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Vesna Parun[/caption]
La poeta croata
Vesna Parun nació en 1922 en la isla dálmata de Zlarin y murió en 2010. Publicó su primer libro,
Zore i vihori (
Albas y huracanes) en 1947, cuando el realismo socialista inspirado en el modelo soviético dominaba las artes yugoslavas. Siguiendo la influencia de Tin Ujevi?,
sus poemas preferían un tono más lírico a la glorificación de las heroicidades de la patria, lo que le valió no pocas críticas. Su personalidad se manifiesta en su búsqueda de unión con la naturaleza, en el uso del verso libre y una lengua que busca una estudiada cercanía con lo coloquial. Sin embargo, como todo poeta complejo, es imposible reducir su obra a unos pocos adjetivos, que serían, probablemente, contradictorios entre sí. Dejo aquí mi versión de cuatro de sus poemas. En el primero de ellos he añadido un verso que no se encuentra en el original, procedente de un comentario de Nikola Madzirov al poema, que me pareció que lo mejoraba.
POEMA DE MI ABUELO
Mi abuelo se sienta frente a la casa y mira caer las hojas
como soldados en un poema de Ungaretti,
contempla los higos puestos a secar
mientras el sol, de un naranja intenso, desaparece tras las viñas
inmóviles como un recuerdo de infancia.
La voz de mi abuelo es dorada como la melodía de un viejo reloj
y su dialecto es rico, salpicado de inquietud.
La leyenda de los “Siete años de austeridad”
sigue al relato de “Nuestro Padre” breve y eterna.
Un día dejó de haber pesca.
Ahora lo que hay es guerra.
El enemigo rodea el puerto por millas a la redonda.
Toda la pequeña isla tiembla bajo el eclipse.
Todos sus hijos desaparecieron en busca de una soldada
hace ya mucho tiempo: Canadá, Australia…
Ahora los embarcan con destino a Japón.
Quizás se queden allí para siempre,
con sus cabezas escondidas entre el bambú.
Este es el segundo invierno que marchan sin cesar.
Incluso los peces escapan del anzuelo pesimistas y sombríos.
Tener un nieto es bueno, pero lo encontraremos un día en la nieve
cuando las montañas estén cansadas.
Las chicas cantan mientras preparan la comida al aire libre.
Los niños se sientan en cuclillas
asustados por las botas del anciano elegante.
Una madre piensa en sus hijos y en su padre que se volvió malayo.
Es extraño: una familia diseminada por cuatro continentes.
Gente fornida que en sus cartas lloriquea como niños.
Mi abuelo contempla el sol rojo sobre las viñas,
desgastado por el silencio, porque la muerte se acerca al viejo pescador de alta mar.
Avidez extranjera, extraña hambre. La libertad es un poco de corteza de pan.
¡Dile a la tierra que los molinos deberían girar más deprisa!
Una tormenta se llevó las hojas secas; lo que debe ser, será.
Los muchachos jóvenes mueren
y los viejos recalientan la sopa de su melancolía
mientras contemplan el horizonte.
VACACIÓN DE CEGUERA
Si tuviéramos verdaderos ojos, si no hubiéramos nacido ciegos,
no veríamos a nuestro alrededor paisajes de ciruelos
sino cómo la ciudad envejece y decae el viento,
veríamos cómo entre nosotros rige la regla
de que sólo la esencia alcanza a tocar la esencia
a través del movimiento.
Veríamos a un hombre dormido en la copa de un árbol enorme
que lleva consigo la noche y desenreda su sombra.
Nos veríamos no rodeados por otros, sino divididos en dos
por su órbita corta a través de nuestra piel aérea.
Nos veríamos a nosotros mismos en el espejo encarnados en otros
mirando cara a cara a la tormenta, y pareceríamos, erguidos,
en la muy conmovedora representación de la reciprocidad
estar involucrados. Si los viejos campanarios tuvieran ojos
qué avergonzado se sentiría nuestro yo inexistente.
PARA SER GRABADO EN ROCA
Ha de saberse que no fuimos tristes siempre:
hubo momentos en que amor y vida fueron uno.
En una piedra negra puede descifrarse el sueño de la tierra.
En una gota de lluvia sobre una hoja de higuera taciturna
la celebración del verano puede durar siglos
y el sol olvidarse de desaparecer
tras las desnudas colinas apergaminadas.
En un solo nombre como en una vieja oración
se esconde el sentido silencioso y triste del universo.
Al palidecer, la paz se fue.
El corazón no es capaz de reconstruirla.
Y el pensamiento no puede buscarla siquiera
en el odio de las cosas que disputan entre sí.
Tiempo, por qué nos dejas medirte
con nuestra frente que no anhela más.
Amor, también a ti te hemos medido
con las pesas falsas del mundo irresoluto.
LLORAMOS ENTONCES
Lloramos entonces. Es bueno
ser capaces de admitirlo ante alguien.
¿Tal vez ante ti, primavera?
Quizás de nuevo ante ti
mientras nos tambaleamos
de esquina a esquina de nuestra patria
de ceniza a sombra de nuestra patria
de estrella a aparición
llevando con nosotros
este pedazo de eternidad,
este pedazo de eternidad
que canta.