Con la esperanza de convertirlo en una pequeña tradición, durante este agosto de nuevo este blog les ahorrará mi cháchara habitual para ofrecer versiones (mías, eso sí; nada es perfecto) de poetas de aquí y de allá para viajar, al menos, en verso. ¡Buen viaje!

Bei Dao

(China, n. 1949)

[caption id="attachment_623" width="150"] Bei Dao[/caption]

Leyendo libros de Historia

Rocío hostil en un alzamiento de flores de ciruelo

vigila la oscuridad grabada por la espada del mediodía

una revolución comienza la mañana siguiente

la amargura de las viudas desbroza la tundra como una manada de lobos

a causa de las profecías los ancestros retroceden

en el río de los debates furiosos de la fe y el deseo

que no acaban nunca, tan sólo un hermitaño se gira

aprende un nuevo silencio de meditación

asciende para ver el ocaso de un reinado

cuando civilización y canciones de flauta se desvanecen en un valle vacío

las estaciones se alzan entre las ruinas

los frutos trepan por los muros para perseguir al mañana


Zbynek Hejda

(República Checa, n. 1930)

[caption id="attachment_656" width="150"] Zbynek Hejda[/caption]

Supervivientes

¿Es seguro que hayamos existido un día?

¿O que de verdad no fue demasiado tarde?

¿Sobre qué lápidas grabamos

nuestras imágenes más negras que el negro?

Pulidas, borradas por las lluvias de los tiempos,

las imágenes de las ciudades blancas y de las aldeas.

Y nosotros aquí, pues bien: algunos poetas supervivientes

entre los perros vagabundos.


Boris A. Novak

(Eslovenia, n. 1953)

[caption id="attachment_657" width="150"] Boris A. Novak[/caption]

Tus frasquitos

Me gusta estar contigo en el cuarto de baño. En los estantes

sonríen cien cremas para la piel que huelen bien,

barras de labios, champús y secretos de los frasquitos

que conservan una memoria condensada, la flor

de un nombre desconocido al que hueles

tan maravillosamente, tan suavemente

perfuman más aún tus pechos de noche,

cuando con los labios sorbo el aroma que exhalan

los frasquitos de flores. Después te maquillas

para ponerte guapa para mí:

oscureces los párpados para que parezcan pájaros

que vuelan sobre las lagunas de los ojos; y enrojeces aún más

los labios gruesos para hacerlos más perfectos aún...

Sé que a las mujeres os gusta sobre todo estar a solas

a la hora del ritual secreto de la belleza.

Soy el único testigo. Te miro.


Carlos Drummond de Andrade

(Brasil, 1902-1987)

[caption id="attachment_658" width="150"] Carlos Drummond de Andrade[/caption]

Amor, palabra esencial

Que Amor, palabra esencial,

comience esta canción y la envuelva siempre.

Que Amor guíe mi verso, y al guiarlo

reúna alma y deseo, miembro y vulva.

¿Quién osaría decir que es sólo alma?

¿Quién no siente en el cuerpo la expansión del alma

hasta desembocar en puro grito

y orgasmo, en un instante de infinito?

El cuerpo con otro cuerpo entrelazado,

fundidos, disueltos, de regreso al origen

de los seres como Platón los vio completarse:

uno, perfecto en dos; dos en uno.

¿Integración en la cama o en el cosmos?

¿Dónde acaba el cuarto y empiezan los astros?

¿Qué fuerza en nuestros cuerpos nos transporta

a esa extrema región etérea, eterna?

Al acariciar con delicia el clítoris

todo se transforma en un relámpago.

En un pequeño punto de ese cuerpo

se concentran la fuente, el fuego, la miel.

Al entrar en ella se rompen las nubes

y se descubre el fulgor de mil soles

que no puede soportar la vista humana

aunque, hendido de luz, el relámpago dura.

Y dura y se expande de tal suerte

que más allá de nosotros, de la vida,

como activa abstracción que se hace carne,

la misma idea de gozar ya goza.

Y en su sufrir de gozo entre palabras;

y menos que esto, sonidos, jadeos, ayes,

un único espasmo somos que alcanza el clímax:

es cuando muere de amor el amor divino.

Cuantas veces morimos el uno en el otro,

en el húmedo subterráneo de la vagina,

en esa muerte más suave que el sueño,

satisfecha pausa de los sentidos.

Entonces la paz se instaura. Paz de dioses

recostados en la cama como estatuas

vestidas de sudor que agradecen

lo que a un dios suma el amor terreno.