Ha estado estas últimas semanas en Iowa City Robert Hass dictando un seminario titulado Problemas de poesía contemporánea, y allá que fue uno como alumno aplicado. El primer texto que leímos fue El oficio del traductor de Benjamin; toda una declaración de intenciones. Luego dedicamos dos horas diarias a un par de poemas de Baudelaire, a un canto de Pound, a la Oda a Walt Whitman de García Lorca, a la Fuga de la muerte de Celan... Para acabar reflexionando sobre cómo la literatura puede reflejar los problemas del medio ambiente. Quedó uno con ganas de escribir una Fuga de la Tierra: Negra savia del alba, etc., etc...
No puedo resumir aquí esas horas de lecturas intensas, en las que uno ha aprendido tanto. Pero dejo estas notas al margen de esas horas, pensamientos cazados al vuelo entre los comentarios de Hass.
La primera obra de arte que todos hacemos es un dibujo; y nadie le pregunta a un niño: ¿para quién dibujas?
No escribo para nadie; escribo para el poema.
Yosa Buson: la poesía es el arte de utilizar material cotidiano sin resultar vulgar.
La primera escritura del poema no es más que la primera traducción del pre-poema que las siguientes traducciones tratan de alcanzar.
Es más fácil escribir un buen poema que un buen verso.
Enseñar poesía es como torturar a una mariposa.
La vida siempre trata de lo mismo: de cómo la vida sigue. De cómo, pese a todos los horrores (horrores que también caben en el poema), hay quien sigue elaborando buen vino.
A todo poema que escribamos hay que llegar con alguna firme creencia y algún irrenunciable escepticismo.
Cuando escribas un poema, recuerda que no puedes matar a todos los pájaros con el mismo disparo.
La elegía sólo tiene un asunto. Si abandonas al muerto, lo traicionas; pero si no lo abandonas, nunca volverás a la vida.
Sobre la tradición oral. En una lectura pública, le preguntaron a Ashbery cuán profunda era la influencia de Derrida en su poesía. “No he leído una sola línea de Derrida”, dijo. Al día siguiente, en un coloquio con estudiantes, citó: “Como decía Derrida”... No faltó quien le dijera: “Pero ayer dijo usted que nunca había leído a Derrida”, a lo que él respondió: “Y es cierto. Esta frase la he oído en algún cocktail”.
Dice Ashbery sobre Gertrude Stein: Alguien tenía que hacerlo, alguien tenía que hacerlo tanto, para saber cómo funciona.
Para acabar, canturrea “It’s only a paper moon”: “Yes, it's only a canvas sky/ Hanging over a muslin tree/But it wouldn't be make-believe/If you believed in me/Without your love/It's a honky-tonk parade/Without your love/It's a melody played in a penny arcade”. Cambiad “love” por “imagination”, y tendréis a Wallace Stevens, dice.