En 1994 Ana Merino (Madrid, 1971) ganó el premio Adonais de poesía. El premio ya no era lo que había sido años atrás pero seguía siendo bastante más de lo que es ahora (en el jurado estaba aún Claudio Rodríguez) y además la joven poeta tenía un ilustre linaje literario. Y una lucidez envidiable: cuando Dragó le preguntó en su programa que cómo se sentía con el premio le contestó: “Como Miss España, porque el año que viene habrá otra”. Dicho eso, cogió sus bártulos y se marchó a Estados Unidos, desde donde siguió publicando libros de poemas (a aquel primer Preparativos para un viaje le seguirían otros seis, todos ellos publicados por Visor, el último de ellos Curación, de 2010), además de libros para niños, obras de teatro (la primera de ellas publicada el año pasado por Reino de Cordelia, titulada Amor: muy frágil) y estudios sobre cómic, uno de sus grandes intereses.
Veinte años después de su primera publicación, agotado hace tiempo, Reino de Cordelia recupera ahora aquellos Preparativos para un viaje. Y visto veinte años después, Preparativos para un viaje hace honor a su título: todo lo que desarrolla la obra poética de Ana Merino estaba ya en esta primera entrega, que es sin embargo mucho más que una declaración de intereses: una obra ya plenamente madura. Aquí está ya su voz personal, esa capaz de hablar de la alegría y de la desdicha con un tono que tiene algo del silencio de la nieve, de su pureza aún intocada. Esa mirada capaz de ver en las cosas más cotidianas certeras metáforas de esas palabras que ya no se escriben con mayúscula: “en el desorden de la memoria” no hay grandes cosas, sólo “costureros en las chaquetas / y ensueños en los ojales”. El deslumbramiento que la lectura de este libro nos produjo hace veinte años es ahora reconocimiento, pero nos deja la misma sensación de sosiego incómodo, de invitación a no deternos nunca por más que el entorno casi nos obligue a ello. La mirada de Ana Merino busca las grietas por las que se cuela la luz y luego recoge esa luz en versos que son hilos con los que tejer la manta que nos aísle de la intemperie, de la de afuera, y de la más peligrosa, la de adentro. Siempre con la inquietud de echar a andar en seguida, a sabiendas de que sólo hay vida en el movimiento. Copio el poema que da título al libro:
Todo se hará tarde,como el temor a un equívoco
que esconde razones
para acusar al otro.
De noche,
todo se deshace en tardanzas
que se aglutinan en frascos
de tomillo y orégano.
Se hará tarde porque toca
no poder dormir
y refugiarse
en el sabor de los grifos
que gotean
como un pis infantil
que humedece las sábanas
y se disfraza
de llanto sonámbulo
a medio despertar.
Todo estará
recogido en los bolsillos
o en una caja de guardar botones;
y yo negaré
la sospecha de una gripe
como en época de exámenes.
Y se hará tarde
en los últimos minutos
como el engaño,
para que pese poco
y se evapore.
Y dejaré tras de mí
olor a naftalina en cada armario
y morirán las polillas en los libros
y guardaré sus alas cuando vuelva.