Rima interna por Martín López-Vega

Cinco poemas de Marion Poschmann

10 julio, 2017 10:14

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Marion Poschmann[/caption]

Marion Poschmann (Essen, 1969) es una de las poetas alemanas actuales mejor valoradas por la crítica. En su poesía es fundamental la idea de la naturaleza entendida como cambio. “La naturaleza cambia continuamente. La imagen de la naturaleza está sometida al mismo tiempo al cambio y a veces permanece sorprendentemente la misma”, escribe en un texto en prosa en el que explicita algo de su poética. Dejo a continuación mi versión de cinco de sus poemas.

 

Ejercicio del ciervo

a lo largo de la carretera derivas de líneas

por los bosques, precisamente calculado

un canal de blancura,

y nosotros seguimos los temblores, las variaciones

de esa línea quebrada, paso de caza,

desniveles, resbalones, en las parcelas yacen

bancos durmientes ilimitadamente, madera

macerada por la humedad, y los dorsos curvados

pardos de los montes heridos planos de pelaje,

deforestaciones, muertos senderos, y nosotros

impetuosos, como ficciones de viento

entre las ramas que llegan hasta el pecho,

cuernos envueltos en chaquetas de algodón,

opaca quimera (sueños de precipicio),

cinco puntas, un dedo guiñado:

pero

            nosotros olemos a jabón

            a viola y a estanque, ante nosotros

            la aterradora totalidad del porvenir

de súbito ungulado el hielo

 

 

Paisaje con demostración de la existencia de Dios 

nos sentamos frente a vasos de cristal, pieles desbordantes de arena y

en la estrecha jarcia de bufandas y cuellos de piel, forman

islas de calor en terrazas vacías y ventosas,

fagotes sobre sillas de jardín, dignatarios secretos

 

del primer invierno,

hongos caloríferos abren los paraguas, pero nosotros

no nos damos, el gas en sus tallos abrasa

como tazas llenas de agua de lluvia, en vano

 

comemos guantes congelados, birretes,

bloques de hielo estriados a grados bajo cero,

inflamos nubes esponjosas,

las hacemos volar,

 

un cielo opaco, insaciable, las engulle

con la cuchara rallo

cautelosamente el aire: los camareros

dan vueltas alrededor como sobre patines de cuchilla,

 

saco algunas monedas de plata del bolsillo,

cubro la mesa con lentejuelas brillantes

que se quedaron largo tiempo junto a un plato

de hojas mojadas

 

 

Descartar los árboles 

a nuestra espalda se multiplican los indicios:

picos de frío, puntos de congelación, comenieve-

casi irreconocibles vagan por alféizares

con paso seguro, audaces, indiscutibles,

lo que pensamos eterno lo mantienen árido

 

el aire turbio del tiempo, el jardín

fugaz, los días que penden de un hilo,

repartimos bolas de granizo según el peso,

niebla dependiendo de su espesor

 

el sol nos abandona por calles laterales

siempre sin contacto visual. brillantemente

nos apresuramos con la casa,

permanece absolutamente silenciosa

 

sólo la hierba se debilita sospechosa,

como si le brotase óxido. tentaciones, exóticos

y opulentos, condensadores de luz:

 

los árboles se muestran como indiferentes, ramas

que apuntan a las montañas, motores asfixiados, a la espalda

pierden los restos mortales, nosotros

no los retenemos

 

 

Piscinas vacías

tomamos impulso

desde el borde de un malestar

 

observé las tenues

fluctuaciones en la piscina, un par de bellotas

se lanzaban en picado al agua, latido

del corazón cerrado, que suscitaba presagios de

aquellos sosias arduos que constantemente venían a nuestro encuentro,

sin reconocernos nunca

 

 

En la zona peatonal un viento se había alzado

en la zona peatonal un viento se había alzado

como el viento a menudo se alza en busca

de ese lugar preciso que siempre se muestra

en lontananza, los papeles

giraban por tierra, mi abrigo

aleteaba y, como si eso fuera ya una base

para colocarme entre las cosas

como si ello fuera ya suficiente,

no interrogada me detuve

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