Víctor Botas no se acaba nunca
Se cumplen este año dos décadas del prematuro fallecimiento del poeta asturiano Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994). Con tal motivo, la Biblioteca Ramón Pérez de Ayala le ha consagrado la exposición titulada Víctor Botas. Veinte años después, comisariada por José Havel, quien en su día presentara el documental Víctor Botas: Con el lenguaje de la melancolía. La exposición reúne libros, fotografías y manuscritos (entre ellos, algunas jugosas páginas de su diario) reproducidos en un hermoso catálogo de bolsillo que junta, además, textos de Marcos Tramón, Javier Almuzara y otros. Además, la editorial Impronta ha editado Carta a un amigo, que reúne una amplia selección de los poemas que Botas escribió antes de la publicación del que sería su primer libro, Las cosas que me acechan. El libro es tan hermoso como todos los que van saliendo de la imprenta de Impronta, gracias, en gran parte, al buen hacer de Marina Lobo, cuyas cubiertas son de lo mejor que se puede encontrar ahora mismo en las mesas de novedades de las Españas.
Carta a un amigo ha sido preparado por José Luis García Martín, albacea literario de Botas, además de su amigo y descubridor. Todos estos poemas estaban, nos cuenta, en una carpeta fechada: 1976-1978. García Martín ha elegido cincuenta de los alrededor de trescientos que contenía la carpeta, y señala que estos poemas nunca formarán parte de la obra completa de Víctor Botas, ya que él mismo no quiso incluirlos. Sin embargo, tiene razón al decir que van más allá de la mera curiosidad.
García Martín ha dividido el libro en diversas partes. La primera, Mar y amor (que incluye un poema en francés y un soneto) anticipa el tipo de poema impresionista que Botas aprendió, probablemente, en Octavio Paz y que llevaría a su desarrollo mejor en Retórica. La segunda, Amor a Roma (palíndromo del que Botas gustaba especialmente, como demuestra su haiku: “Dale la vuelta / a la palabra Roma: / te saldrá un dios loco”) avanza uno de sus escenarios favoritos. Están ya aquí algunos de sus personajes predilectos, como Tiberio, está la batalla de Actium, que reaparecerá en Historia antigua...
Alrededores reúne poemas viajeros: de lejanías (La Alhambra, El Cairo) pero también de cercanías, como los ambientados en el Fontán o la Calle Oscura, rincones ovetenses ambos. Álbum familiar junta elegías pasadas y futuras, como la dedicada a su hija Paula, que prefigura también un poema de Prosopon:
A Paula
No seas, hija mía, como este
inútil que emborrona unas cuartillas
en vano, y hoy te habla. No hay arcilla
que sola a vaso llegue: aunque te cueste
trabajo, has de alcanzar las solas cosas
precisas que te libren del hastío
y la insatisfacción. Tan solo el brío
y el ansia de vivir, y las curiosas
monedas que tú ganas serán tuyos,
te brindarán sabor (esto lo sabe
muy bien quien así escribe). Pasa gravemente
la vida de tu padre. Tuyo
es ahora el camino. Paula, bien quisiera
poder hablarte hoy de otra manera.
Por último, Historia y vida mezcla otros tonos de Botas: el humorístico, sobre todo, que tan buenos resultados daría en su obra (entonces aún) futura.
Carta a un amigo es una variada curiosidad. Quien no se haya acercado aún a la poesía de Botas hará sin duda mejor en comenzar por la edición de su poesía junta reunida en la hermosísima edición de La Isla de Siltolá. Pero para los muchos que ya éramos devotos de Botas, este libro contiene muchos motivos de felicidad.Los menores, ver cómo pelea aquí y allá por decir lo que finalmente conseguirá decir en poemas posteriores. Pero muchos son ya poemas acabados, o no acabados pero llenos de chispas de ingenio, genio, mala leche, ironía, hondura. Pocos poetas como Botas han sabido jamás mezclar todas esas cosas. Él supo hacerlo y en estos poemas hay abundantes muestras de ello.