Qué importa saber quién soy, ni de dónde vengo, ni por dónde voy, decía la canción. Pocas cosas habrá tan absurdas, cuando hablamos de literatura, como hablar de 'nacionalidad'. Por motivos distintos, Garcilaso era tan castellano como italiano, Nabokov tan estadounidense como ruso (si no más) y el etcétera sería tan larguísimo que llegaría hasta el blog de mi vecina Elena Vozmediano, y a ver qué cara pone cuando llame a su puerta pongamos que Joseph Brodsky para pedirle sal. Sin embargo, los conceptos nacionalistas se han seguido usando cuando no de forma voluntariamente política, sí por comodidad y por tanto sin crítica alguna de las etiquetas establecidas. A un país rara vez le corresponde apenas una nacionalidad y a la literatura que merece la pena las nacionalidades le importan medio comino. De modo que cuando queremos hablar de la literatura de un lugar determinado nos enfrentamos a la misma pregunta: ¿cuál es la literatura de España, o, mejor, de la Península Ibérica? ¿Es sólo la que se escribe en castellano, como parece entender casi todo el mundo, o también la escrita en el resto de lenguas, oficiales o no (pues aún queda quien piensa, por quién sabe qué extraña razón, que quien dice lo que es lengua y lo que no es la constitución)? Cualquier mapa literario debe ser construido por capas de papel transparente, y en el ibérico habrá que ir aprendiendo a incluir también, por ejemplo, la de los escritores africanos de habla española (de quienes con tanta atención se ha ocupado Michael Ugarte) y a los escritores latinoamericanos afincados en España, a quienes Benito del Pliego (en la imagen) antologa en Extracomunitarios. Nueve poetas latinoamericanos en España (Fondo de Cultura Económica).
Esta antología es, por lo dicho, una importante llamada de atención para quien vaya a estudiar de cualquier modo la poesía que hoy se escribe en la Península Ibérica. Sin embargo, si pretendemos ofrecer una visión compleja e inclusiva de una realidad literaria, elaborar antologías-gueto (como lo es esta) no deja de ser un primer paso un tanto peculiar para alcanzar el objetivo. Lo ideal sería que una antología de poesía española actual pudiera incluir a cualquiera de estos nombres (José Viñals, Isel Rivero, Ana Becciú, Mario Merlino, Yulino Dávila, Magdalena Chocano, Mario Campaña, Andrés Fisher, Julio Espinosa), o no incluirlos, atendiendo únicamente a la calidad de su obra, sin necesidad de dar explicaciones ni aportar fotocopia del pasaporte. Porque unidos como aquí, sólo por su procedencia (por lo demás, muy variada), y extremadamente diversos en su estética (aunque el antólogo reconoce la dificultar de hablar en general de “poetas latinoamericanos en España” eso es lo único que hace su libro) la antología se reduce apenas a una intención que no puede de ningún modo alcanzar por sí misma, sino influyendo en lecturas futuras, y a una serie de poetas que juzgar de modo aislado, pues no corresponden a ninguna búsqueda estética común.
De los poetas incluidos, podríamos decir que el argentino José Viñals es el que estuvo más cerca de ser considerado también 'español' (sea eso lo que sea) apenas por su obra poética, mientras que otros son más conocidos por su actividad profesional (por más que vinculada al mundo del libro) que por su poesía. Ninguno de ellos (y tal vez sea eso lo que más comparten) ha participado de forma activa en las guerrillas de la poesía española última, y sus estéticas son más fáciles de ligar a movimientos en boga en sus países de origen que a la poesía local. Sin duda eso aporta más que resta, pero tampoco es menos cierto que para aportarlo no hacía falta que se mudaran a España: bastaba con que hubieran llegado sus libros, o los que merezcan la pena de ellos.
Una vez subrayados nombres y poemas en este libro (uno supone que ya todos los lectores de estas rimas internas conocen a Viñals, y les recomiendo vivamente a Andrés Fisher) uno se queda con la sensación de que esta antología es una importante llamada de atención a la academia pero importará poco a los lectores de poesía en general. Por un lado, crea un gueto de poetas tan diversos que es imposible de sostener teóricamente. Por otro, lo que tienen en común no deja de ser algo circunstancial. Esta antología es un aviso, un apéndice. Un aviso, eso sí, a tener en cuenta, pero un aviso más para la academia que para los lectores: a ellos les da igual donde haya nacido el autor de un poema siempre que sea capaz de conmoverlos. Y esos (más allá de la teoría) no abundan especialmente, a decir verdad, en las algo palabreras trescientas páginas de Extracomunitarios.