[caption id="attachment_494" width="150"] Tadeuz Rózewicz.[/caption]

Acabo de enterarme por el blog del poeta y traductor Xavier Farré de que ha muerto el poeta polaco Tadeuz Rózewicz. Rózewicz era conocido en España por los más aficionados a la poesía polaca, pero su nombre sonaba menos que Szymborska, Milosz o Herbert, pese a ser de la misma quinta y aunque La poesía, señor Hidalgo había publicado una amplia antología de su obra titulada Poesía abierta en traducción de Fernando Presa. Diría uno que esa traducción tiene parte de culpa, porque lo cierto es que yo me acerqué por primera vez a Rózewicz en esa edición y pese a saber que la crítica lo solía incluir junto a los tres citados entre los nombres esenciales de la poesía polaca, no me alcanzó hasta que di con la antología venezolana, más breve, preparada por Gerardo Beltrán y Abel Murcia, de sobra conocidos como traductores, qué traductores, reescritores, de los poemas de Szymborska en castellano. Su antología de Rózewicz la publicó bid & co, y aunque yo la compré en México libros de esa editorial llegan a veces a librerías españolas.

Si ven un ejemplar de esta antología no lo dejen escapar. Rózewicz aguanta el tipo ante esos tres gigantes (Szymborska, Herbert, Milosz), y lo hace además con personalidad propia. Escribe Farré en su blog que Rózewicz se introduce en el dolor de la civilización, de la cultura, en el dolor que es “encontrase" ante un mundo construido dominado por la ficción y el fingimiento”. Hace tiempo hice el par de versiones de poemas suyos que ahora dejo aquí. Ojalá pronto tengamos su poesía completa (y creo que el proyecto estaba en marcha, esperemos que no tarde).

Posibilidad

Hace ya tanto tiempo

que camino por estas calles

Voy errante desde hace tanto

entre las casas

por bares y estaciones

Desde hace tanto tiempo voy

como una sombra por los muros

con la esperanza de perderme

Entre todos esos nombres

pequeños anuncios slogans de

otro

En un banco quizás

o en un vagón

o en una sala de espera

abandonaré a este recién nacido

envuelto en una manta

y huiré

Había una señal por aquí que decía hacia dónde

El castaño

No hay nada más triste

que marcharse de casa

una mañana de otoño

cuando nada presagia un pronto regreso.

El castaño que plantó mi padre

junto a la casa creció con nosotros;

mi madre es tan pequeña

que se la podría llevar entre algodones.

En los estantes hay frascos

en los que las confituras

como diosas de dulces labios

guardan el sabor

de la eterna juventud.

El ejército dentro del cajón

será de plomo hasta el día del juicio final.

Dios todopoderoso, que mezcló

lo amargo y lo dulce,

cuelga en la pared

impotente

y mal pintado.

La infancia es un rostro borroso

en una moneda de oro

que suena limpiamente si cae.