[caption id="attachment_1114" width="280"]
Nacho Escuín (Teruel, 1981) renueva en Huir verano (La isla de Siltolá) todas las características de su poesía anterior y las lleva a un nivel más alto. Este nuevo libro mezcla prosa y verso, memoria y reflexión, un lúcido intento de entenderse a la vez en las crisis y en los momentos luminosos. “Tema”, el poema que abre el libro, recuerda al Auden de “Un poema no escrito”. He aquí otro de los momentos mejores del libro:
Este ha de ser el verano más terrible de tu vida.
Solo con mirar al sol entiendes que no estás en ningún sitio
porque has dejado de ser y al mismo tiempo, desasosiego,
estás en todo mal y en toda ruina.
Alicaído, buceas las noches que fueron
y no son ni serán, acaso nunca lo fueron,
porque la duda ya vive en ti
como antes viviste tú en ella.
Deshojas la margarita y todos los pétalos dicen lo mismo:
no lo suficiente.
Hoy el sol pasea indolente sobre los restos que la noche
ha dejado en la hierba recién cortada. Se posa
en cada esquina pero no es por ti por quien luce,
nunca lo fue, y lo sabes. Pero crees que había en él
un gran ciclo cósmico, eras el bosón de la naturaleza
y hoy no eres ni un tercer objeto para nadie.
Para vivir, para morir, solo estás en este mundo.
Ya en libros anteriores como Por merecer el día, publicado por la colección La gruta de las palabras, Ramiro Gairín Muñoz (Zaragoza, 1980) destacaba por una capacidad para mirar comprensivamente fuera de lo común. Esa capacidad se ahonda en su nueva entrega, la colección de haikus Aguanieve (La Isla de Siltolá). El haiku en castellano tiene ya una larga tradición que quedó resumida de forma espléndida en la antología de Susana Benet y Frutos Soriano Un viejo estanque (La Veleta). Son muchos los de Gairín que podrían perfectamente acabar en una hipotética versión ampliada de esa antología:
baja el otoño
en la ciudad comienza
a oler a cena
alguien pregunta
pero se alza el telón
y nos empujan
cierzo que deja
masticable y redondo
el cielo en pulpa
Sergio Álvarez (Salamanca, 1973) recoge en Las islas del río (Evohé Desván) poemas que aúnan experiencia y humor, afán de trascendencia y atención a la palabra bien dicha, verso libre y soneto, acercamientos a la poesía de apariencia lírica popular y muy modernas actualizaciones. La mezcla no siempre cuaja (especialmente cuando el poema está hecho sólo con uno de esos ingredientes), y acaba uno por no saber exactamente qué pretende, pero de vez en cuando todo cuadra y nos damos cuenta de que la lectura ha merecido la pena.
CASTILLO DE CALATAÑAZOR
Castillo, almena, nube,
en ese orden canto.
Lo que soñé que tuve
lo que después de tanto
soñar aún queda.
Y no es la piedra
(muralla, torre, almena)
lo que al final perdura,
lo que en verdad no cesa.
Sólo la nube
con todo en tierra
hecho pedazos
en la llanura
(aprende, espera...)
resiste, asciende, dura.
Probablemente uno de los libros más hermosos editados este año sea Para la voz de Vladimir Maiakovski (edición de José Antonio Sarmiento, traducción de José Luis Reina Palazón; Ediciones de la Universidad de Castilla La Mancha/Universidad de San Jorge Ediciones/Editorial Universidad de Cantabria). Cuando Maiakovski llegó a Berlín en 1922 preparó una antología de sus versos que vería la luz al año siguiente. El libro lo concibió junto al pintor y diseñador El Lisitski, y es en realidad un poema visual, un manual de diseño, y en definitiva, una obra única. Esta edición incluye tres volúmenes: la edición facsímil del libro, otra igualmente facsímil pero traducida, y un tercer volumen que contextualiza la importancia de este libro dentro de la corriente vanguardista rusa.
Muchos son ya los caminos recorridos por la obra poética de Enrique Baltanás (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1952), del que Las propiedades del aire (Pre-textos) es su último paso hasta ahora y, tal vez, el más logrado, el más condensado. Toda la carga experiencial de Baltanás está en estos versos, en los que su experiencia de aforista ayuda a condensar esa experiencia en una imagen poética que casi siempre se resume en una moraleja.
EN EL RÍO DE TODOS LOS VERANOS
No basta con decirlo, hay que decirlo
sabiendo que ya hay summas y tratados,
filósofos y escuelas que lo han dicho,
que no hay más novedad que de costumbre.
Y es preciso decirlo. Hay que contarlo
con otra voz y tono y arriesgarse
a nombrar lo nombrado, a revivirlo,
como quien limpia una moneda antigua
rescatada en un viejo yacimiento.
No importa que alguien crea que se sabe:
hay que decir idea, carne, asombro
y latido y mujer y metafísica.
No basta con decirlo, hay que nadar
en el río de todos los veranos
como si fuese el mismo cristal frío
que cortaba tu piel cuando eras niño.
Aitor Francos (Bilbao, 1986) cuenta con una trayectoria literaria que culmina con el que de momento es su cuarto libro de poemas, Las dimensiones del teatro (La Isla de Siltolá). Francos tiene claro que es lector antes que poeta, y por eso las referencias a otros autores y textos salpimentan cada paso de su libro. Sin embargo, algo le aleja de la joyería novísima: en sus textos se empeña en aliñar tradición y vida. Destacan, en este nuevo libro, los poemas largos, como "Faro". El tono general del libro lo da bien este ¨Teatro de operaciones":
En sentido estricto, fueron propensos
a la elegía los poemas de antes
(aunque, en general, ignoro la causa).
Alguna vez los escribí, y lo hice,
como todos, muy raramente por
una experiencia personal.
Traté temas de nula trascendencia,
posiblemente impropios
y con imprecisiones bibliográficas,
como exigía la crítica
de aquel decenio.
A muchos los traduje
directamente del original.
Creo que lo que buscaba en ellos era
un panorama histórico:
verme como a una persona anónima
y escogida a petición del público asistente.