo que aparece en un libro editado por Jacques Rancière, La politique des poètes. Lo aclara así: "en una situación en la cual la filosofía está suturada sea a la ciencia, sea a la política, algunos poetas, o mejor algunos poemas, ocupan el lugar en el que habitualmente se declaran las estrategias de pensamiento propiamente filosóficas". Es muy interesante esta idea del poema como lugar del pensamiento. Primero, porque sitúa al poema en una esfera, creo, distinta: no es solo una especie de circo de imágenes que reflejan sentimientos. Es sobre todo un lugar en el que crear y comunicar una idea del mundo. Esto podría parecer una obviedad, y lo es si pienso en poetas que son fundamentales para mí hoy, en general todos aquellos que vienen (por filiación o coincidencia, eso es lo de menos) de un cierto Auden, creo, como Brodsky, Herbert, Milosz, Amijai… Pero no está tan claro antes de ellos, me parece. Es con ellos que ser poeta supone un estar en el mundo como ser pensante, como ciudadano al que le importan todos los asuntos de la polis. Como político en un sentido casi etimológico.
El poema rechaza las obviedades, y un programa político las reclama. Un programa político debe exigirse luchar por la igualdad entre hombres y mujeres, pero un poema debe darla por supuesta; ni siquiera se referirá a eso. Y este es solo un ejemplo, claro. En el poema lo que hay es una actitud, no un programa: algo así como una quintaesencia de un programa, si se quiere, y además no, digamos, en embrión, si no ya realizado. El poema vive en ese mundo "mejorado" y desde ese mundo mira la actualidad. Esa distancia es la que le permite ser crítico.