Hasta hace pocos años, una antología como Miniaturas de tiempos venideros, la amplia antología de poesía rumana que acaba de editar Vaso Roto, hubiera sido impensable en España. Bien es cierto que ha habido excepciones (se me ocurre ahora la impagable Poesía nórdica de Francisco J. Uriz, a quien los lectores nunca estaremos suficientemente agradecidos) pero lo cierto es que últimamente han pasado a ser algo frecuente: hace apenas unos meses aparecía, por ejemplo, la Antología de poesía checa contemporánea traducida por Patricia Gonzalo de Jesús para Pre-textos.

Miniaturas de tiempos venideros tiene muchas virtudes: una selección amplia de autores, una muestra de poemas lo suficientemente amplia como para hacerse una idea no demasiado equivocada de la poética de cada uno de ellos y una traducción (responsabilidad de Catalina Iliescu Gheorghiu) que suena muy bien en general y apenas flojea en los poetas de aire un poco más, digamos, antiguo, a los que les hubiera venido bien un poco más de tensión. Pero es un detalle mínimo en una obra compleja y muy bien resuelta. El prólogo del crítico y ensayista Petru Poanta, fallecido hace apenas unas semanas, traza un mapa esquemático pero matizado de las idas y venidas de la poesía rumana de las últimas décadas, con la cicatriz del régimen de Ceausescu por medio; un modernismo con autores de la talla de Blaga, Arghezi o Bacovia; unas vanguardias que contaron con una figura como Gherasim Luca; una generación con autores como Stanescu, Sorescu o Blandiana (en la imagen)...

Son apenas algunos nombres que suenan a cualquier buen lector de poesía y que dan una buena medida de la altura poesía rumana del siglo pasado y comienzos de este. Quizás nos haya faltado, en España, un valedor de altura de esta poesía que nos hiciera mirar hacia allá con la intensidad que sin duda merecía. En Italia, por ejemplo, Arghezi tuvo la suerte de ser traducido por Quasimodo, quien de todos modos tampoco sabía mucho rumano y se vio enzarzado en algunas polémicas divertidas con traductores profesionales. Aquí Omar Lara publicó una pequeña antología de Marin Sorescu (en Visor; además hay otro libro suyo en Hiperión) pequeña por tamaño pero inmensa por la calidad de los poemas que incluye.

El caso es que ahora tenemos esta biblia de la poesía rumana contemporánea: más de seiscientas páginas imprescindibles, por decirlo si no lo he dicho ya, y además bilingües. Páginas que servirán al lector curioso para descubrir cómo es la poesía de Mircea Cartarescu, ese narrador inmenso que es sin duda uno de los grandes escritores de la Europa hodierna (y si no lo conocen, corran ya a por sus libros editados por Impedimenta) y para descubrir o releer algunos poetas esenciales. Otra virtud de esta antología es que no ha optado por una corriente estética determinada: quienes prefieran una voz que bucee en el acervo del folclore popular y el refranero, de un modo sólo parcialmente parecido a como lo hace Vasko Popa, tienen a Ileana Malanciou, quien escribe: “Por el desierto pasaremos como el camello pasa / no por el ojo de la aguja, sino por el desierto”; quienes tengan el día para ironía fina, que se acerquen primero a Ion Pop, capaz de hablar del psicoanálisis de la patata, uno de cuyos personajes afirma “inspirarse en la irrealidad” y que sabe que “entre dos oraciones, la conjunción padece claustrofobia”; quien prefiera una lírica más dulce al oído, no exenta de inteligencia, tiene a Ana Blandiana (de quien también encontrará el lector curioso magníficas narraciones publicadas por Periférica); quien tenga el día más de chiste, a Nicolae Prelipceanu; quien quiera entretenerse buscando intertextualidades, que lo haga en Denisa Comanescu; y nadie debería perderse el Interreino de Adrian Popescu, uno de los poemas más intensos de este libro y de cualquiera en el que se le incluya. No son los únicos poetas del volumen, pero sí una buena muestra. Como ejemplo copio un poema de Ioan Es. Pop:

 

soy un hombre solo. no es ningún alarde. pues hay

hordas de infelices que andan buscando

a otros infelices, sólo que entre unos infelices y otros

existen grandes umbrales de infelicidad,

 

tienen mucho dinero unos, otros esperanzas

vanas. los infelices no son todos

de una misma clase.

 

pero cuando se unen, sin embargo,

los infelices hacen revoluciones, tras lo cual

se les quita todo.

 

He aquí un libro repleto de sabiduría y felicidad. Si en su próxima visita a la librería sólo piensan comprar un libro y aún dudan cual, no duden más. Es este que vale por muchas bibliotecas. Fue un rumano, Mircea Eliade, quien elaboró el concepto de la centralidad de la periferia. Pocas veces una poesía periférica dio más muestras de centralidad que la poesía rumana en estas seiscientas páginas que, se lo advierto ya: saben a poco.