El hambre del cocinero, publicado en la colección Cosmopoética en 2008, nos descubrió al interesante poeta griego Kostas Vrachnos (Kalamata, 1975), una especie de Carlos Pardo heleno: un brillante creador de imágenes un poco redicho y resultón. Point de Lunettes publica ahora, en traducción del autor (él mismo es traductor del español al griego: Carlos Edmundo de Ory, Miguel Labordeta y Juan Vicente Piqueras se encuentran entre los autores que ha traducido) y el propio Piqueras, Encima del subsuelo. El libro viene acompañado de un prólogo de Alberto Santamaría, uno de nuestros poetas y críticos actuales más interesantes. Dice Santamaría en ese prólogo que la poesía de Vrachnos “se forja desde un completo contramisticismo o misticismo a la contra”. Que la verdad, siendo lo mismo, no sé qué falta hace decirlo dos veces, aunque tal vez sea por imitar el estilo de Vrachnos, un poco dado a eso también. Su ironía es chispeante, su capacidad para darle vueltas a los tópicos (“Oda a la elegía”, se titula uno de los poemas) es divertida al principio aunque acaba por cansar, pues tampoco es muy variada.

Lo más interesante de la poética de Vrachnos es su búsqueda de formas nuevas para decir las cosas, lo que de hecho equivale a buscar saber nuevas cosas sobre ellas. Y el pero es que acaba resultando repetitivo, y, por tanto, previsible. Creo que es el problema de este segundo libro (el primero era, me parece, menos manierista en este sentido); que Vrachnos se ha gustado a sí mismo. No es perder el tiempo leer estos poemas. Pero en Encima del subsuelo (ya ven el título, un poco más de lo mismo) hay más piruetas que hondura. Y las piruetas divierten; y se olvidan.

 

 

NENÚFAR DE LA VAGUEDAD

 

Lo peor es ser comparsa y tener

que actuar estrictamente

todo el día toda la vida toda la eternidad,

ante el espejo del salón

hacer una cosa y que aquél haga otra,

estar en el mar fresco

pero no prestar juramento sobre el agua

y durante el amor, ay el pretexto,

durante el trago de lágrimas,

llorar arrodillado el siguiente mantra:

soy yo soy yo soy yo

y todavía soy el mismo signo astral.

Pero tienes ganas de vomitar de vértigo

ante la presencia en el enigma,

tienes ligera fiebre escalofríos de sentido sentido,

te escuece el tercer ojo a causa del sol-diablo,

todavía todavía te mareas por viajar en el ferry de Noé,

una gata al lado lame despistada su propia vagina,

te hundes y flotas en tu propia sangre.

Kansas de hecho se pronuncia Kansas,

pero Arkansas Árkanso.

Es lo que pasa conmigo,

pronuncies como pronuncies mi nombre,

articules como articules mi apellido,

al principio me siento halagado

como una niña de cuatro años,

pero luego empeora mi sombra,

tintinea el esqueleto por dentro,

se profundiza el peso

y el espejo del salón se empaña de repente

de muy mala manera.